Managua. Por Francisco Bautista Lara
El domingo 6 de noviembre de 1932, hace noventa (90) años, se celebraron en Nicaragua las últimas elecciones bajo control directo de la intervención norteamericana, inició, en el contexto de aquel año bisiesto, bajo vergonzosa sumisión y dependencia, el germen de la Dictadura Somocista que se prolongó, bajo complicidad libero-conservadora y patrocinio estadounidense, durante 47 años, hasta la victoria popular del 19 de julio de 1979, cuando la lucha patriótica y antiimperialista que Sandino sostuvo con heroísmo durante seis años (1927-33), rindió sus frutos de soberanía, independencia, dignidad y autodeterminación. Fue hasta 1984 que los nicaragüenses fueron artífices soberanos del escrutinio popular para elegir, desde el poder popular, a sus representantes. El tiempo de sumisión vergonzosa feneció, se impusieron con dignidad las elecciones soberanas, sin intromisión extranjera y por el bien común.
Mientras los liberales ocupaban la presidencia con José María Moncada –por ser quien firmó el pacto de entrega del Espino Negro en 1927 con Henry L. Stimson, enviado especial de Coolidge, presidente de EE.UU.- y el general Anastasio Somoza García fungía como Ministro de Relaciones Exteriores, el poder real lo tenían las fuerzas de ocupación norteamericana: el Ministro de los Estados Unidos Matthews Hanna, su secretario Mr. Beaulac, el jefe de la Misión Electoral el contraalmirante Clark H. Woodward, el Jefe Director de la Guardia Nacional mayor general Calvin Matthews, el general de brigada Randolph C. Berkeley Jefe de los Marinos en Nicaragua, oficiales del Estado Mayor, entre ellos: brigadier general Julián C. Smith, coronel William H. H. Tuwille, coronel Thomas P. Cheotham, coronel Lervy P. H. Junt, además el recaudador de Aduanas Mr. Irving A. Lindberg, el Gte. del Ferrocarril Mr. Thowsend y otros.
El 4 de septiembre, conforme reglamento militar de EE.UU., fueron condecorados “valientes oficiales norteamericanos al servicio de la Guardia Nacional”; al teniente Donald L. Truesdale” se le otorgó medalla del Congreso de EE.UU. y a John Hamas la Cruz Naval “en premio de sus importantes servicios prestados durante 12 años”. En la ceremonia “una escuadra de marines que portaban el Pabellón Nacional de los Estados Unidos” ocupó el centro del Campo de Marte. Asistieron: el Ministro de Relaciones Exteriores Gral. Somoza, el Ministro de EE.UU. Hanna, el Pte. de la Corte Suprema de Justicia Dr. Federico Sacasa.
En El Comercio, diario liberal afín a la ocupación extranjera, el poeta conservador Luis Alberto Cabrales publicó (18.09): “Nicaragua, vergüenza del Continente”. Motivado por la descalificación del Diario Nicaragüense (Granada) –incondicional ante la intervención-, que señala “el anhelo de exaltar a Sandino que se ha despertado en los jóvenes de Vanguardia”, quienes afirman que Nicaragua se ha convertido en vergüenza del Continente y del mundo; Cabrales evidencia las circunstancias de la vergonzosa situación:
“…/… ¿Existe en el Continente un individuo como el señor Adolfo Díaz que siendo Presidente de una República libre pide el desembarco de tropas extranjeras para que lo mantengan en el poder y que, a pesar de eso, mejor dicho, por eso mismo, sea escogido para eterno candidato a la presidencia de la República? ¿Existe en el Continente un individuo como el señor Juan Bautista Sacasa, que después de levantar bandera de libertad y de autonomía y de enviar a la muerte y al sufrimiento a todo un pueblo en nombre de esa bandera, rompa con los altos ideales, los traicione por conveniencia propia, y a pesar de eso, mejor dicho, por eso mismo, sea escogido para candidato a la presidencia de la República?
¿Existe una nación en todo el Continente que consienta con los brazos cruzados en que el presupuesto de las escuelas sea reducido a cero para que militares extranjeros con sueldos de lujo, ejerzan el verdadero poder en toda la República? ¿Existe una nación en todo el Continente que ponga el ejercicio de la soberanía bajo el control consuetudinario de tropas extranjeros de ocupación? ¿Qué llame elecciones honestas, libres y justas a elecciones fraudulentas en la que sólo puede escogerse entre los candidatos completamente entregados a la intervención extranjera?
