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CNN: la maquinaria de la mentira

Beirut. Por Thierry Meyssan

CNN: la maquinaria de la mentira Beirut. Por Thierry Meyssan

Muchos dirigentes estadounidenses atribuyen a la CNN la capacidad de movilizar la opinión pública y de modificar la política exterior de Washington. Refiriéndose a ese «efecto CNN», el Secretario General de la ONU entre 1992 y 1997, el egipcio Butros Butros-Gali (fallecido en febrero de 2016), describió a la cadena televisiva como «el miembro 16 del Consejo de Seguridad».

Sin embargo, este «poder mediático» no puede resistir al análisis. Las emociones efímeras de los telespectadores no influyen en los intereses estratégicos a largo plazo de la primera potencia mundial. El espectáculo de la CNN no está concebido para distraer sino para ofrecer la ilusión de que existe un control democrático sobre la acción exterior del Imperio.

Concebida inicialmente para impedir que la información fuese falsificada en cualquier sentido, la información en tiempo real se ha transformado paradójicamente en un espectáculo en que la veracidad es algo accesorio. Debido al lugar central que ocupa en este sistema, la CNN se ha convertido en un instrumento de propaganda global.

Este es el texto de una conferencia brindada en la «Accademia Nazionale della Politica» en junio de 2003 (hace 19 años), por Thierry Meyssan, intelectual francés, presidente-fundador de la «Red Voltaire» y de la conferencia «Axis for Peace». Sus análisis sobre política exterior se publican en la prensa árabe, latinoamericana y rusa. Última obra publicada en español es «De la impostura del 11 de septiembre a Donald Trump. Ante nuestros ojos la gran farsa de las “primaveras árabes”».

El maléfico efecto CNN

En 1990-1991, la operación «Tormenta del Desierto» movilizó una amplia coalición internacional para obligar a Irak a retirarse de Kuwait. La opinión pública de los Estados implicados se unificó en torno a una fuente común de información: la CNN. La cadena estadounidense, creada hace 10 años, se ha metamorfoseado en una cadena con audiencia internacional y ha impuesto al resto del mundo su concepto de «información continua».

Durante todo el conflicto, en todas partes del mundo, las demás cadenas de televisión retomaban en directo sus imágenes y era frecuente que reprodujeran prácticamente sus mismos comentarios.

El dispositivo de propaganda que los Estados Unidos erigieron durante la Guerra Fría para luchar contra la propaganda soviética se extendió con rapidez por todo el planeta. A falta de un competidor soviético, la propaganda de Washington no tuvo límites y se volcó en los países aliados, inclusive en los propios Estados Unidos. Retrospectivamente, el procesamiento de la información por CNN nos parece tergiversado, parcial, hasta burdamente insidioso.

En los años siguientes, la mayoría de los Estados desarrollados crearon a su vez cadenas de información continua con la esperanza de que el control de los medios masivos audiovisuales pudiese garantizar su objetividad. Ahora bien, todos pudieron constatar que cuando los atentados del 11 de septiembre de 2001, y después cuando las operaciones «Libertad Infinita» y «Libertad para Irak», este dispositivo, lejos de proteger a la opinión pública de la propaganda estadounidense, la hizo más vulnerable aún.

De hecho, tal como lo ha señalado el sociólogo Marshall McLuhan, el problema reside ante todo en la forma y no el contenido del mensaje, ya que «el medio es, en sí mismo, un mensaje».

1990: la imposición del modelo «de información continua»

El concepto de información continua consiste en difundir en tiempo real imágenes de un suceso de manera que los televidentes puedan experimentar las emociones derivadas de ellas, inclusive sentir la misma sensación de sus protagonistas. La inmediatez del procesamiento aspira a proteger contra las falsificaciones. Asimismo, la información continua se presenta como un avance del periodismo, posibilitado por el uso de nuevos medios técnicos.

En realidad, es la negación del periodismo. Este oficio, de hecho, consiste en distanciarse de un acontecimiento para analizarlo, seleccionar los hechos más relevantes, confirmar las fuentes, verificar las imputaciones y emitir un criterio. El periodismo no es una técnica de descripción, sino un arte de la comprensión. Lejos de garantizar la verdad, la inmediatez la hace vulnerable a las apariencias y a los prejuicios.

En el modelo CNN, la información no es una herramienta de conocimiento, sino un espectáculo. La puesta en escena se inspira en la tragedia griega. Los presentadores y corresponsales desempeñan ahí el papel del coro antiguo. En 1991, tal como en 2003, todos conocían de antemano el desenlace de la historia: la primera potencia militar del mundo aplastaría al insignificante ejército iraquí.

