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Los dilemas del imperio y su bestia sionista

Nueva Delhi. Por M. K. Bhadrakumar, Indian Punchline

Los dilemas del imperio y su bestia sionista Nueva Delhi. Por M. K. Bhadrakumar, Indian Punchline

La conferencia de prensa del Secretario de Estado estadounidense Antony Blinken el jueves 12 de octubre al concluir su visita a Israel, transmitió tres cosas.

En primer lugar, que la Administración Biden respaldará a Israel hasta el final para satisfacer sus necesidades de seguridad, pero que Washington no se implicará en las próximas operaciones en Gaza, salvo para organizar rutas de salida en el sur para los desventurados civiles que huyen de la zona de conflicto.

En segundo lugar, la principal prioridad de Washington en estos momentos es entablar contactos con los Estados de la región que ejercen influencia sobre Hamas para negociar la cuestión de los rehenes. Catorce ciudadanos estadounidenses en Israel siguen en paradero desconocido. (La Casa Blanca confirmó que la cifra de muertos en los combates incluye ya al menos a 27 estadounidenses).

En tercer lugar, Estados Unidos se coordinará con los Estados de la región para impedir cualquier escalada de la situación que amplíe el conflicto por parte de Hezbolá. Aunque Estados Unidos no puede ni quiere parar los pies a los dirigentes israelíes en lo que respecta a la inminente operación en Gaza, sigue sin estar convencido.

Blinken no se comprometió a ninguna implicación militar directa de EEUU, y las posibilidades son escasas tal y como están las cosas. Y lo que es más importante, aunque Blinken podía oír los tambores de guerra, también puso sus ojos en un futuro para Israel (y la región) en el que estará en paz consigo mismo, se integrará en la región y se concentrará en crear prosperidad económica –metafóricamente dicho: convertir sus espadas en arados, en un intento mesiánico bíblico.

La dudas de los patrones

Es decir, a pesar de la masiva demostración de fuerza frente a las aguas de Israel, con el despliegue de dos portaaviones junto con destructores y otros activos navales y aviones de combate frente a las aguas de Israel, la Administración Biden está profundamente inquieta ante cualquier escalada del conflicto hacia una guerra más amplia. Si EEUU tiene la sensación de que se trata de una catástrofe que Israel permitió que ocurriera, eso sigue siendo un pensamiento estrictamente privado.

Incluso cuando Blinken se dirigía a Tel Aviv, tras una reunión informativa a puerta cerrada el miércoles, el presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Michael McCaul, declaró a los periodistas en Washington: “Sabemos que Egipto ha advertido a los israelíes tres días antes de que un suceso como éste podría ocurrir. No quiero entrar demasiado en lo clasificado, pero se hizo una advertencia. Creo que la pregunta era a qué nivel”.

Poco después de que McCaul hablara con los periodistas en Washington, un funcionario egipcio anónimo confirmó al “Times of Israel” que los agentes de El Cairo sí advirtieron a sus homólogos israelíes sobre un ataque planeado de Hamas, pero que esta advertencia puede no haber llegado a la oficina de Netanyahu.

Estas revelaciones avergonzarían al gobierno israelí, ya que el ataque sorpresa del sábado puede considerarse un fracaso catastrófico de los servicios de inteligencia de Israel. En una declaración brutalmente franca el jueves, el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), el general Herzi Halevi, admitió: “Las FDI son responsables de la seguridad de nuestra nación y de sus ciudadanos, y no lo hicimos el sábado por la mañana. Lo examinaremos, lo investigaremos, pero ahora es el momento de la guerra”.

Este fracaso repercutirá en la toma de decisiones en Tel Aviv. El general Halevi describió a Hamas como “animales” y “terroristas despiadados que han cometido actos inimaginables” contra hombres, mujeres y niños. Dijo que las FDI “entienden la magnitud de este momento, y la magnitud de la misión que recae sobre nuestros hombros”.

“Yahya Sinwar, el gobernante de la Franja de Gaza, decidió este horrible ataque, y por lo tanto él y todo el sistema bajo su mando son hombres muertos”, añadió el general, prometiendo “atacarles y desmantelarles a ellos y a su organización” y que “Gaza no tendrá el mismo aspecto” después.

Que Israel haga lo que quiera

No nos equivoquemos, el objetivo israelí será utilizar una fuerza abrumadora con sus armas más avanzadas, incluidas potentes bombas rompe-búnkeres, para infligir pérdidas paralizantes a las formaciones de Hamas, de modo que el movimiento no pueda librar una lucha armada durante muchos años. Cabe esperar una operación terrestre en cualquier momento.

Es improbable que Blinken haya intentado siquiera disuadir al Primer Ministro Benjamin Netanyahu de seguir adelante con una operación brutal. Dijo a los medios de comunicación que Estados Unidos prefería dejar que Israel hiciera lo que tuviera que hacer. Mientras tanto, el despliegue estadounidense no sólo tendrá como objetivo mejorar la vigilancia, interceptar las comunicaciones e impedir que Hamas adquiera más armas, sino que también actuará como elemento disuasorio.