¿Existe en el Continente una nación en la que para que candidato a la Vicepresidencia de la República sea necesario irse a humillar ante un militar extranjero y declarar su fe intervencionista, abjurando de todo lo dicho en años anteriores, como le ha pasado a ese orador insustancial y florido que es el doctor Horacio Espinosa? ¿Existe en todo el Continente dos voceros autorizados de dos partidos que como Juan Ramón Avilés y Pedro Joaquín Chamorro –hermanos siameses en genuflexiones- se viven acusando mutuamente de ser traidores a la intervención extranjera, sin jamás acusarse de lo que realmente son, es decir, de traidores a la patria? …/…”
El 30 de septiembre el presidente de la Misión Electoral de EE.UU., contraalmirante Woodward, declaró: “algunas personas están bajo la impresión de que sería inútil para ellas inscribirse y votar porque se rumora que las elecciones del futuro Presidente de la República, es un asunto ya convenido entre el Gobierno de Nicaragua y el Gobierno de los Estados Unidos”, por lo que “deseo declarar categórica y enfáticamente, de una vez por todas, que dicho rumor, es absolutamente falso y no tiene otro objeto que desviar la opinión pública de modo deliberado y malicioso. Puedo asegurar al pueblo de Nicaragua que el Gobierno de los Estados Unidos no tiene preferencia alguna por cualquier candidato. Como todo el mundo sabe o debiera saberlo, la única razón por la que el Gobierno de los Estados Unidos aceptó la invitación del Gobierno de Nicaragua para supervigilar las elecciones de autoridades supremas de 1928, en 1930 y 1932 fue la de garantizar que tales elecciones serían libres, justa y honradas, y que las personas electas para dirigir los destinos del pueblo de Nicaragua realmente representan la voluntad de la mayoría”. Eran los candidatos aceptados por la ocupación extranjera, los liberales: Juan B. Sacasa, presidente y Rodolfo Espinoza, vicepresidente; los conservadores: Adolfo Díaz, presidente y Emiliano Chamorro, vicepresidente.
En aquel escenario de 1932, la campaña antiimperialista de Sandino se radicalizó, fueron desplegados esfuerzos militares y políticos para frustrar y descalificar las fraudulentas elecciones, condenando, no sólo la supervisión estadounidense bajo intervención militar, sino también a los candidatos y el viciado proceso que Sandino consideraba una farsa de EE. UU. con la sumisa complacencia de liberales y conservadores. Diversos reportes dan cuenta de las acciones sandinistas, no sólo en territorios bajo su control en el Norte, sino también en San Francisco del Carnicero, Managua; Somotillo, Cinco Pinos, San Francisco de Cuajiniquilipa (hoy del Norte), Villanueva, San Pedro, Santo Tomás y Chichigalpa en Chinandega; El Sauce, Santa Rosa, Sabanagrande y Telica en León, y en Chontales, se menciona la presencia de “los cabecillas Salgado, Colindres, Peralta, Quintero” y hasta del propio Sandino. Los insurgentes cortan las comunicaciones, destruyen el registro electoral, ocupan bienes y dinero para sostener la guerrilla, también se dice de ejecuciones y secuestros. El Gral. Emiliano Chamorro se presentó el 1ro. de octubre ante el Ministro Hanna en la Legación Americana –quien tenía conocimiento de los hechos-, para denunciar la llegada de sandinistas a su hacienda Río Grande. Después “constató que la pérdida en su ganado fue de 600 cabezas”. Un informe “asegura que por el lado de Chinandega avanza una fuerte columna de 1200 sandinistas quienes portan magnífico armamento y mucha munición” (El Comercio, 3.11).
El coronel Gerardo Zúñiga Montufar escribió en La Tribuna de San José, al referirse al general Augusto C. Sandino: “Después de una actuación larga y eficiente se encuentra en las Segovias con dos o tres mil hombres aguerridos, nuevas piezas de artillería, cuatro mil rifles y cincuenta ametralladoras. Sandino no acepta ni a Díaz ni a Sacasa, a quienes califica de vendepatria. El candidato de Sandino es el doctor Escolástico Lara, hombre austero, anti intervencionista” (El Comercio, 27.10). El 4 de noviembre, desde Tegucigalpa: “de los centros sandinistas dicen que el guerrillero anunció el establecimiento de un gobierno autónomo con el Gral. Juan Gregorio Colindres como Presidente Provisional, sobre todo el territorio que controla el Gral. Sandino. También dicen que el gobierno insurgente ignorará las elecciones nicaragüenses del domingo y que convocará sus propias elecciones”.