Al igual que en la tragedia griega, los espectadores no aguantan la respiración debido a un suspenso inexistente, sino por la fascinación del destino inexorable. En esas condiciones, el criterio de la información continua no es el de la veracidad, sino el de la tragedia.

En 1990, cuando el secretario de Estado James Baker se esforzaba por convencer a la opinión pública de la necesidad de entablar una guerra con Irak, un gabinete de relaciones públicas, Hill & Knowlton, difundió el rumor de que soldados iraquíes habían robado incubadoras en los hospitales de maternidad en Kuwait, dejando morir a más de 300 recién nacidos prematuros.

El rumor fue confirmado por un informe de Amnesty International. Se organizaron audiencias públicas en el Congreso de los Estados Unidos que fueron retransmitidas en directo por la CNN y enviadas a todo el mundo. Una enfermera joven, mantenida en el anonimato, entre sollozos dio fe de estos crímenes.

Después de la guerra, un periodista del Harper’s Magazine demostró que esta acusación era falsa y que la joven enfermera era en realidad la hija de un diplomático kuwaití. La superchería había sido montada por una de las directoras de Hill & Knowlton, Victoria Clarke. Con este asunto, el gobierno de Bush Senior no sólo trató de envenenar al Parlamento, sino también a la opinión pública internacional. Y lo logró dejando correr «el efecto CNN». Instantáneamente, todos los periodistas pasaron por alto las verificaciones referentes a la información que de manera habitual y obligatoria hacían para comprobar los hechos.

Todos consideraron aceptable un testimonio anónimo del cual, normalmente, hubiesen desconfiado.

Más alarmante aún es que no se tomó ninguna medida para impedir que se reprodujera semejante manipulación. Y lo que es peor, nadie protestó cuando Victoria Clarke se convirtió en la actual vocera del departamento de Defensa.

Durante la operación «Tormenta del desierto», el secretario de Defensa en aquellos momentos, Dick Cheney, y el jefe del estado Mayor, Colin Powell, anunciaron que Sadam Husein había abierto las compuertas de sus pozos de petróleo, arrojando el crudo en el Golfo y provocando «el mayor desastre ecológico de todos los tiempos».

La CNN confirmó que mantos de petróleo amenazaban las costas y difundió imágenes de un cuervo marino cubierto de petróleo en una playa. No obstante, desde el primer día, la agencia Reuters había explicado que una pequeña marea negra se había producido después que un buque cisterna iraquí había sido atacado por el ejército estadounidense al creer este, probablemente sin razón, que el buque transportaba una gran cantidad de armas.

La acusación lanzada contra Sadam Husein permitía a Washington enmascarar una vileza militar y, de paso, presentar una imagen diabólica de Sadam Husein a los ojos de los ecologistas.

Una vez más «el efecto CNN» bastó para dar credibilidad a la información. Además de que, a partir de ese instante, ningún periodista verificó la amplitud de la marea negra y tampoco nadie observó atentamente las imágenes ni reflexionó sobre la credibilidad de la acusación. Fue sólo mucho más tarde, al examinar viejas imágenes de ITN, que se observó que esos mantos de combustible no podían inundar una playa porque se desviaban hacia el mar, y que esa raza de cuervo marino no vivía en el Golfo. Se notó, sobre todo, que esa acusación era estúpida porque los iraquíes no tenían ningún interés en destruir las costas de Kuwait que, precisamente, estaban reivindicando.

Esto nos llevó a otra constatación: una información no necesita ser creíble para beneficiarse del efecto CNN, basta con que tenga una dimensión trágica. Así, Dick Cheney, tratando de demostrar que Irak no había invadido a Kuwait para restablecer sus fronteras iniciales, sino por designios expansionistas, afirmó que Sadam Husein, previendo conquistas futuras, se había dotado del «cuarto ejército del mundo» (después de EE.UU., la URSS y el Reino Unido).

Puede parecer arriesgado que un responsable político haga una declaración tan estúpida. Durante la guerra entablada con Irán, en efecto, Irak dedicó el grueso de su energía a su presupuesto militar, hasta convertirlo en el noveno del mundo. Pero el país había salido exangüe de una decena de combates atrozmente salvajes, sin haber podido vencer. No era más que un Estado del Tercer Mundo equipado con un montón de blindados obsoletos, reciclados de los desechos de los ejércitos occidentales.

