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Cuatro medidas para estabilizar la situación internacional

New York. Por Serguéi Lavrov (*), cancillería de Rusia

Cuatro medidas para estabilizar la situación internacional New York. Por Serguéi Lavrov (*), cancillería de Rusia

Hoy se ponen a prueba los fundamentos mismos del orden jurídico internacional: la estabilidad estratégica y el sistema unocéntrico de la política mundial. Será imposible resolver los conflictos crecientes a menos que comprendamos sus causas profundas y restablezcamos la fe en nuestra capacidad de aunar fuerzas en pro del bien común y de la justicia para todos.

Seamos francos: no todos los Estados representados en esta sala reconocen el principio clave de la Carta de la ONU: la igualdad soberana de todos los Estados. Estados Unidos lleva mucho tiempo declarando su propio excepcionalismo a través de sus presidentes. Esto se aplica a la actitud de Washington hacia sus aliados, a los que exige una obediencia incondicional, incluso en detrimento de sus intereses nacionales.

¡Gobierna, Estados Unidos! Esta es la esencia del tristemente célebre “orden basado en reglas”, una amenaza directa para el multilateralismo y la paz internacional.

Algunos son más iguales que otros

Los componentes más importantes del derecho internacional –la Carta de las Naciones Unidas y las decisiones de nuestro Consejo– son interpretados por el “Occidente colectivo” de forma perversa y selectiva, en función de las instrucciones que llegan de la Casa Blanca. Y muchas resoluciones del Consejo de Seguridad se ignoran por completo. Entre ellas, la resolución 2202, que aprobó los acuerdos de Minsk sobre Ucrania, y la resolución 1031, que aprobó los Acuerdos de Dayton sobre la paz en Bosnia y Herzegovina sobre la base del principio de igualdad de derechos para los tres pueblos constituyentes y las dos entidades.

Podemos hablar interminablemente sobre el sabotaje de las resoluciones sobre Oriente Próximo, para lo que vale la declaración de Anthony Blinken en una entrevista con la CNN en febrero de 2021 en respuesta a una pregunta sobre lo que piensa de la decisión de la anterior administración estadounidense de reconocer los Altos del Golán sirios como pertenecientes a Israel. Por si alguien no lo recuerda, le refrescaré la memoria.

En respuesta a esta pregunta, el Secretario de Estado dijo: “Dejando a un lado la cuestión de la legalidad, desde un punto de vista práctico, el Golán es muy importante para la seguridad de Israel”. Y ello a pesar de que la Resolución 497 de 1981 del Consejo de Seguridad de la ONU –que usted y yo conocemos muy bien y que nadie ha anulado– califica de anexión ilegal de los Altos del Golán por parte de Israel. Pero, según esas mismas “reglas”, deberíamos –citando a Blinken– “dejar de lado la cuestión de la legalidad”.

Y, por supuesto, todo el mundo recuerda la declaración del Representante Permanente de Estados Unidos de que la Resolución 2728, adoptada el 25 de marzo de este año, exigiendo un alto el fuego inmediato en la Franja de Gaza, “no es jurídicamente vinculante”. Es decir, que las “reglas” estadounidenses son más importantes que el artículo 25 de la Carta de la ONU.

En el siglo pasado, George Orwell en su relato “Rebelión en la granja” ya preveía la esencia del “orden basado en reglas”: “todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros”. Si cumples la voluntad del hegemón, todo está permitido. Pero si te atreves a defender tus intereses nacionales, serás declarado paria y sancionado.

La política hegemónica de Washington no ha cambiado desde hace décadas. Sin excepción, todos los esquemas de seguridad euroatlánticos se han basado en garantizar el dominio estadounidense, incluyendo el sometimiento de Europa y la “contención” de Rusia. El papel principal se asignó a la OTAN, que al final “barrió” bajo sí misma a la Unión Europea, que parecía haber sido creada para los europeos. Las estructuras de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) se privatizaron descaradamente, en flagrante violación del Acta Final de Helsinki (firmada el 1 de agosto de 1975).

La temeraria expansión de la OTAN, a pesar de las repetidas advertencias de Moscú durante muchos años, también provocó la crisis ucraniana, empezando por el golpe de Estado organizado por Washington en febrero de 2014 para hacerse con el control total de Ucrania con el fin de preparar una ofensiva contra Rusia con la ayuda del régimen neonazi en el poder.

Cuando Petro Poroshenko y luego Volodímir Zelensky estaban librando una guerra contra sus propios ciudadanos en Donbás, destruyendo legislativamente la educación rusa, la cultura rusa, los medios de comunicación rusos y la lengua rusa en general, y prohibiendo la Iglesia Ortodoxa Ucraniana, nadie se dio cuenta en Occidente ni exigió a sus subordinados en Kiev que “observaran la decencia” y no violaran las convenciones internacionales sobre los derechos de las minorías nacionales, o incluso la propia Constitución de Ucrania, que exige el respeto de estos derechos.

