Berna, Suiza. Por Sergio Ferrari.
El acelerado proceso de militarización de Europa en las últimas décadas encamina al continente hacia un callejón sin salida. La guerra Rusia-Ucrania potencializa aún más esta tendencia, multiplica la espiral bélica ascendente y esboza riesgos de consecuencias inimaginables, como el recurso a medios nucleares. Voces de la sociedad civil se alzan para exigir la búsqueda de opciones pacíficas. “Hay que superar las políticas belicistas hegemónicas en la Unión Europea hoy, y para ello es necesario un cambio de enfoque en la seguridad continental”, afirma en entrevista exclusiva Jordi Calvo Rufanges, investigador, profesor y coordinador del Centro Delàs de Estudios por la Paz, con sede en Barcelona, España. Para quien el resultado electoral en Estados Unidos del martes pasado no anticipa perspectivas positivas.
Las cifras de los últimos quince años son elocuentes: entre 2007 y el presente, el presupuesto comunitario de la Unión Europea para la seguridad y la defensa se ha triplicado. El programa para 2021-2027 contempla 19.500 millones de euros anuales (21.250 millones de dólares). Sin contar los sucesivos aumentos debido a la guerra en Ucrania y el apoyo militar a Kiev, que en septiembre de 2024 alcanzó los 39.000 millones de euros (42.500 millones de dólares).
El proceso de militarización de la Unión Europea, sin embargo, “se viene cocinando a fuego lento desde hace varios lustros y va de la mano con la propuesta de convertir al continente en un actor militar y de poder de primer nivel mundial”, explica Calvo, uno de los cinco investigadores del Centro Delàs que produjeron juntamente con la Red Europea contra el Comercio de Armas (ENNAT, su sigla en inglés), el informe Por una política de paz y desarme en Europa. Propuestas para una Europa de la distensión, la paz y la seguridad compartida. Dicha publicación salió a la luz pública la segunda quincena de octubre del año en curso.
Es paradójico, reflexiona Calvo, que este proceso que pretendía reforzar la defensa y la seguridad del continente no haya logrado evitar la guerra en la propia Europa. Y en paralelo, “este gran fracaso se ve acompañado de una preocupante amenaza contra la democracia, como es el crecimiento de la extrema derecha, con su lenguaje de odio, xenofobia y racismo y sus propuestas de levantar nuevas fronteras y expulsar a los migrantes”.
Para Jordi Calvo, la decisión de militarizar cada país del continente y la Unión Europea en su conjunto crea un marco que se asemeja mucho al contexto histórico que luego desembocó en la Segunda Guerra Mundial, “con argumentos y slogans de intolerancia y rechazo al ser humano diferente que abrieron las puertas a ese tremendo conflicto bélico”.
En la actualidad se da en un escenario político continental marcado por el ascenso de fuerzas de extrema derecha que llegan al gobierno como en Italia, Hungría y otros países o bien que se consolidan como alternativa posible de gobierno, como [Marine] Le Pen en Francia, o que se proyectan como oposición anti-todo, al estilo de Vox en España. Al mismo tiempo, los partidos de centro y de izquierda, gubernamentales o no, han sido arrastrados hacia posiciones conservadoras y llegan a aplicar, de igual forma que la derecha, políticas que atentan contra los servicios públicos y el Estado social (como la salud y la educación públicas) así como de reducción de la cooperación al desarrollo. Es decir, se percibe que los sectores más bélicos y reaccionarios de nuestras sociedades son los que por el momento se imponen en el debate cultural y el relato ideológico predominante y determinan dónde colocar el cursor político. “Como que estuvieran preparando todo para una hipotética nueva guerra. Me pregunto si, en realidad, no será ese el objetivo último al que quieren llegar”, comenta Calvo con preocupación.
Más armas, menos autonomía
En su análisis, el militante pacifista identifica un segundo elemento clave: el hecho de que las doctrinas de seguridad y de defensa se desarrollaron bajo el precepto de conseguir mayor autonomía para Europa. Sin embargo, “la actual propuesta de la Unión Europea no habla de ninguna autonomía real en materia de seguridad con respecto a Estados Unidos, más allá de lo que aparentemente pueda mostrar un presupuesto comunitario y el de cada uno de sus estados miembros, cada vez mayor”.
Según Calvo, la influencia de Estados Unidos y de la OTAN no ha facilitado la construcción de la paz en el Viejo Mundo. Por el contrario, la militarización ilimitada del bloque occidental promovida por la OTAN ha aumentado la percepción de amenaza de parte de sus hipotéticos rivales, como Rusia o China. Como resultado, argumenta, “el aumento del presupuesto militar comunitario multiplica los beneficios de empresas de armas a ambos lados del Atlántico”.
Por otra parte, sostiene el informe, el Nuevo Concepto Estratégico de la OTAN aprobado en 2022 actualiza el concepto militar de disuasión y enumera los medios que hay que desarrollar para aplicarlo: “La postura de disuasión y defensa de la OTAN se basa en una adecuada combinación de medios de defensa nuclear, convencional y antimisiles, complementada con medios espaciales y cibernéticos”. La OTAN anticipa que “Reforzaremos significativamente nuestra postura de disuasión y defensa para privar a cualquier adversario en potencia de cualquier oportunidad de agresión. A tal fin, nos aseguraremos una presencia significativa y persistente en tierra, mar y aire, incluso mediante una defensa antiaérea y antimisiles integrada y reforzada”.