No se trata en este caso de una mentira retomada sin verificarse, sino de algo absurdo repetido como una evidencia debido a que la sobrestimación de Irak es indispensable para la calidad del espectáculo. Este asunto no nos remite, como los precedentes, a la imposibilidad estructural del trabajo periodístico en el marco de la información continua, sino a la fuerza de la comunión global. Antaño, la ciudad entera se reunía en el teatro para comulgar en la tragedia. Hoy, impugnar el espectáculo CNN significa excluirse de la «aldea global». Ya no es la Razón la que identifica a la Verdad, sino que esta es determinada por una estrategia gregaria.

2001: la mentira premeditada

A fines de los años 90, por iniciativa del general Colin Powell, convertido en administrador de AOL (America Online), un complejo proceso de fusiones-adquisiciones permite crear el gigante de la comunicación AOL-Time-Warner, en el que se incluye la CNN. En 2001, el equipo Cheney, Powell, Clarke y socios regresa al poder en Washington.

El 11 de septiembre de 2001, un poco antes de las 9 am, la CNN es el primer medio masivo de comunicación en difundir imágenes de la torre norte del World Trade Center, que acababa de recibir el impacto de un avión. La cadena, que dispone permanentemente de una cámara instalada sobre un techo de New York que permite filmar la ciudad, simplemente puso en pantalla un plano fijo, mal encuadrado. El comentarista ignora lo ocurrido exactamente, de qué tipo de avión se trata y si el drama fue accidental o criminal.

Sin embargo, algunos minutos más tarde, y a pesar de no haberse iniciado aún ninguna investigación, afirma saber por una fuente oficial anónima que se trata de un atentado orquestado por Osama Bin Laden. Las cadenas de información continua del mundo entero están ya retransmitiendo esta acusación anónima y sin fundamento cuando un segundo aparato penetra en la torre sur del World Trade Center.

Cerca de las 10 am, la CNN anuncia que también se han producido dos explosiones en el Pentágono con un saldo de siete muertos. Una hora después, la cadena afirma que un avión desviado se dirige hacia el Pentágono. Cerca del mediodía, la CNN anuncia que, según Victoria Clarke, un avión desviado había atacado el Pentágono. Las cadenas del mundo entero retransmiten minuto a minuto la versión de la CNN sin destacar la incoherencia de la cronología.

Es oportuno recordar aquí que Victoria Clarke, vocera del departamento de Defensa, es la persona que montó el falso testimonio en el Congreso sobre el caso de las incubadoras de Kuwait en 1990. De acuerdo con sus comentarios, la Sra. Clarke sabía que el atentado se había cometido con un avión desviado porque Donald Rumsfeld en persona se lo había comunicado de primera mano. De hecho, el secretario de Defensa, en un acto de valentía, había dejado su oficina en esos momentos de peligro para brindar un fuerte apoyo a los bomberos en el otro extremo del Pentágono.

Desde lejos, él había identificado claramente en el edificio los restos de un avión, precisamente de un Boeing 757, mientras que los propios bomberos, penetrando con sus trajes a prueba de fuego en el mismo centro del incendio, afirmaron no haber visto nada que pareciese un pedazo de avión.

Debe recordarse también que el arma que atacó el Pentágono entró por el piso a nivel de la calle, por una puerta de garaje, sin dañar la fachada, y se trasladó al interior del edificio, donde hizo explosión. No obstante, el corresponsal militar de la CNN, Jamie McIntyre, que tiene una oficina dentro del propio Pentágono, afirma sin reírse que un Boeing 757, de más de 100 toneladas, de 38 metros de largo y 12 metros de alto, entró por una puerta de garaje sin dañar el marco de esta, y que después se desintegró en el edificio.

En el mismo momento, se incendiaba un piso del anexo de la Casa Blanca que alberga los servicios técnicos de la presidencia y las oficinas del vicepresidente. Como es ABC quien difunde en directo imágenes del drama y no la CNN, este hecho no aparece en las pantallas extranjeras.

En el transcurso del día, las grandes redes estadounidenses acuerdan realizar el libre intercambio recíproco de imágenes. Para ellos, la prioridad consiste en tener imágenes que permitan la transmisión en directo. Poco importa la visión que dan estas imágenes. En otras palabras, lo que les preocupa es mostrar las apariencias, sin buscar el sentido, so pena de ser víctimas de ilusiones. Un logo aparece en las pantallas: «Atacados los Estados Unidos». Se dice que los atentados serían obra de una potencia extranjera (estatal o no). No obstante, en ese momento ningún periodista es capaz de confirmar esa acusación.