Se lanzó la Operación Militar Especial para eliminar las amenazas a la seguridad de Rusia y proteger a las personas que se sienten parte de la cultura rusa y que viven en tierras que han sido colonizadas por sus antepasados durante siglos, para salvarlas del exterminio legislativo e incluso físico.

Es indicativo que incluso ahora, cuando se están presentando numerosas iniciativas sobre la solución ucraniana, pocos se acuerdan de la violación de los derechos humanos y los derechos de las minorías nacionales por parte de Kiev. Sólo recientemente los documentos de la Unión Europea (UE) sobre el inicio de las negociaciones de adhesión con Ucrania formularon la correspondiente exigencia, debido principalmente a la posición de principios y persistente de Hungría. Sin embargo, las posibilidades reales y el deseo de Bruselas de influir en el régimen de Kiev son dudosas.

Hacemos un llamamiento a todos aquellos que estén realmente interesados en superar la crisis de Ucrania para que tengan en cuenta en sus propuestas la cuestión clave de los derechos de todas las minorías nacionales sin excepción. El silencio sobre esta cuestión devalúa las iniciativas de paz y, de hecho, avala la política racista de Zelensky.

Es curioso que en 2014 (hace diez años) Zelensky dijera: “Si la gente en el Este de Ucrania y Crimea quiere hablar ruso, déjenlos, apártense de ellos, déjenles hablar ruso legalmente. El idioma nunca dividirá nuestro país natal”. Desde entonces, Washington le ha reeducado con éxito, y ya en 2021 Zelensky exigió en una de sus entrevistas que quienes se sintieran partícipes de la cultura rusa se marcharan a Rusia por el bien del futuro de sus hijos y nietos.

Hago un llamamiento a los amos del régimen ucraniano: hagan que cumpla el artículo 1.3 de la Carta de la ONU, que garantiza los derechos y libertades fundamentales de todas las personas “sin distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión”.

Europa es la principal víctima

La Alianza del Atlántico Norte está harta de la guerra que desató contra Rusia a manos de las autoridades ilegítimas de Kiev, y está harta de toda la zona de la OSCE. Tras haber destruido casi hasta los cimientos los acuerdos fundamentales sobre el control de armamentos, Estados Unidos sigue intensificando la confrontación. El otro día, en una cumbre celebrada en Washington, los dirigentes de los países de la alianza reafirmaron su pretensión de desempeñar un papel de liderazgo no sólo en la región euroatlántica, sino también en la región Asia-Pacífico. Se declara que la OTAN sigue guiándose por la tarea de defender el territorio de sus miembros, pero para ello, se dice, es necesario extender el dominio de la alianza a todo el continente euroasiático y las zonas marítimas adyacentes.

La infraestructura militar de la OTAN se está trasladando al Pacífico con el evidente objetivo de socavar la arquitectura centrada en la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental (ASEAN), que durante muchas décadas se ha construido sobre los principios de igualdad, intereses mutuos y consenso. Para sustituir a los mecanismos integradores creados en torno a la ASEAN, Estados Unidos y sus aliados están forjando bloques cerrados de confrontación como la AUKUS (siglas de Australia, Reino Unido y Estados Unidos) y otros diversos tipos de “cuatros” y “treces” subordinados a ellos.

El otro día, la jefe adjunta del Pentágono, Kathleen H. Hicks, dijo que Estados Unidos y sus aliados “deben prepararse para guerras prolongadas, y no sólo en Europa”. En aras de “contener” a Rusia, China y otros países cuyas políticas independientes se perciben como un desafío a la hegemonía, Occidente, con sus acciones agresivas, está rompiendo el sistema de globalización, que se formó originalmente según sus propios moldes.

Washington ha hecho todo lo posible por hacer saltar por los aires (incluso literalmente, organizando atentados terroristas contra los gasoductos Nord Stream) los cimientos de una cooperación energética mutuamente beneficiosa entre Rusia y Alemania y Europa en su conjunto. Berlín guardó silencio en su momento. Hoy asistimos a una nueva humillación de Alemania, cuyo Gobierno obedeció sin rechistar la decisión de Estados Unidos de desplegar misiles estadounidenses de alcance medio con base en tierra en territorio alemán. El canciller alemán Olaf Scholz lo dijo sencillamente: “Estados Unidos ha decidido desplegar sistemas de ataque de precisión en Alemania, y es una buena decisión”. Estados Unidos ha decidido.