El Comercio (29.09) lamenta: “No desaparecerá el peligro de Sandino”, porque “El sandinismo se extiende por todas partes” y “se sabe que sus miras las tiene fijas en la capital y las otras ciudades principales. Aspira a apoderarse de ellas para tener todo el control del país”, que “parece que el viaje de los marinos anunciado para el 1º. de enero lo tiene más envalentonado”. Con el título “La idea de redimir a las Segovias” (8.10) El Comercio publica: “En reuniones que han tenido los representantes de los partidos para afrontar el problema de la pacificación de las Segovias, se ha pensado en ponerse en contacto con el general Sandino, a fin de dar término a la esa lucha sin cuartel que tiene ya cinco años y acerca de la cual todos los días se lamenta una desgracia. Decíamos nosotros en días anteriores, que era necesario una convivencia con Sandino y para conseguir este fin, que el Gobierno lo nombrase Ministro de la Guerra y sus lugartenientes jefes departamentales en las regiones del Norte. Comprendíamos la gravedad del pensamiento que lanzamos y en las esferas ofíciales no fue del agrado… Más todavía, lo calificaron con palabras más fuertes. En estos momentos, lo que se le ofreciera a Sandino carece de todo valor, porque ha llegado a tal situación que se cree un personaje, no solamente de Centro América, sino del mundo entero. Con el auxilio de personas importantes se ve rodeado de un ejército equipado, con dinero, de tal modo, que pueda afrontar cualquier lucha de armas, amparado por las posiciones que ocupa”.
La embajada americana informó de manera oficial: “Legation of The United States of American, Managua, octubre 26 de 1932. Con referencia a una gacetilla que publica la prensa de hoy, como venida de Washington y relacionada con la próxima salida de Nicaragua de los Marinos Norteamericanos, esta Legación desea reiterar que la fecha fijada para la completa evacuación es el 2 de enero de 1933”. El 2 de noviembre el teniente Linsert, del estado mayor del Gral. Berkeley y jefe de inteligencia de los marinos, declaró que “no era cierto la llegada de nuevos contingentes de marinos a Nicaragua, pues con el número que actualmente se disponía, podría garantizarse el orden en las mesas de votación del seis de noviembre”, según creían ambos partidos “la llegada de esos nuevos contingentes como una prudente reserva para garantizar el voto en caso de un inesperado movimiento de los bandoleros”. El Comercio (27.10) publica: “en la ciudad de Ginebra se ha discutido y decidido que se retiran las fuerzas americanas de ocupación en Nicaragua y no hay duda que a eso obedece la decisión de retirarlos, señalando la fecha de dos de enero próximo, como lo declara el señor Ministro Americano. Es de lamentarse que aquellas gestiones de prolongar más la estada de las fuerzas americanas en Nicaragua no vayan a tener éxito porque al Presidente de la Casa Blanca se le insinúa la medida de la desocupación”.
El liberal Dr. Manuel Cordero Reyes, magistrado de la Corte Suprema de Justicia, en visita al Dpto. de Leyes de la Misión Electoral para aclarar dudas sobre los comicios del 6 de noviembre, -según publicó El Comercio (27.10)-, recibió el siguiente comentario de Mr. Woodward: “- No se preocupe Ud. doctor; no se ponga nervioso, tenga Ud. fe en que todo se hará bien. Es a mí a quien toca resolver. ¿No le merece su confianza mi actuación como Presidente de la Misión Electoral? ¿Acaso no cree Ud. en la imparcialidad de la Misión? – Dice Ud. muy bien, señor Contraalmirante. Ud. y la Misión nos merecen absoluta confianza. -Pues entonces, señor Magistrado, no hay para qué hablar más”.
Según Luis A. Cabrales, (El Comercio, 28.10): “Ante la negativa absoluta de Sandino de reconocer a Díaz o a Sacasa, …: no quiere tratar con ellos porque los considera como los exponentes más altos de la política intervencionista, como los hombres capaces de conceder todo al interventor por mantenerse en el poder; pero y tratándose de hombres como los dos vicepresidentes Espinoza y Chamorro, las circunstancias cambian… En esos puntos deberían fatalmente entrar el compromiso de no aceptar en lo sucesivo ningún control norteamericano en las elecciones venideras; no control de las aduanas, no control del ejército; revisión de los Tratados; compromiso de no contraer empréstitos; … En cuanto a la política interior existen otros puntos que son indispensables para la paz social y política…: Implantación de leyes protectoras del obrero, … Control de Sandino sobre los departamentos del Norte de manera pacífica, aunque armada, para mientras progresivamente se vayan realizando todos y cada uno de los puntos que se relacionan con la política exterior e interior.”
