Managua. Por Moisés Absalón Pastora, Detalles del Momento
Del significado que se le confiere entendemos que la democracia representativa es el estado político que procediendo del pueblo no se ejerce por este mismo sino por autoridades elegidas por medio del voto popular.
La democracia directa es aquella a través de cual el pueblo vota directamente por las políticas y las leyes que se quieren en lugar de elegir a representantes que lo hagan en su nombre. A esta también muchas veces la conceptuamos como “democracia pura” y aunque adopte diversas modalidades, desde sistemas acordados previamente siempre el pueblo es el que decide a través de mecanismos que se identifican como plebiscito o referéndum o sea la democracia directa es cuando la ciudadanía vota directamente las leyes u otras iniciativas políticas. La democracia indirecta es cuando elige representantes para que realicen esas mismas votaciones en su nombre.
De la democracia se dice que es una forma de gobierno justa y adecuada para vivir en armonía dónde el sujeto fundamental que materializa los cambios es el ciudadano por lo que es necesario que entre los gobernantes y el pueblo prevalezca el diálogo para alcanzar objetivos comunes.
La democracia es un fin para las ideologías liberales, conservadoras, social demócratas, social cristianas y otras de resiente data a las que se han cosmetizado como doctrinas políticas siendo en realidad programas económicos que se aplican sin anestesia como el neoliberalismo. Todas estas doctrinas que ya poco se estudian desde los centros de formación política y que van desapareciendo, te dicen que la democracia es el modelo perfecto porque te lo venden como incluyente y componedor y que bien que así sea, por lo menos en el discurso, porque si de la práctica se trata entonces lamentablemente hemos de reprobar los resultados de aquella democracia que invocando la justicia, el orden, la igualdad y la libertad te terminan llevando a lo que hoy estamos viendo; “La democracia del caos” o el reino del caos”.
El significado de democracia proviene de las palabras griegas “demos”, las personas, el pueblo, y “kratos” que significa poder; por lo que la democracia se define como “el poder del pueblo”, es decir una forma de gobernar que depende de la voluntad del pueblo y eso muchos lo venimos escuchando desde que la política, desde tempranas edades, nos empezó a entusiasmar, a gustar, a meternos en ella y a tomar riesgos por ella a fin de ver resultados y en ese camino también fueron muchos los que se quedaron sin ganas de seguir adelante porque aquello que vimos como un ideal que perseguía un paraíso donde todo era maravilloso terminó siendo una mentira no porque la democracia sea mala sino porque quienes se dijeron demócratas nunca lo fueron.
Hoy por hoy vivimos en un mundo caracterizado por la exclusión, algo que es incompatible con la democracia desde la definición que fue creada para ella, es decir no eres ni demócrata ni democrático, sino piensas como yo y esa forma muy dictatorial de ver las cosas tiene al mundo patas arriba y gobernado por el “reino del caos”.
Yo veo por estos días un planeta al borde quien sabe de qué cosa porque en el reino de la confusión que habitamos lo único claro que tengo es que el imperio norteamericano, desesperado por su propio e inevitable derrumbe nos quiere llevar junto con él al abismo, y a nombre de la democracia, desde diversas formas, trata de imponer una política global de supeditación a sus caprichos y por supuesto lo hace a nombre de la democracia.
Dicho de otra forma, Estados Unidos llama dictadores a los que no piensan como él. Se lanza contra aquellos que siendo líderes de sus pueblos no son demócratas solo porque no fueron los candidatos de la Casa Blanca de manera qué no nos extrañemos por lo que está pasando actualmente Perú con el ex presidente y ahora preso Pedro Castillo, con el remate que le viene a Argentina con el ogro de Javier Milei, con la desestabilización institucionalizada que padece Ecuador, con la negación candidatural que se hace contra Evo Morales en Bolivia, con el sicariato que sufre Costa Rica, con las resbalosas cáscaras que tiran a Gustavo Petro o con la mira que con mampuesta tienen sobre Lula en Brasil.
De la misma manera no podemos extrañarnos por lo que hacen en Cuba a la que tienen bloqueada criminalmente desde hace 70 años a pesar de la indignación mundial contra la miserable política de agresión contra la isla que además se extiende hacia Venezuela y Nicaragua que tienen a gobiernos emanados de la voluntad popular.
Nada de eso puede sorprendernos porque para el imperio norteamericano agredir a la américa latina que siempre está en rebeldía es lo de menos pues la máxima expresión de su demencia la está consumando con la guerra contra Rusia, utilizando a sus perros de pelea en la OTAN, dizque para defender a una Ucrania dónde los “demócratas del neonazismo” exterminan a ciudadanos rusos al mejor o más refinado estilo de Adolfo Hitler y ya no digamos con lo que hace contra Palestina. Así las cosas y aterrizándolas para su mejor comprensión lo que quiero decir es que la democracia participativa o directa ha sido despedazada y sustituida por el reino del caos, pero gracias a Dios hay pueblos que como el nuestro descifraron el origen del problema y decidieron corregirlo.