Hacia las 3 pm, la CNN anuncia que se han movilizado los equipos del Centro de Control de Enfermedades (CDC), situado en Atlanta al igual que la sede de la cadena. Se preparan para un ataque con ántrax contra Estados Unidos preparado por Bin Laden. No se da ninguna explicación que permita comprender por qué las autoridades temen un ataque precisamente de Bin Laden, ni tampoco por qué con ántrax.

Pero para nosotros que interpretamos los hechos con posterioridad, estas imputaciones nos parecen muy extrañas. En octubre de 2001, una semana después del ataque contra Afganistán, cuando la opinión pública estadounidense comenzaba a dar señales de fatiga, cinco cartas deliberadamente infectadas con ántrax causaron cinco víctimas.

Numerosos indicios, revelados a la prensa por los investigadores, permitieron establecer una gama de conjeturas que demostraba que las cartas infectadas habían sido fabricadas de antemano por los terroristas del 11 de septiembre. Provocando el pánico general, el presidente Bush declaró en tono grave ante las cámaras de televisión que él no estaba personalmente infectado.

El secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, ordenó con carácter urgente la compra masiva de diversos antídotos y vacunas principalmente fabricadas por los laboratorios farmacéuticos de los cuales él había sido jefe. Después, nada más. Pronto se confirmó que las cepas de ántrax provenían de un laboratorio del ejército de EE.UU. y que antes del 11 de septiembre una organización de extrema derecha estadounidense había enviado numerosas cartas de ese tipo a médicos que practicaban abortos. Retrospectivamente, podemos preguntarnos si todo ese teatro hubiese funcionado de la misma manera en caso de que la CNN no hubiese sembrado ya el miedo el 11 de septiembre.

Hacia las 4:30 pm, la CNN difundió con el rótulo «en directo» imágenes del bombardeo de Kabul por los Estados Unidos, como respuesta a los atentados. Ahora bien, el verdadero bombardeo sólo ocurrió cuatro semanas más tarde. Interrogada posteriormente sobre este invento, la dirección de la CNN afirmó que las imágenes eran realmente en directo, pero que habían sido mal interpretadas. Aquel día, un depósito de municiones habría explotado en Kabul dando la impresión de que la ciudad estaba siendo bombardeada.

Pero, investigado el hecho, nadie en Kabul recuerda explosiones de esta importancia. Las imágenes «en directo» correspondían probablemente a viejas filmaciones de una de las tantas batallas que hubo en la capital durante la guerra civil.

Una vez más, para nosotros que interpretamos los hechos con posterioridad, esta mentira requiere una explicación. Podemos legítimamente preguntarnos si la CNN estaba encargada de preparar a la opinión pública internacional para el ataque contra Afganistán que, aunque estaba previsto desde hacía varios meses, necesitaba una justificación honorable.

Observaciones sobre la máquina de mentir

Se podrá objetar que la rápida reseña que acabo de hacer sobre la cobertura del 11 de septiembre por la CNN está orientada de modo a inducir una conclusión. Esa es exactamente la función del periodista y la responsabilidad del intelectual. Yo analicé con distanciamiento, de manera objetiva, lo ocurrido en esos días y sólo me referí a los elementos que consideré más significativos. Puede impugnarse el significado que les atribuyo, pero no los hechos que destaco.

La CNN cumplió bien esa jornada difundiendo informaciones que no podía comprobar. Además, en el episodio del supuesto avión sobre el Pentágono, la cadena retransmitió conscientemente un absurdo, mientras que en el caso del pseudo bombardeo de Kabul, fabricó una mentira. No estamos ante un programa de información, sino de propaganda, comparable a la del doctor Goebbels al anunciar que el incendio del Reichstag era responsabilidad de terroristas extranjeros y exigía leyes de excepción para «salvar la democracia».

«El efecto CNN» funciona con esta eficacia porque la cadena cubre todos los acontecimientos internacionales y brinda sus imágenes a sus colegas del mundo entero. Desde este punto de vista, a los Estados Unidos les interesaba alentar la creación de cadenas de información continua en todas partes del mundo para que retransmitieran la programación de la CNN.