Dicho esto, Estados Unidos no puede permitirse el lujo de observar pasivamente. Washington no tiene más remedio que limitar los combates que se esperan en los próximos días y semanas en Gaza para asegurarse de que no se extienden a otras zonas. Así, la proyección de fuerza estadounidense sirve específicamente como elemento disuasorio para Hezbolá, que posee un vasto arsenal de 150 mil misiles que pueden ser lanzados contra las principales ciudades de Israel, lo que podría desembocar en una guerra más amplia no sólo en Gaza sino también en Líbano, atrayendo a otros al conflicto.

Israel puso fuera de servicio los aeropuertos de Damasco y Alepo en Siria en ataques con misiles simultáneos el jueves, presumiblemente para impedir que llegaran refuerzos a Líbano. El ministro de Asuntos Exteriores iraní, Hossein Amir-Abdollahian, tenía previsto viajar a Siria y Líbano durante el fin de semana, y debió hacerlo a través de otros países.

A lo largo de las últimas cuatro décadas, Estados Unidos e Irán han hecho un arte de la comunicación mutua en momentos peligrosos para establecer reglas básicas que eviten la confrontación. Esta vez también está ocurriendo.

Ciertamente, el discurso pronunciado el martes por el líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei, sobre la situación del conflicto, que en una medida sin precedentes fue traducido al hebreo y difundido por los iraníes en territorios bajo ocupación israelí, transmitió un sutil mensaje en tres partes tanto a Israel como a Estados Unidos, señalando esencialmente que Teherán no tiene intención de implicarse en el conflicto. (Véase Una grave advertencia de Irán al estado sionista).

A su vez, Estados Unidos ha señalado que dispone de información de inteligencia que demuestra que los principales dirigentes iraníes se vieron sorprendidos por los ataques de Hamas contra Israel. Del mismo modo, la conversación telefónica del presidente iraní Ebrahim Raisi con el príncipe heredero saudí Mohammed bin Salman el miércoles –su primera conversación que Teherán inició– insistió en los esfuerzos para “detener la escalada en curso”.

El escenario “conocido-desconocido”

Sin embargo, la gran pregunta es hasta qué punto la Administración Biden confiaría en el éxito de cualquier incursión militar israelí en Gaza. Durante la conferencia de prensa en Tel Aviv, Blinken subrayó de forma sutil la importancia de las “lecciones” aprendidas de experiencias pasadas. La cuestión es que Israel participará en una guerra urbana en una zona densamente poblada con 2,1 millones de habitantes.

Gaza tiene una media de 5,500 personas por kilómetro cuadrado, y es inevitable que se produzcan numerosas víctimas civiles causadas por el avanzado armamento estadounidense de Israel, lo que provocaría una protesta internacional, incluso en Europa, y llevaría a la condena no sólo de Israel sino también de Estados Unidos. Sin embargo, Israel se muestra desafiante y Netanyahu necesita que se alcancen al menos algunos de los objetivos de la operación antes de aceptar un alto el fuego.

Y lo que es más importante, Israel necesita una estrategia de salida, si es que las experiencias pasadas en Líbano y Gaza sirvieron de lección. Entra en juego la regla de Pottery Barn de Colin Powell: “Si lo rompes, es tuyo”.

Una ocupación prolongada de Gaza será un resultado extremadamente peligroso y cargado de grandes riesgos, dadas las profundas raíces económicas, religiosas y sociales de las que goza Hamas. Baste decir que a los militares israelíes les costará mostrar “éxito” y dirigirse a la puerta de salida.

Además, si otros grupos y organizaciones palestinos de Cisjordania toman decisiones que favorezcan los objetivos estratégicos de Hamas, se acabarán las apuestas, ya que los militares israelíes se enfrentarán a una guerra en dos frentes. De hecho, en Cisjordania se dan las condiciones para una tercera intifada.

Y en tal escenario, la ventaja es para Hamas, que se posicionaría como la alternativa potencialmente adecuada y quizá la única después del presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, que ahora tiene 87 años.

De nuevo, en el peor de los casos, no puede descartarse que la población árabe israelí se inspire en Hamas y, si su violenta irrupción en 2021 sirve de algo, la viabilidad a largo plazo del Estado de Israel se pondrá a prueba.

Baste decir que la mejor solución radica en un cambio de paradigma en el arte de gobernar israelí que se aleje de su primacía de la coerción y la fuerza brutal. Las declaraciones de Blinken sugieren que Estados Unidos espera que cuando se calmen los ánimos, con la ayuda de países árabes amigos como Arabia Saudí, los EAU, Egipto y Jordania, sea posible dar un giro para calmar la situación y alcanzar un alto el fuego.

Por supuesto, cuanto más tiempo pase, mayor será la tensión en los lazos entre Estados Unidos e Israel y más difícil será para la Administración Biden mantener un equilibrio en lo que ya es una relación problemática con Netanyahu. Fundamentalmente, Israel tiene que aceptar la nueva realidad de que ya no es invencible ni la potencia dominante en la región de Asia Occidental.

(*) M. K. Bhadrakumar, diplomático jubilado, es uno de los más prestigiosos analistas de Asia sobre geopolítica mundial. Ocupó numerosos cargos relevantes en distintos gobiernos de India.

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