En Nicaragua tenemos ciertamente un gobierno sandinista fuerte, no porque la fuerza del poder lo sustente, sino porque la razón de haberse legitimado dónde está se origina en el pueblo y desde esa realidad es que ha podido hacer las enormes, profundas e innegables transformaciones que revolucionan al país todos los días.
La más reciente expresión de la democracia política que tuvimos otorgó al FSLN las 153 alcaldías que estaban en juego como de igual manera lo hizo confiriendo en el 2021 un cuarto mandato para el presidente Ortega y de la misma manera poner en la Asamblea Nacional a 75 diputados sandinistas, que representan el 82% del universo parlamentario.
Este dominio sandinista del quehacer político, social y económico es posible gracias a una estrategia y modelo que hace del FSLN un partido único no porque sea el único que exista sino porque los demás están, pero no son y non son, porque son la expresión más rancia del “reino del caos” y no solo por habitarlo, sino porque fueron parte de el en el 2018.
Si esta no fuera la realidad de Nicaragua, por el apetito geopolítico que de nuestra posición tiene el imperio, nosotros a estas alturas, considerando a los vende patria que hemos tenido, estaríamos colgados como una estrella más en la bandera de los Estados Unidos y el país que tenemos hoy seguramente viviría 150 años atrás de nuestro presente.
Lo digo por el estancamiento que nos impusieron las contradicciones de las paralelas históricas cuando para ellos la democracia era la monarquía o el poder concentrado en una sola persona o la aristocracia que era el poder de los llamados “mejores” y nunca el poder del pueblo que es el que ahora tenemos con el eslogan ejecutivo de “pueblo presidente” porque es el que decidió tener, salud y educación gratuita, comunicaciones, carreteras, escuelas hospitales, casas maternas, calles, energía, alumbrado, subsidios, deporte, entretenimientos, parques, malecones, seguridad, paz, estabilidad, dignidad humana y tantas y tantas cosas más que para aquellos era un privilegio y para nosotros es un derecho conquistado hasta con lágrimas de sangre.
A propósito de la “democracia del caos o el reino del caos” que es lo mismo debo recordar que aquí una vez tuvimos una Asamblea Nacional que a nombre de la democracia solo barbaridades hacía y lo peor, lo hacía descaradamente desde la democracia de las bisagras, desde la democracia de los cañoneados, desde la democracia de los llamados “azul y blanco”, desde la democracia de los “bucaneros” que al final siendo minorías eran los que decidían la votación que no se alcanzaba para determinado fin por falta de acuerdos entre las bancadas mayoritarias y eso durante un buen tiempo fue un problema que nos ancló y claro no dejó caminar al país porque nos metió en un torbellino político del que solo se salía a base de “negociaciones” a las que membretaban como la “civilización democrática” entre gente decente. Estas “negociaciones” jamás arrojaron beneficios para el país, pero sí para los “negociadores” que después de sacarse la lengua y decir cualquier barbaridad, los unos contra los otros en los medios de comunicación, terminaban abrazados porque lo que circulaba bajo la mesa era el dólar y los beneficios personales de los que habitaban en ese inframundo.
Al final el pretendido se remendaba y aunque salía más deformado que otra cosa, el nacatamal mal amarrado, como le llamaba Doña Viole, terminaba medio sancochado porque esas bisagras representadas por siete o diez diputados eran debidamente aceitadas, cañoneadas desde el edificio contiguo a la Asamblea Nacional que fue ocupado como casa de gobierno por Antonio Lacayo y en parte de su periodo por Arnoldo Aleman y que en tiempo del ingrato y tristemente célebre de Enrique Bolaños fue el CONPES, el Consejo de Planificación Económica y Social del que Violeta Granera, terrorista destacada del fallido golpe de estado de 2018, hizo en sus tiempos de poder una caja chica muy personal.
Pues bien, ese criterio que en algún momento de confirió a la democracia formal ya no existe porque la “democracia del caos”, al menos en nuestro país, es ahora la democracia popular, que decidió conferir un mandato incuestionable a la autoridad constitucional que hoy tenemos en toda la estructura del estado para que tengamos una visión estratégica armonizada, coherente, sensibilizada, efectiva y profundamente social para poder hacer gobierno.
Se hace gobierno convenciendo y no imponiendo, dialogando y no agrediendo, haciendo no prometiendo, armonizando no distanciando y en eso estamos todos aquellos que asumimos el compromiso de hacer patria contra es “reino del caos”.