La impresionante fortaleza militar europea sigue en construcción, aunque la permeabilidad de sus fronteras terrestres y marinas, así como la proximidad de escenarios de guerra –llámese Ucrania o Medio Oriente– desnudan su fragilidad. Específicamente con respecto a Palestina, el Centro Delàs publicó hace unos meses su informe La Banca Armada y su corresponsabilidad en el genocidio en Gaza. La financiación de las empresas que fabrican las armas usadas en las masacres contra la población palestina. El mismo pone el foco en el negocio de los bancos y las empresas de armas que están lucrando gracias a la ofensiva israelí contra Gaza.
La seguridad del continente europeo ha estado en manos de la OTAN desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Pero este modelo no ha logrado crear un marco real de seguridad, reitera Jordi Calvo. Quien subraya que, tras una la disolución de la Unión Soviética, la OTAN aprovechó la debilidad de su enemigo tradicional para incorporar a antiguos aliados de Rusia a la organización militar atlántica, “eliminando así cualquier posibilidad de avanzar hacia la construcción de la Casa Común Europea de la cual hablaba Mijaíl Gorbachov, el último líder soviético y promotor de la disolución de la URSS”. Y de esta manera “se desaprovechó ese que hubiera sido el mejor momento de dibujar consensualmente un escenario de paz”.
Promover el paradigma de paz con justicia
En ese sentido, asegura el coordinador del Centro Delàs, seguir apostando a intensificar los medios militares para alcanzar la paz en Europa no supondría ninguna diferencia con el modelo propuesto hasta hoy bajo la tutela de la OTAN. Si bien la autonomía europea es esencial, el actual paradigma defensivo de la Unión Europea no propone ninguna autonomía militar real respecto de los Estados Unidos.
La reciente victoria electoral de Donald Trump, “seguramente servirá para justificar mayores aumentos en los presupuestos militares europeos bajo la premisa de una improbable ruptura de Trump con sus aliados de la OTAN”, afirma Calvo. Con el posible resultado de que “una parte considerable de dichos aumentos se destine a la adquisición de armamento estadounidense. Este ha sido, quizás, el objetivo principal de los presidentes norteamericanos que han exigido reiteradamente que los Estados europeos asignen el 2% de sus respectivos PIB al gasto militar”, completa.
A pesar de los oscuros nubarrones que marcan hoy la geopolítica mundial, la búsqueda de opciones se convierte casi en una obsesión para amplios sectores de la sociedad civil europea –y mundial– que creen que existen alternativas pacíficas posibles y necesarias. Como las 300 organizaciones españolas partícipes en la Campaña No a la militarización, no a la guerra, movimiento que procura extenderse al resto del continente. Dentro de este mismo contexto, el Centro Delàs aclara a través de su coordinador que “somos pacifistas, lo venimos demostrando desde hace 25 años. Estamos contra cualquier guerra, de igual forma que nos expresamos contra la agresión de Rusia a Ucrania”.
Jordi Calvo sostiene que existen posibilidades de una visión diferente de seguridad para Europa. Por ejemplo, implicaría promover el enfoque de Seguridad Humana que propone una seguridad centrada en el desarrollo de las personas, no en la seguridad nacional (de Estado). El mismo, debe basarse en la cooperación, el multilateralismo, los derechos humanos y la construcción de la paz. O bien el enfoque de Seguridad feminista, que propone acabar con la marginación de las mujeres, agregando el género como categoría de análisis para construir seguridad a partir de los principios del cuidado y respeto en un marco inclusivo y ecofeminista. Sin subestimar, además, la seguridad verde para Europa, que busca superar el antropocentrismo hacia una protección del medio ambiente en su conjunto, de la biosfera, ecológicamente sostenible”.
¿Se trata solo de conceptos o constituyen pistas concretas para un cambio de fondo del paradigma militarista actual?, preguntamos. Calvo responde enfáticamente: “Necesitamos voluntad política y un cambio de enfoque en la seguridad europea, [la cual] debe incorporar una visión de cultura de paz que permita superar la seguridad belicista y militarizada actual”. En el horizonte, y como desafío, tanto para el Centro Delàs como para muchos otros movimientos pacifistas continentales, se trata de apostar a una paz positiva, con justicia estructural, que promueva una nueva cultura no violenta y que logre el fin de los conflictos por medios pacíficos. Calvo sugiere la mejor manera de lograrlo: “En la práctica, significa alejarse de la dominación y la hegemonía del poder y en potenciar la comunicación, la coordinación y la empatía entre los pueblos, con justicia global, internacionalismo, cooperación, intercambios comerciales justos y descolonización real, sin patriarcado”.
En cuanto a las relaciones internacionales concretas, la tarea de construir la paz, explica Calvo, significa “romper esquemas, volver a hablar de la Gran Europa, abandonar las vías militares y construir un proyecto de convivencia que incluya a todos, incluso a Rusia”. Lo que está en juego, concluye el militante pacifista valenciano, “es la sobrevivencia misma del continente y del planeta y en poder ofrecerles a nuestros hijas, hijos, nietas y nietos una perspectiva de vida sin guerra”.