Y con todo esto, John Kirby, Coordinador del Espacio para los Medios en Washington, declara en nombre del Presidente de EEUU: “No buscamos una tercera guerra mundial. Tendría consecuencias terribles para el continente europeo”. Como suele decirse, un lapsus freudiano: Washington está convencido de que no es Estados Unidos quien sufrirá las consecuencias de una nueva guerra mundial, sino sus aliados europeos. Si la estrategia de la administración Biden se basa en un análisis de este tipo, se trata de un error de concepto extremadamente peligroso. Y los europeos, por supuesto, deben darse cuenta del papel suicida que están destinados a desempeñar.

Las libertades han sido desechadas

Los estadounidenses, tras haber puesto a todo el Occidente colectivo “bajo la mira”, están ampliando la guerra comercial y económica contra los indeseables, habiendo desencadenado una campaña sin precedentes de medidas coercitivas unilaterales que tienen un efecto bumerán, en primer lugar, sobre Europa y conducen a una mayor fragmentación de la economía mundial. Los países del Sur Global de Asia, África y América Latina sufren las prácticas neocoloniales de los países occidentales. Las sanciones ilegales, las numerosas medidas proteccionistas y las restricciones al acceso a la tecnología contradicen directamente el auténtico multilateralismo y crean graves obstáculos para alcanzar los objetivos de la agenda de desarrollo de la ONU.

¿Dónde están todos esos atributos del libre mercado que Estados Unidos y sus aliados han estado enseñando a todo el mundo durante tantos años? Economía de mercado, competencia leal, inviolabilidad de la propiedad, presunción de inocencia, libertad de circulación de personas, mercancías, capitales y servicios… hoy todo eso ha quedado desechado. La geopolítica ha enterrado las antaño sagradas leyes del mercado para Occidente. Recientemente, hemos oído peticiones públicas de funcionarios estadounidenses y de la UE para que China reduzca la “sobreproducción” en las industrias de alta tecnología, ya que Occidente ha empezado a perder sus ventajas de siempre también en estos sectores. Ahora, en lugar de principios de mercado, son las mismas “reglas”.

Las acciones de Estados Unidos y sus aliados obstaculizan la cooperación internacional y la construcción de un mundo más justo, toman como rehenes a países y regiones enteras, impiden que los pueblos hagan realidad sus derechos soberanos consagrados en la Carta de la ONU, distraen del tan necesario trabajo conjunto para resolver los conflictos en Oriente Medio, África y otras regiones, reducir la desigualdad mundial, eliminar las amenazas del terrorismo y la delincuencia relacionada con las drogas, el hambre y las enfermedades.

Medidas para estabilizar la situación

Estoy convencido de que esta situación puede remediarse; por supuesto, si existe buena voluntad. Para frenar el desarrollo de los acontecimientos en un escenario negativo, nos gustaría proponer a debate una serie de medidas encaminadas a restablecer la confianza y estabilizar la situación internacional.

1. Es necesario eliminar de una vez por todas las causas profundas de la crisis en Europa. Las condiciones para el establecimiento de una paz duradera en Ucrania han sido expuestas por el Presidente de la Federación Rusa Vladimir Putin, no voy a repetirlas.

Un acuerdo político y diplomático debe ir acompañado de medidas concretas para eliminar las amenazas a la Federación Rusa que emanan de la dirección occidental, euroatlántica. A la hora de acordar garantías y acuerdos mutuos, habrá que tener en cuenta las nuevas realidades geoestratégicas del continente euroasiático, donde está tomando forma una arquitectura continental de seguridad verdaderamente igualitaria e indivisible. Europa corre el riesgo de quedarse rezagada en este proceso histórico objetivo. Estamos preparados para la búsqueda de un equilibrio de intereses.

2. El restablecimiento del equilibrio de poder regional y mundial debe ir acompañado de esfuerzos activos para corregir las desigualdades en la economía mundial. En un mundo multipolar, por definición, no debería haber monopolios en la regulación monetaria y financiera, el comercio o la tecnología. Esta opinión es compartida por la gran mayoría de la comunidad mundial. Reviste especial importancia la pronta reforma de las instituciones de Bretton Woods y de la Organización Mundial del Comercio (OMC), cuyas actividades deberían reflejar el peso real de los centros no occidentales de crecimiento y desarrollo.

3. También deben producirse cambios serios y cualitativos en otras instituciones de la gobernabilidad mundial para que funcionen en beneficio de todos. Esto se aplica sobre todo a nuestra Organización (Naciones Unidas), que sigue siendo, a pesar de todo, la encarnación del multilateralismo, con su legitimidad única y universal y su amplitud de competencias universalmente reconocida.