No obstante, cuando la batalla de Afganistán, una pequeña cadena de información continua se convirtió por sí misma en un punto de referencia para sus colegas, poniendo así en peligro el monopolio y el efecto CNN. Al-Jazeera, propiedad del emir de Qatar, se le fue de las manos a quienes la crearon. Destruirla, por tanto, se convirtió en una obsesión para el Pentágono. Durante la batalla de Afganistán, su oficina en Kabul fue bombardeada.

Su director local, Tayssir Allouni, que pudo sobrevivir, se refugió en la oficina de Abu Dhabi TV, que fue bombardeada de inmediato. Escapando de nuevo a la muerte, se refugió en el hotel Palestina, donde se alojaba la mayoría de los corresponsales extranjeros. Un blindado estadounidense tiroteó entonces el hotel. Simultáneamente, el sitio Internet en lengua inglesa de Al-Jazeera fue atacado y destruido. Presionadas, las sociedades informáticas asociadas a la cadena de Qatar anularon todos sus contratos, de modo que Al-Jazeera se vio de pronto sin sitio ni técnico web.

Es probable que los próximos ataques se dirijan contra Abu Dhabi TV, la nueva cadena del Sheik Zayed, que está tratando a su vez de imponerse como punto de referencia internacional.

La evolución del modelo CNN para los Estados Unidos está influida por las teorías filosóficas de los neoconservadores y corresponde al cambio de tono de Fox News. Discípulos de Carl Schmitt, Leo Strauss y Alan Bloom, los neoconservadores piensan que la política es, ante todo, saber distinguir a sus amigos de sus enemigos. De ello se deriva que las entrevistas de personalidades ya no tienen por objetivo explicar sus puntos de vista, sino dar a conocer a los televidentes si son amigos o enemigos y, en este caso, ridiculizarlos públicamente.

La mayoría de las entrevistas de CNN son preparadas por un pequeño equipo editorial que previamente pone por escrito las preguntas. El presentador se limita a leerlas en el teleprompter sin tomar en cuenta las respuestas que recibe. Ya no hay diálogo, ni deseo de entender, sino un realce o un menosprecio del invitado según sea este amigo o enemigo.

Los responsables de este equipo editorial participarán también en lo adelante, junto con los principales jefes de la prensa estadounidense, en un encuentro semanal en el Metropolitan Club de Washington para debatir sobre «deontología» con los responsables de Comunicación de la Casa Blanca. Así, no es por la fuerza, sino en forma de «gentlemen agreement» y en nombre del «sentido de las responsabilidades nacionales» que se fija la línea política de la propaganda del Estado.

La vulgaridad y la repetición de mentiras por el momento no han afectado «el efecto CNN». Por el contrario, la cadena ha aprendido a jugar con la inmediatez, para aumentar la labilidad de memoria de los televidentes, y con la reminiscencia de los símbolos inducidos por analogía.

2003 en adelante: la rutina de la mentira

A partir del trauma de la guerra de Vietnam, el general Colin Powell desarrolló dos principios de comunicación:

1) El costo de sangre debe ser el más bajo posible para la población estadounidense. De ahí el «cero muerto» en nuestras filas, y el actual recurso masivo a reclutados extranjeros.

2) Para librarnos de las infamias de la posguerra, hay que implicar de antemano a los Estados aliados haciéndolos participar simbólicamente en las operaciones militares. De ahí el deseo de establecer coaliciones, más o menos ficticias, y de reformar la OTAN para confiarle el mantenimiento de la paz en Yugoslavia, Afganistán y, muy pronto, en Irak.

También en esto «el efecto CNN» se muestra eficaz.

1) En la guerra vista por CNN, los «buenos» nunca derraman lágrimas ni sangre. Así, cuando la primera Guerra del Golfo, Powell hizo embarcar cámaras de CNN en las cabinas de los aviones de bombardeo. El espectador participa en la operación como si se tratara de un video-juego. Nunca ve el drama humano que se desarrolla en tierra. Durante la segunda Guerra del Golfo, los periodistas se embarcaron junto con las unidades de combate.

No obstante, primero tenían que firmar un contrato de 50 puntos mediante el cual se comprometían especialmente a no relatar los horrores de la guerra. La CNN pudo entonces difundir imágenes de la vida cotidiana de los soldados estadounidenses. El televidente puede participar de su epopeya, pero ignora todo de los combates reales.

