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Dos naciones unidas por la historia y la solidaridad

Por Danay Galletti Hernández/Prensa Latina

Dos naciones unidas por la historia y la solidaridad Managua. Por Danay Galletti Hernández/Prensa Latina

La solidaridad de Cuba y Nicaragua, en un contexto mundial mediado por la pandemia Covid-19, incluye expresiones recientes como el envío de alimentos hacia la isla y la entrada a Managua de vacunas contra el virus SARS-CoV-2.

El barco A.C Sandino asumirá nuevamente, luego de tres viajes similares en 2021, una ruta con destino al Puerto del Mariel provisto, en esta oportunidad, de 36 contenedores de café y arroz, como parte de los cargamentos enviados por el gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).

Por su parte, hasta el mes de diciembre, Cuba mandó siete millones de dosis de las formulaciones Abdala, desarrollada por los profesionales de la isla en el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB), y Soberana y Soberana Plus, ambas creadas en el Instituto Finlay de Vacunas.

El presidente, Miguel Díaz-Canel, uno de los tres mandatarios presentes en la ceremonia de juramentación de Daniel Ortega y Rosario Murillo, el 10 de enero último, diálogo en esa jornada con representantes de la solidaridad en el país centroamericano, pese a la apretada agenda organizada para esa visita oficial.

Su participación en la toma de promesa y el reconocimiento a los grupos de apoyo, demuestran la significación de esos vínculos bilaterales, surgidos quizás desde aquel primer encuentro entre los poetas e intelectuales latinoamericanos Rubén Darío y José Martí, en Nueva York, Estados Unidos, el 24 de mayo de 1893.

Sumado al aporte de la Revolución Cubana, tras su triunfo el primero de enero de 1959, a los movimientos insurreccionales en Nicaragua, organizados contra la dinastía de los Somoza, la comunicadora Irma Franco recuerda, especialmente, cómo las relaciones se estrecharon después del 19 de julio de 1979.

«Crecí con la Revolución Sandinista y esa hermandad se consolidó desde que tengo uso de razón. Cuba siempre estuvo presente en nuestras vidas, en la cotidianidad. Los maestros y profesionales de la salud de ese país estaban en las escuelas, comunidades y centros sanitarios», reconoció a Prensa Latina.

Su esposo, Arturo Aguirre, también forma parte de las colectividades solidarias con Cuba, cuyas expresiones más recientes han sido la condena al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos a la isla y la campaña de donación de insumos para el enfrentamiento a la Covid-19.

«Recuerdo que, con tres o cuatro años, mi padre escuchaba en una emisora clandestina los avances del Ejército Rebelde. En mi etapa como joven nos tocó enfrentarnos a la dictadura somocista, constituir el Frente Sandinista e integrarnos a la lucha guerrillera», mencionó a Prensa Latina.

Para Aguirre «somos un montón de agradecidos en el mundo con la Revolución Cubana»; si bien, valora más que los hechos, el ejemplo de ese proceso asumido desde hace más de seis décadas, especialmente, cuando Nicaragua decidió «cambiar de sistema», como dijera el fundador del FSLN, Carlos Fonseca.

¿Cuándo surge el apoyo a la isla?

El exguerrillero nicaragüense aludió a la existencia de grupos políticos favorables a la realidad en el país caribeño que, incluso, difundían mensajes vinculados a los primeros años del proyecto trasformador impulsado por el líder Fidel Castro, aunque a nivel de gobierno los lazos diplomáticos finalizaron en 1962.

El somocismo organizó marchas contra esa nación antillana frente a su sede diplomática en Managua, dirigida en aquel entonces por Quintín Pino Machado, capitán del Ejército Rebelde y primer embajador de La Habana en tierra pinolera, acciones condenadas por los incipientes comités de solidaridad de la época.

«La primera vez que visité Cuba fue en el tiempo de la dictadura y debí hacerlo de manera clandestina como imponían los rigores de aquella etapa. Incluso, el pasaporte extendido por Anastasio Somoza, resultaba inválido para los países de la denominada cortina de hierro y socialistas», argumentó.

El motivo de su viaje era la participación en el Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, celebrado del 28 de julio al 5 de agosto de 1978, en La Habana, evento que reunió a más de 20 mil jóvenes de 125 países y del que se previó desde el comportamiento climatológico hasta los menús de las distintas delegaciones.

Posteriormente, en la década de 1980, emergieron algunas instancias oficiales en apoyo a los países socialistas y a los pueblos, desaparecidas en los años siguientes cuando asumió la presidencia de Nicaragua Violeta Barrios (1990-1997) y comenzó una época de administraciones neoliberales.

«Entendemos hoy la solidaridad como una cuestión integral, sobre todo, en América Latina. Muestra de ello son las recientes visitas de Díaz-Canel y el mandatario venezolano Nicolás Maduro quienes, junto a Daniel Ortega, constituyen la punta de lanza de la lucha de los países de la región», expresó.

El activismo de Irma y Arturo contagió también a su hija Julissa, influenciada por la historia, música y anécdotas, «poco a poco entendí que, desde hace mucho Nicaragua y Cuba, son dos patrias unidas y conectadas y, por ello, como joven involucro en esa causa a mis contemporáneos», reconoció a Prensa Latina.

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