El contraalmirante Woodward, presidente de la Misión Electoral, ofreció en la noche del 4 de noviembre, un banquete en el Club de Oficiales Americanos. “Tomaron asiento en la mesa: el obsequiante y el señor Presidente de la República, acompañados de los candidatos y demás invitados, todos representativos del mundo oficial de los dos partidos; del elemento americano y Cuerpo Diplomático acreditado en Nicaragua”. El Comercio publicó, desde la sumisión que representa: “Terminando el trabajo de la Misión Electoral, sea cual fuese su resolución, no queda otra aspiración que aceptar el fallo de los comicios, con la voluntad que nace de la seguridad de que la elección practicada ha sido en todos los términos recta, honrada y honesta. De ese banquete nacerá también la convicción ciudadana de que las familias o círculos deben empeñarse en un propósito de paz, sin que ninguna ambición alcance a desvirtuar esos buenos propósitos. Ese banquete obsequiado por el Almirante es como un abrazo de fraternidad ante el poder interventor, como para pulsar nuestros instintos y dar remate a esta lucha de odios que nos ha aniquilado”.
El 3 de noviembre, en subordinación a la ocupación extranjera, fueron condecorados por Moncada en el Palacio Presidencial de la Loma, sesenta (60) oficiales de la Marina de EE.UU., treinta y cinco residiendo en su país, y veinticinco presentes en el acto oficial: con la medalla del Mérito Presidencial al Gral. Berkeley, cuatro con la medalla de Distinción, once con la Cruz del Valor y nueve con la Medalla al Mérito. El documento al jefe de las fuerzas de ocupación dice: “El Presidente de la República de Nicaragua, tiene a bien conceder la Medalla Presidencial del Mérito al General de Brigada Randolph C. Berkeley, por excepcionales y distinguidos servicios prestados a Nicaragua, en el desempeño de puestos de gran importancia y responsabilidad como Jefe del Estado Mayor de la Segunda Brigada de Marinos, desde el 25 de junio de 1928 hasta el 10 de abril de 1929, y como Comandante General de la Segunda Brigada de Marinos desde el 26 de noviembre de 1931 a esta fecha, tiempo en que esta Brigada ha estado operando en la República…”. Agrega: “Durante este mismo período ha cooperado sinceramente con la Guardia Nacional en su campaña contra las fuerzas del bandolerismo organizado…” (El Comercio, 11.11).
El día del sufragio El Comercio publicó con servilismo “El día de las grandes esperanzas”: “…Mientras tanto, en la Misión Electoral se está jugando un gran papel, pues tiene en la mano, el cómputo de los votos nicaragüenses. En la mesa del Almirante está la suerte nuestra y será un rasgo de su pluma, un gesto de su autoridad, lo que defina nuestra situación. Y para el candidato perdidoso y sus partidarios, no les queda otra determinación que acatar ese fallo y conformarse con él. Tal vez sea calificado de injusto por algunos, mientras otros lo aprobarán y aplaudirán. Esta es la situación de los nicaragüenses buscada por su propia voluntad. Así lo quisieron; así lo pidieron, porque no tuvieron fe en sus propias fuerzas. Nadie se los exigió; nadie los obligó a pedir esta dependencia en que estamos…”.
El 8 en la mañana el jefe de la Misión Electoral en Nicaragua visitó al doctor Sacasa para felicitarlo por su triunfo obtenido en los comicios del domingo. El Gral. Moncada comunicó a las autoridades estadounidenses que estaba satisfecho con los resultados: “Se hizo con el mayor orden en toda la República, presidida con imparcialidad manifiesta por la Misión Electoral. El bandolerismo solamente impidió el voto en pequeños cantones sin afectar el resultado general. Ya es seguro el triunfo del candidato liberal Dr. Sacasa, con una mayoría de más o menos veinte y tres mil votos… En esta elección, no obstante, el bandolerismo, el liberalismo ha crecido…”. The New York Post publicó: “Los liberales conducidos por una gran mayoría de votos en la pasada elección presidencial, triunfaron rotundamente en Nicaragua, a pesar que el conservatismo demostró fuerza y disciplina en las urnas, sacando airosa la candidatura del doctor Juan Bautista Sacasa, con 22 mil votos. Las cámaras futuras serán integradas por elemento liberal también con fuerte mayoría”. El 12 de noviembre el Consejo Nacional de Elecciones presentó el cómputo total de la votación de los 13 departamentos que ascendió a 129,508 votos; Liberales Constitucionalistas obtuvieron 76,030, los Conservadores 53,576; los primeros superaron a los segundos por 22,552 votos. Serán libradas las certificaciones a favor de los electos; el 21 de diciembre será presentado el informe al Congreso Nacional para que los electos tomen posesión el 1º. de enero de 1933. El 14 de noviembre Mr. Woodward informó oficialmente la elección del doctor Juan B. Sacasa como presidente y la del nuevo Congreso: senadores (15 liberales, 8 conservadores) y diputados (29 liberales, 14 conservadores).