La guerra se ha convertido en un espectáculo grandioso y correcto. Sólo los molestos Al-Jazeera y Abu Dhabi TV difunden imágenes de los prisioneros de guerra estadounidenses y de su descalabro moral. El departamento de Estado vocifera a menudo que se violan las convenciones de Ginebra. Para conservar su posición de cadena mundial de referencia, la CNN está obligada a transmitir esas imágenes, pero únicamente en sus emisiones para el extranjero y las censura para el público estadounidense. En este preciso momento, hay algo que no marcha bien: la CNN ha optado ahora por priorizar la propaganda interna y no la externa. La máquina de mentir se vuelve contra el pueblo de los Estados Unidos.

2) Si Washington no tuvo dificultad alguna en crear una amplia coalición en 1990 porque Irak había violado la soberanía de Kuwait, le fue difícil hacerlo en el 2002. Colin Powell, convertido en secretario de Estado, opta entonces por pretender que el Irak tercermundista constituye una amenaza para la primera potencia del mundo.

Para hacer creíble este absurdo, afirma que Bagdad cuenta con armas de destrucción masiva, que Sadam Husein es un psicópata capaz de utilizarlas contra los Estados Unidos y que, además, era el verdadero responsable de los atentados del 11 de septiembre, hasta entonces, sin embargo, atribuidos a Osama Bin Laden.

En su presentación ante el Consejo de Seguridad, Colin Powell pretende, por medio de fotografías satélites, probar con evidencias la fabricación de armas bacteriológicas. La metodología es grotesca: el color de los techos de una fábrica no muestra lo que se fabrica en ella. La CNN difunde mundialmente en directo este discurso.

La puesta en escena permite dar una cierta credibilidad a propósitos que no la tienen. Powell imita a Adlai Stevenson al mostrar fotos de los misiles rusos cuando la crisis en Cuba. Muestra a los televidentes un frasco de ántrax, no en fotografía, sino en su mano. Es a los televidentes a quien se dirige y no a los miembros del Consejo de Seguridad, ya que estos sólo pueden interpretar este gesto como una amenaza contra ellos.

Concluyamos sobre este objetivo. Una consecuencia inesperada del hundimiento del Imperio soviético habría sido el desarrollo descontrolado del sistema de propaganda estadounidense. Este ha encontrado en la CNN un nuevo instrumento de difusión. Su fuerza reside en el concepto de información continua que transforma la actualidad en un espectáculo e impide toda forma de análisis.

La multiplicación de las cadenas nacionales de información continua, que retransmiten en directo las imágenes de la CNN, ha minimizado el efecto CNN y la vulnerabilidad de los televidentes.

La cadena está ya articulada con el aparato estatal de Washington y sus competidores potenciales son atacados por las fuerzas armadas estadounidenses. La información continua se ha convertido en un modo de condicionar la opinión pública. No obstante, lejos de quejarnos de esta libertad, nos complace esta manipulación de la cual somos parcialmente conscientes. Ya nadie cree en la veracidad de la CNN, pero todo el mundo la ve, directamente o mediante retransmisión por otras cadenas.

El espectáculo CNN nos fascina: nos permite, a escala planetaria, entrar en comunión con una misma tragedia. Y, como la embriaguez, el disfrute de la «catarsis» que nos brinda nos hace olvidar que, en el Imperio Global, la huida ya no es posible, y la libertad no es más que un recuerdo.

Un instrumento de ilusión destinado a la opinión pública

Artículo publicado en mayo de 2005

Lee Hamilton, presidente de la Comisión de Relaciones Internacionales de la Cámara de Representantes de EEUU declaró en la audiencia en la Cámara de Representantes el 26 de abril de 1994: «Fueron las imágenes de niños hambrientos, no objetivos políticos, lo que nos llevó a Somalia en 1992. Y fueron las imágenes de las perdidas estadounidenses y no la realización de nuestros objetivos, lo que nos hizo salir de Somalia».

Parece, a primera vista, que existe por tanto un «efecto CNN», según el cual la opinión pública, alertada por las cadenas informativas en tiempo real, ejercería presión sobre sus gobiernos obligándolos a adaptar su política exterior.

Ese punto de vista fue defendido por el ex Secretario General de la ONU, el egipcio Butros Butros-Gali. Para él: «El día que los medios le prestaron atención a Somalia, empezamos a recibir apoyo de los Estados miembros. A partir de entonces estuvieron dispuestos a darnos aviones para transportar, para aportar más ayuda humanitaria y fuerza para protegerla», Y llegaba así a su célebre conclusión: «CNN es el miembro 16 del Consejo de Seguridad».

Como para apoyar esa idea, Ted Turner, quien fundó la cadena originaria de la ciudad e Atlanta, anunció el 18 de septiembre de 1997 que, al igual de los Estados miembros más importantes de la ONU, él daría una contribución benévola de mil millones de dólares a la organización.

