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Hablar náhuatl con palabras castellanas en Nicaragua

Hablar náhuatl con palabras castellanas en Nicaragua Managua. Sputnik

Entre muchas señas de identidad, cada país de Hispanoamérica puede distinguirse con solo escuchar la forma como sus habitantes usan la principal herramienta cultural que los hermana: la lengua traída por los conquistadores españoles en las cubiertas de las carabelas colombinas.

Nicaragua no podía ser la excepción. El español nicaragüense es un árbol frondoso, que se alimenta desde sus raíces náhuatl, bien hundidas en la tierra volcánica, sobre todo en la franja costera del Pacífico.

El náhuatl, la lengua principal de los aztecas, colonizó culturalmente a esa parte de Nicaragua mucho antes de la llegada de las huestes hispanas de Francisco Hernández de Córdoba y Pedro Arias Dávila (Pedrarias).

“La lengua náhuatl es demasiado potente y el nicaragüense de hoy habla realmente en náhuatl usando palabras castellanas”, dejó escrito para la posteridad el lingüista Carlos Mántica, fallecido en abril a los 85 años.

Seiscientas palabras Náhuatl

“La presencia del maya en el habla nicaragüense es casi nula. He contado las siguientes palabras: chele, culumuco, cumba, pijul, pocoyo, cususa, gorrobo, chiclán y naborí (laborío). El náhuatl, por el contrario, nos ha dejado cerca de 600 voces que recojo y explico en el primer Apéndice de esta obra”, escribió Mántica en el capítulo inicial de su obra cumbre, “El Habla Nicaragüense y otros ensayos”, publicada en San José de Costa Rica en 1989.

En ese texto, el acucioso investigador divide en tres etapas la evolución del náhuatl en Nicaragua.

La resistencia indígena permitió que la lengua náhuatl se mantuviera casi intacta en los inicios de la Conquista.

La segunda etapa se corresponde con los primeros años de la colonia, cuando comienza la castellanización del náhuatl, pues la población originaria adopta palabras del español correspondiente a ámbitos como la religión y la economía.

Ya para mediados del siglo XVII se hablaba una mezcla entre el castellano y el náhuatl.

Pero a la vez ocurre un proceso de nahuatlización del español, cuando los conquistadores comenzaron a usar palabras de la lengua indígena mediante las cuales podían nombrar aquello que desconocían.

De aquella simbiosis lingüística terminaron por generalizarse términos como chocolate o aguacate, hasta el punto de ser adoptadas por otros idiomas, como el inglés.

Mántica insistió mucho en la presencia oculta del náhuatl en el habla contemporánea de su país.

Porque en la cotidianidad, el nicaragüense emplea sin percatarse una gran cantidad de palabras que tienen su origen en la legua traída a sus tierras por los mexicas.

De tal manera el nica no dice “pimiento dulce”, sino “chiltoma”, y así sucede con ayote (calabaza), zacate (grama), colochos (rulos), chingaste (fondo del vaso), cuape (banano) y otros como chimadura pipilacha, chapulines, chapas y maritates.

Pura poesía

El náhuatl bautiza buena parte de la toponimia nicaragüense, sobre todo en las regiones del Pacífico y el Centro, y lo hace con una gracia que raya en poesía. Además enamoran al oído.

“Fue en el mapa del abuelo donde encontré por vez primera esos curiosos nombres: Chiscolapa, Saguatepe, Sacal, Cáfen, Olama, Panse, Tasgua, Güirruca y Cuisaltepe. Entonces no había geodesia ni cartografía en Nicaragua”, escribió Jaime Incer, presidente de la Academia de Geografía e Historia, en el prólogo de su libro “Toponimias indígenas de Nicaragua”.

“Siendo la región del Pacífico un lugar de volcanes, temblores y aguas termales, encontramos en ella algunas toponimias que indican esos fenómenos como Posoltega (vecinos de los hervideros), Aposonga (donde hierve el agua), Momotombo (gran cumbre hirviente), Chonco (lugar de lava), Popogatepe (sierra que humea), Talolinga (donde tiembla la tierra), Oligan (lugar de temblores) y Acahualinca (tembladero de malezas)”, aporta el citado texto.

Quizá las palabras provenientes del nahualt más conocidas tienen que ver con las toponimias, reafirmó Mántica.

En primer lugar, el propio nombre del país, que significa “el Reino de los que habitan junto a grandes depósitos de agua”, en referencia a los lagos Xolotlán y Cocibolca, este último el más grande de Centroamérica.

Y además una rica colección de topónimos que incluye Apoyeque, Asososca, Esquipulas, Masachapa, Masaya, Ochomogo, Somoto, Jinotepe.

“Teustepe” conceptualiza en un solo nombre a un poblado de conejos, así como “cuisaltepe” es cerro de los gavilanes, “Tecolostote” es cueva de los búhos, “Estelí” es río de la obsidiana, “Teoyaca” es la colina sagrada, “Juigalpa” es pueblo grande y “Tiscala” es la casa de la ceniza.

El voseo, un sello del español nicaragüense

En otras regiones de América llama mucho la atención ese islote lingüístico que es Nicaragua, donde el tratamiento de “vos” es casi tan natural como el aire que respiran los pinoleros (una de las formas como se denomina a los nicaragüenses) de pura cepa.

Para la catedrática Hilda Baltodano, de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, la explicación está en el hecho de constituir zonas alejadas de la metrópoli, a donde no llegaron a tiempo los cambios del español peninsular y terminaron por quedarse en el habla coloquial.

Ulama, un fútbol indígena de vida o muerte

“Aunque los españoles lo trajeron como una forma de respeto (a vos, señor) terminó siendo una expresión de confianza, y aunque nos digan que es una forma confianzuda de tratar a las personas, ya es nuestra forma, nuestro regionalismo”, dijo la académica a Sputnik.

Una particularidad de esa expresión lingüística en el país centroamericano es la ausencia del voseo verbal que tiene que ver con la diptongación (vos queréis), propia de España, agregó la docente, que imparte la asignatura “Español de Nicaragua” a estudiantes de la licenciaturita en Lengua y Literatura Hispánicas.

En Nicaragua la enseñanza de la lengua materna de 95,3% de su población emplea la forma voseante.

“Porque el alumno tiene que escribir en la forma voseante si la utiliza en el habla”, explica Baltodano, integrante del equipo de redacción del Diccionario español de Nicaragua.

Baltodano recordó que en un tiempo llegaron a considerarse como barbarismos tanto la aspiración de la S como el voseo, pero primó el espíritu patriótico, “una actitud lingüística mucho más positiva hacia nuestra variante, y se ha enseñado a valorarlas”.

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