Un paso importante para restaurar la eficacia de la ONU sería que todos sus miembros reafirmaran su compromiso con los principios de la Carta de las Naciones Unidas, no de forma selectiva, sino en su totalidad e interconexión. Podemos reflexionar juntos sobre la forma que podría adoptar dicha reafirmación.

El Grupo de Amigos en Defensa de la Carta de la ONU, formado por iniciativa de Venezuela, está trabajando duro. Invitamos a todos los países que aún creen en el imperio del derecho internacional a unirse a su labor.

Un elemento clave de la reforma de la ONU debería ser un cambio en la composición del Consejo de Seguridad, aunque esto por sí solo no será productivo a menos que exista un acuerdo básico sobre el modus operandi entre los miembros permanentes. Esta consideración, sin embargo, no niega el imperativo de eliminar las distorsiones geográficas y geopolíticas en el Consejo de Seguridad, donde el Occidente colectivo está ahora claramente sobrerrepresentado. Un acuerdo lo más amplio posible sobre los parámetros específicos de la reforma para reforzar la representación de Asia, África y América Latina es un paso que debería haberse dado hace tiempo.

También es necesario un cambio en la política de personal de la Secretaría para eliminar la sobrerrepresentación de nacionales y súbditos occidentales en las estructuras administrativas de la Organización. El Secretario General y su personal están sujetos a los principios de imparcialidad y neutralidad, sin excepción, tal como prescribe el artículo 100 de la Carta de las Naciones Unidas, como nunca nos cansaremos de recordar.

Verdadero equilibrio de fuerzas

4. Además de las Naciones Unidas, otras organizaciones multilaterales deberían contribuir a reforzar la multipolaridad en la vida internacional. Entre ellas se encuentra el G-20, en el que están presentes tanto los países mayoritarios del mundo como los Estados occidentales. El mandato del G-20 se limita estrictamente a cuestiones económicas y de desarrollo, por lo que es importante que el diálogo sustantivo en esta plataforma esté libre de intentos oportunistas de lanzar temas geopolíticos. De lo contrario, arruinaremos esta útil plataforma.

Los BRICS y la Organización de Cooperación de Shanghai desempeñan un papel cada vez más importante en la construcción de un orden multilateral justo basado en los principios de la Carta de las Naciones Unidas. Reúnen a países que representan a diferentes regiones y civilizaciones, cooperando sobre la base de la igualdad, el respeto mutuo, el consenso y los compromisos mutuamente aceptables: el “patrón oro” de la interacción multilateral en la que participan las grandes potencias.

Las asociaciones regionales como la Comunidad de Estados Independientes (CEI), la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), la Unión Económica Euroasiática (UEEA), la ASEAN, el Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo (CCG), la Liga Árabe, la Unión Africana y la CELAC tienen una importancia práctica para el establecimiento de la multipolaridad. Consideramos que es una tarea importante establecer vínculos polifacéticos entre ellas, incluso implicando el potencial de las Naciones Unidas. La Presidencia rusa del Consejo dedicará una de sus próximas reuniones a la interacción de las Naciones Unidas con las organizaciones regionales euroasiáticas.

Al pronunciar su discurso en el foro parlamentario del BRICS el pasado 9 de julio en San Petersburgo, el Presidente de Rusia, Vladímir Putin, dijo: “El vertebrar un orden mundial que refleje el verdadero equilibrio de fuerzas es un proceso complicado y, en gran medida, incluso doloroso”.

Pensamos que las discusiones relativas a este tema deberían celebrarse sin caer en una polémica estéril y basarse en un análisis sensato de todos los hechos. Antes que nada, se ha de restablecer la diplomacia profesional, la cultura del diálogo, la habilidad de escuchar y oír, preservar los canales de la comunicación de emergencia.

Las vidas de millones de personas dependen de si los políticos y diplomáticos son capaces de formular un tipo de visión común del futuro. Solo depende de los países miembros si nuestro mundo es diverso y justo. Me gustaría recalcar otra vez que el punto de apoyo sí que existe, es la Carta de nuestra Organización. Si todas las partes sin excepción siguen su espíritu y su letra, las Naciones Unidas podrá superar las discrepancias corrientes y llegar a un denominador común en la mayoría de las cuestiones. La historia no llegó a su fin. Vamos a trabajar juntos para que empiece la historia del verdadero multilateralismo que manifieste toda la rica diversidad de culturas y civilizaciones de los pueblos que habitan el mundo.

(*) Discurso pronunciado por el Ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, en la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU para la cooperación multilateral con vistas a estructurar un orden mundial más justo, democrático y sostenible, Nueva York, 16 de julio de 2024.

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