Esta imagen de las cosas satisface a todo el mundo: los dirigentes políticos atribuyen sus fracasos a la opinión pública, CNN aprovecha la gigantesca publicidad y la ONU mejora sus fondos con la donación de Ted Turner. Pero, ¿es real o verídico este análisis?

Considerar que CNN informa a la opinión pública quien, a su vez, ejerce una presión sobre sus dirigentes nacionales y que estos actúan entonces en el plano político es un razonamiento coherente. Esto no está demostrado. Primero, porque ignoramos lo que hubiera decidido el US Departamento de Estado en cuanto a Somalia sin las imágenes de la CNN.

El cambio de política (desembarco y posterior retirada) puede ser imputable a las emociones que provocaron las imágenes sucesivas, pero sería más simple explicarlas como resultado de la alternancia política entre Bush padre y Clinton.

En segundo lugar, ese razonamiento se funda en la suposición según la cual los medios en general y la CNN en particular son actores independientes de la vida pública. Eso es totalmente falso. En los sistemas autoritarios, los medios de difusión se encuentran bajo control del Estado; en los sistemas liberales, están bajo el control de sus propietarios.

Esta última palabra debe entenderse en el sentido más amplio: los que poseen el capital y los que poseen el conocimiento sobre la utilización del medio pero, sobre todo, los clientes, o sea a la vez los lectores y los anunciantes. Mientras más inversiones exige el medio, más fácil es controlarlo.

Desde ese punto de vista, una cadena con pretensiones planetarias como la CNN está a la vez sometida al control de sus múltiples inversionistas y de los numerosos Estados en los cuales trabaja. Sería sorprendente que la Casa Blanca permitiera que un medio de difusión privado se substituya a su política como representante de Estados Unidos ante el mundo.

Es por tanto posible invertir el razonamiento de Butros Butros-Gali: habría que considerar la posibilidad que, en vez de ser la CNN quien influyó en las decisiones de Washington, fue la administración de Bush padre quien utilizó a la CNN para condicionar la opinión pública a una nueva operación en el extranjero. Y que, más tarde, para poner en tela de juicio la operación en Somalia, la administración Clinton haya utilizado también a la CNN.

En tercer lugar, el donativo de Ted Turner a la ONU pretende ser generoso pero, viniendo de un millonario, el hecho de apadrinar una organización intergubernamental equivale a rebajarla al nivel de una obra de caridad. Lejos de ser un acto de apoyo, es una forma de restar valía a las Naciones Unidas. Y, si lo analizamos de cerca, ese donativo está escalonado en diez años.

Nuevas reglas fiscales, que la administración estadounidense parece haber adoptado especialmente para el caso, eximen al señor Turner y su sociedad anónima del pago de impuestos durante ese periodo. En otras palabras, es un regalo cofinanciado por Washington que, por otro lado curiosamente, es reacio a pagar su cuota oficial a la ONU.

Parece entonces que la CNN cambió la diplomacia. El impacto de las imágenes conmueve, según se deja entender, a las opiniones públicas que obligan entonces a sus gobiernos a responder a los problemas. Según otra idea muy difundida, ese medio de difusión en vivo y en directo no deja tiempo de reflexión a los gobernantes.

Lawrence Eagleburger, quien fue secretario de Estado de los últimos cinco meses de George Bush padre como presidente, declaró en ese sentido: «Tenemos que comprender cómo la CNN ha cambiado profundamente las cosas. El público oye hablar de un hecho en tiempo real, antes de que el Departamento de Estado haya tenido tiempo de reflexionar sobre él. Por consiguiente, reaccionamos antes de haber tenido tiempo de analizar. Así es como se determina actualmente la política exterior, dejándose llevar más de lo que debiera por los hechos cotidianos que reporta la televisión».

Si esto fuera verdad, entonces los cuerpos diplomáticos que sirven de intermediarios no sirven ya de nada. El ex-consejero de seguridad nacional, Zbigniew Brzezinski comenta: «Si los ministerios de Relaciones Exteriores y las embajadas no existieran, no habría razón alguna para inventarlos».

Tales afirmaciones tienen más de demagogia que de realidad. Solamente buscan hacer creer a la opinión pública que es tenida en cuenta, que es ella quien ejerce el poder; en pocas palabras, que los Estados Unidos es una verdadera democracia.