En vísperas de las elecciones fue firmado por los candidatos a la Presidencia, bajo instrucción de las fuerzas de ocupación, el Convenio de la Guardia en el que se estipula: “el jefe será escogido del Partido triunfante, el Estado Mayor y el segundo jefe serán seleccionados en el mismo Partido, aunque es seguro que se dé algún puesto a un conservador. Para las jefaturas departamentales se establece que los militares sean así: catorce oficiales conservadores y catorce liberales, manteniéndose en todo el cuerpo la condición de no partidarismo, pues serán servidores de la República y no parciales…”. Se dice que “el general Somoza será el jefe de la Guardia y que ya está seleccionando a los nuevos oficiales de acuerdo con las listas que presentaron los partidos”. Sobre el asunto de incluir a conservadores en la Guardia, grupos liberales se oponen, El Comercio publicó: “Hay que prever antes que remediar” (12.11): “La idea que se ha lanzado de juntar los dos elementos, liberales y conservadores, para servicio de la Guardia, no nos parece oportuna… Se tiene por sentado de que el Jefe de la Guardia pertenecerá al Partido Liberal, capacitado para ese puesto, que será como el jefe de un ejército del país y desearía que sus subalternos fueran de una misma divisa para evitar cualquier roce de opiniones en el cumplimiento de las órdenes.
El 12 de noviembre, el Jefe de la Guardia Nacional C. Matthews, quien poco domina el español, manifestó que aún no sabe quién será su sucesor y que ciertamente que se menciona al Gral. Somoza para estas funciones. El 14 de noviembre fue nombrado Somoza como Jefe Director de la Guardia Nacional. Dos días después fue juramentado en el Palacio de la Loma. Según el diario: “En breve conversación con el general Somoza, nos mostró su agradecimiento por las frases de El Comercio, manifestándonos, además, a preguntas que le hiciéramos sobre el programa que desarrollaría al frente del alto cargo que se le había confiado lo siguiente: – No quiero enunciar programas que tal vez no pueda cumplir, de lo que sí, debe estar seguro todo el mundo, es que trataré de hacerme digno de la confianza en mí depositada y del general agrado con que según he podido darme cuenta ha sido recibida la noticia de mi nombramiento”.
EE.UU. habiéndose instalado mediante la intervención, estableció en las fuerzas de ocupación el poder real que transfirió a la Guardia. La salida de las tropas americanas el 2 de enero de 1933, después de las vergonzosas elecciones del 6 de noviembre que organizaron, vigilaron y dictaminaron, aseguraba la continuidad liberal cercana a sus intereses, mediante un modelo bipartidista en el que los conservadores ocuparían un rol subalterno de complicidad en el proyecto de dominación. El embajador americano Hanna, el Gral. Matthews (Jefe Guardia Nacional) y el Gral. Berkeley (Jefe fuerzas de ocupación) identificaron que el personaje que mejor representaba esa visión y que defendería los intereses estratégicos imperiales, era el ambicioso general liberal Anastasio Somoza García, por lo que Moncada, presidente saliente y Juan B. Sacasa, presidente entrante, -tío político del propuesto-, lo nombraron al frente de lo que representaba la continuidad del poder real de las fuerzas de ocupación estadounidenses.
En la primera declaración pública que a raíz de su juramentación dos expresiones preludian la larga noche que inaugura. La primera: “No quiero enunciar programas que tal vez no pueda cumplir”, aun no llegaba el momento, el 21 de febrero de 1934 asesinaba a traición a Sandino y para asegurar el control absoluto, propinó un golpe de Estado al presidente Sacasa el 6 de junio de 1936. La segunda: “trataré de hacerme digno de la confianza en mí depositada”, es evidente que quienes le entregaron toda la confianza fueron los norteamericanos; la historia confirmó que el designado guardó la mayor fidelidad a sus creadores y promotores, hasta que la Revolución lo expulsó en la sucesión de continuidad como el “último marine”: 14 de noviembre 1932 – 17 de julio de 1979.