Moscú. Instituto RUSSTRAT
Durante las últimas tres décadas, una de las narrativas fundamentales y fecundas de la política exterior de Estados Unidos ha sido presentar la democracia como el valor humano más elevado. Estados Unidos, en consecuencia, se ha autoposicionado como el ejemplo ideal de esta “democracia”, de la que deriva un autoproclamado derecho moral a enseñar al resto del mundo cómo comportarse “democráticamente” y a evaluar cuánto ha progresado cada Estado en este camino. Y, en consecuencia, construir un sistema de relaciones basado en este sistema inespecífico de criterios.
Mientras la hegemonía estadounidense no se cuestionara seriamente, no peligraba la existencia de este sistema viciado a pesar de que no existen definiciones claras de qué sistema político es una “democracia” y mediante qué gradación se podía determinar si un país era menos o más “democrático”. Hasta 2023, esa valoración de los acontecimientos estaba en boga, incluyendo referencias al “Índice de Democracia Liberal” (IDL) del Instituto V-Dem. Sin embargo, en 2024 las referencias y apelaciones a la “democracia” han disminuido cualitativamente, sobreviviendo en una serie de declaraciones rituales.
Según datos del Pew Research Centre (Centro de Investigaciones Pew), existen condiciones sociales objetivas para ello. La opinión más común, sostenida por el 72% de los estadounidenses, es que la democracia en Estados Unidos solía ser un buen ejemplo, pero en los últimos años no lo ha sido. Otro 8% de los estadounidenses afirma que la democracia en Estados Unidos nunca ha sido un buen ejemplo a seguir por otros países.
Existe una clara diferenciación por edades. Los encuestados de 50 años o más son más propensos a considerar que Estados Unidos es un ejemplo de democracia (11%), sea cual sea el significado del término. Los más jóvenes, en cambio, son más propensos a afirmar que la democracia estadounidense nunca ha sido un buen ejemplo (4%).
Hay divergencias entre los dos partidos políticos dominantes en Estados Unidos. Los demócratas y los independientes de tendencia demócrata son ligeramente más propensos que los republicanos y los simpatizantes del Partido Republicano a considerar que la democracia en EEUU es un “buen ejemplo” (22% frente a 17%). Esto es casi lo contrario de cómo estaban las cosas en febrero de 2021, cuando el 24% de los republicanos y el 16% de los demócratas veían la democracia en EEUU como un “buen ejemplo”.
Al igual que en Estados Unidos, la opinión más común en otros países es que la democracia estadounidense solía ser un buen modelo para otros países, pero en los últimos años no lo ha sido. Sin embargo, hay grandes diferencias por países.
Alrededor de dos tercios de los adultos de Canadá (67%) y Japón (65%) creen que la democracia en Estados Unidos ha sido un buen ejemplo.
Por el contrario, sólo el 12% en Bangladesh, el 18% en Ghana y el 19% en India sostienen esta opinión.
En otros países, proporciones significativas de la población opinan que la democracia en Estados Unidos nunca ha sido un buen ejemplo a seguir por otros países. Alrededor de la mitad de los adultos en Turquía (52%) lo afirman, al igual que el 45% en Túnez.
Y, al igual que en Estados Unidos, los jóvenes de otros países son más propensos que sus homólogos de más edad a afirmar que la democracia estadounidense nunca ha sido un buen ejemplo a seguir por otros países. En Grecia, por ejemplo, lo dice el 54% de los adultos menores de 35 años, frente al 34% de los mayores de 50 años. También hay notables diferencias de edad en Alemania, Australia, Canadá, Italia, Países Bajos y Suecia.
En otros países, la situación es la contraria. Las personas mayores de Argentina, Brasil, Colombia, Perú, Singapur y Turquía son más propensas que los jóvenes a decir que la democracia estadounidense nunca ha sido un buen ejemplo.
Desde 2017, el entusiasmo por la democracia como forma de gobierno ha disminuido en muchos países. En todos los países mapeados en los informes Pew, un promedio del 59% está insatisfecho con cómo funciona su democracia; el 74% cree que a los funcionarios electos no les importa lo que piensan las personas como ellos; y el 42% de los encuestados dijo que ningún partido político en su país representa sus puntos de vista.
Además, una forma de gobierno militar ha ido ganando popularidad en los últimos años: alrededor de un tercio o más de la población en los países de renta media. En los países de renta alta, el 17% piensa que el gobierno militar podría ser un buen sistema en Grecia, Japón y Gran Bretaña, mientras que el 15% mantiene esta opinión en Estados Unidos.
Otro informe Pew destaca la estrecha relación entre la percepción de la “democracia” y el nivel de desarrollo económico. El 75% de los suecos están satisfechos con su democracia, frente a sólo el 22% en Grecia. En el África subsahariana y América Latina, al menos dos tercios de los sudafricanos, chilenos, colombianos y peruanos tienen una opinión negativa de sus democracias.
Una gran variedad de encuestas de opinión, a diferentes niveles, confirman la desintegración final de la ideología según la cual la adhesión a la llamada democracia significa automáticamente un aumento de la prosperidad, con Estados Unidos como modelo de democracia.
En este sentido, el cambio de Washington de la llamada “promoción de la democracia” a la promoción del “orden basado en reglas” es bastante natural. Una de sus consecuencias obvias será el endurecimiento de la retórica de confrontación no entre Estados “democráticos” y “autoritarios”, sino entre partidarios del “orden” y todos los demás. Al mismo tiempo, la similitud semántica y estilística de este término con el “nuevo orden” de los nazis en Occidente no parece avergonzar a nadie.