Pero, la política exterior solamente puede manejarse a muy largo plazo. El sistema diplomático de los Estados-Naciones está basado en el principio, enunciado por el cardenal francés Richelieu que vivió entre 1585-1642, el de las negociaciones constantes e ininterrumpidas a través de representaciones diplomáticas permanentes. No se trata de una fantasía sino de la experiencia de las consecuencias de declaraciones de guerra y tratados de paz. Los Estados-Naciones son navíos de gran calado, lentos para la maniobra.

Además, teniendo en cuenta la importancia de los resultados ¿quién puede creer que tales decisiones se toman bajo la influencia de un impulso colectivo sin que ningún contrapoder se manifieste?

Continuando ese razonamiento, podemos considerar que la función principal de las cadenas de información en tiempo real no es proponer el consumo de un espectáculo sino la de reforzar la ilusión de la democracia haciéndole creer al telespectador que el actor es él.

En los periodos revolucionarios, los medios de difusión se multiplican, el Pueblo se moviliza en función de las informaciones que tiene y dicta al instante su voluntad a sus representantes. Se convierte en el soberano. El telespectador de la CNN se ve en medio de la Historia que se desarrolla ante sus ojos, es testigo directo de ella y tiene la ilusión de que puede modificarla.

La CNN se dio a conocer internacionalmente en 1989, durante la masacre de la plaza Tiananmen. Washington fingió haberse enterado de los hechos mediante la televisión, como si la CIA no estuviera presente en China. El secretario de Estado James Baker III escribió: «La terrible tragedia de la plaza Tiananmen (en Pekín) era la demostración clásica de un fenómeno nuevo y poderoso: la capacidad de la comunicación global para conducir la política».

Lo mismo se dijo cuando ocurrió el golpe de Estado en Moscú, en 1991. «La embajada estadounidense en Moscú, que no tenía aún la CNN, no era ni siquiera un lugar donde se podía dejar un mensaje. El presidente y sus principales consejeros actuaban según lo que podían saber por la CNN y por otros medios de comunicación ya que los informes de los diplomáticos siempre estaban fuera de actualidad y de los sucesos que acontecían», comenta el periodista Michael O’Neill.

Tendríamos que concluir entonces que un anciano jubilado que tiene tiempo para mirar la CNN en la televisión sabe más sobre la situación política del mundo que el presidente de Estados Unidos, que se encontraría demasiado ocupado en la lectura de los cientos de informes vacíos de sus servicios.

La verdad es muy diferente. La CNN es un instrumento de justificación de una política que se decide en la cúpula. A fines de 1989, la cadena de Atlanta mostraba el espectáculo de la crueldad del tirano de los Cárpatos, testimoniaba que la represión de los Ceausescu (ex presidente de Rumania) acababa de dejar más de 10,000 muertos y no tardaba en dar como prueba las imágenes de los muertos de Timisoara.

En 1999, la CNN martillaba los slogans más increíbles de la administración Bush sobre el llamado cuarto ejército del mundo: el de Irak. Instalaba, a pedido del general Colin L. Powell, sus cámaras a bordo de los bombarderos de la US Air Force, mantenía un equipo en Bagdad para dar la impresión que los civiles no tenían nada que temer de los «bombardeos quirúrgicos».

En 1999, la CNN ya no se conformó con hacer lo que quería el Estado Mayor USA e instaló a los especialistas del 4to Grupo de Operaciones psicológicas del ejército estadounidense en su sala de redacción.

Elementos de esa misma unidad montaron, el 9 de abril de 2003, el derribo de la estatua de Saldam Hussein en la plaza Fedays de Bagdad, retransmitido en vivo por APTN y CNN con, para completar esta «maravilla de la información», comentarios de George W. Bush.

Solamente mencionamos aquí algunos ejemplos ya que una lista exhaustiva sería larga y fastidiosa.

Entonces, ¿permite el caso de Somalia hablar de un «efecto CNN»? El exconsejero de Seguridad Nacional Anthony Lake reconoció que todo estaba decidido antes de la transmisión de las imágenes del cuerpo del soldado estadounidense arrastrado por la capital. «Las imágenes de la CNN nos ayudaron a reconocer que la situación militar en Mogadiscio se había deteriorado de una manera que nosotros no habíamos admitido con franqueza».

En cuanto a la intervención en sí, el Estado Mayor la montó como un espectáculo: las cámaras de la CNN y luces de teatro fueron minuciosamente instaladas en la playa y el desembarco se programó para la hora de audiencia máxima.

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Radio Segovia, La Poderosa del Norte.

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