elsinki. Por Markku Siira, markkusiira.com
Al historiador y filósofo inglés Arnold Toynbee no le gustaba Rusia, pero decía que su expansión geopolítica siempre ha tenido un carácter defensivo. Los rusos intentan ampliar las fronteras todo lo posible, porque de lo contrario Rusia no está protegida ni del Oeste ni del Este. Así que necesita zonas de amortiguación.
El historiador y científico social ruso Andrei Fursov también cree que es importante elaborar un “nuevo programa político mundial, un proyecto social que pueda convertirse en la base de un nuevo orden alternativo”. En su opinión, Rusia no puede “oponerse a Occidente sólo en la plataforma euroasiática”.
El éxito requiere una “alternativa global”, la “creación de enclaves aliados” y, como mínimo, la guerra de la información en territorio enemigo. Rusia también debe estar “preparada para defender a sus partidarios geopolíticos”.
“Por supuesto, sería mejor vivir en paz con todo el mundo, pero Occidente no dejará [a Rusia] en paz”, valora Fursov, echando la vista atrás en el tiempo.
El Presidente Bill Clinton dijo a los soldados estadounidenses en 1995 que Estados Unidos no permitiría que Rusia “fuera grande”. Incluso entonces, el objetivo de Estados Unidos era mantener a Rusia débil y supeditada a los intereses occidentales como refugio de recursos naturales.
Rusia sobrevive gracias a la URSS
Rusia sigue existiendo porque como superpotencia militar tiene capacidad de infligir daños reales a Estados Unidos y sus aliados, en caso de que la situación se recrudezca. “Si no fuera así, nos habrían tratado igual que a los serbios, los libios y otros. Seguimos viviendo en la base militar soviética, que se creó apretándonos el cinturón”, recuerda Fursov.
El deterioro de las relaciones entre Rusia y Occidente será un proceso a largo plazo. Al mismo tiempo, debe entenderse que la gestión económica neoliberal no permitirá a Rusia resistir esta confrontación, y mucho menos soñar con la victoria. La única salida para Fursov es una “economía de movilización”.
El problema es que la actual élite rusa -o al menos la mayoría de ella- no está dispuesta a seguir el camino de una economía de movilización, sino que intenta sabotear el proceso. “Estas personas fueron educadas para una vida cómoda, por lo que es poco probable que estén contentas con un enfrentamiento prolongado con Occidente”, explica Fursov.
Tras treinta años de liberalización, el proceso de frenar y girar en una nueva dirección no puede ser totalmente indoloro. “La población apoya sin duda este giro, pero queda por ver hasta qué punto los dirigentes del Estado están dispuestos a recorrer este camino en un futuro próximo”, reflexiona Fursov.
La voluntad política de Iván el Terrible o de Stalin, decidió gran parte del equilibrio de poder entre las diversas facciones del país. En la conciliación de los intereses de los distintos grupos, la voluntad de una persona desempeñó un papel decisivo.
Pero no se trata de restaurar el socialismo de Estado o la Unión Soviética, “no se puede restaurar nada de la historia, la URSS 2.0 es difícilmente posible. No nos podemos bañar dos veces en el mismo río”, cree Fursov, citando al antiguo filósofo griego Heráclito.
Fursov habla de un vector de desarrollo de la Federación Rusa “basado en la justicia social y en su propio código cultural, su propia identidad” y subraya que esta identidad no se limita al cristianismo ortodoxo, sino que tiene un fundamento más antiguo y complejo.
En la crisis de principios del siglo XX, el pensador conservador de derechas Mijail Menshikov escribió sobre “la única forma de salir de la crisis”. Sostuvo que o Rusia experimentaba un “cambio de energías”, o se enfrentaría al “destino de la India colonial”.
Stalin tenía la razón
Del mismo modo, a principios de 1917, en un discurso a los trabajadores de San Petersburgo, Josep Stalin declaró que Rusia se convertiría en una República Soviética Socialista o en una colonia de Gran Bretaña y Estados Unidos. Para el historiador Fursov, “ambos acertaron”, el derechista Menshikov y el izquierdista Stalin.
Fursov cree que la Federación Rusa se enfrenta de nuevo a una disyuntiva similar: o recupera la “calidad histórica rusa” mediante una “transición energética”, o se divide en reservas.
En 1917, Rusia sufrió una convulsión política, la Revolución de Octubre, que dio origen a la Unión Soviética. Desde el período de Stalin en particular, marcado por importantes cambios sociales y políticos mundiales, Fursov traza vínculos hasta nuestros días.
“La Unión Soviética no sólo derrotó a Hitler, sino que frenó el proceso de ultramundialización, razón por la cual Stalin es odiado en Occidente. Frustró los planes de los globalistas y retrasó la llegada de 1991 unos setenta años. Sin esto, la globalización habría comenzado en la década de 1920”, argumenta Fursov.
También en la Rusia contemporánea parece estar en marcha una especie de “revolución”: Rusia se ha alejado del “Occidente colectivo”, de Europa, Estados Unidos y los países anglófonos. Rusia es una civilización por derecho propio, con su propio sistema de valores y modelo geopolítico.
Al igual que Fursov, estoy convencido de que Rusia volverá a desempeñar un papel central en la determinación del destino del orden mundial.