Beijing. Por Global Times
Canadá vuelve a estar en el punto de mira. Esta vez, se ha convertido en el hazmerreír del mundo.
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, ningún parlamento o político de ningún país ha honrado jamás a los veteranos de guerra nazis en un acto oficial, ya que, obviamente, es un acto que viola el valor más fundamental de la sociedad humana en el mundo actual. Pero Canadá lo hizo. A pesar de que más tarde se declaró ignorante del episodio, la audiencia mundial no pareció tragárselo, y la noticia ha permanecido en los titulares de los medios de comunicación mundiales durante días.
Todo empezó el 22 de septiembre. Durante una visita del Presidente ucraniano Volodymyr Zelensky al Parlamento canadiense, el Presidente de la Cámara de los Comunes de Canadá, Anthony Rota, presentó a Yaroslav Hunka, un elector de su distrito electoral, como “un héroe ucraniano, un héroe canadiense” por luchar contra los rusos por la independencia de Ucrania durante la Segunda Guerra Mundial. Todos los parlamentarios se pusieron en pie para ovacionarle.
La acción provocó la ira de todo el mundo judío, que no tardó en descubrir que Hunka había servido en una unidad nazi.
La organización canadiense Amigos del Centro Simon Wiesenthal, dedicada a la educación sobre el Holocausto y a programas contra el antisemitismo, emitió una declaración el 24 de septiembre en la que señalaba que Hunka “sirvió en una unidad militar nazi durante la Segunda Guerra Mundial implicada en el asesinato masivo de judíos y otras personas”, y que “se debe una disculpa a todos los supervivientes del Holocausto y veteranos de la Segunda Guerra Mundial que lucharon contra los nazis”.
Las peticiones de disculpas por parte de Canadá son cada vez más enérgicas desde un número creciente de países, entre ellos Rusia, Polonia y Bielorrusia.
Ante la polémica, Rota anunció su dimisión el martes y dijo que desconocía los vínculos nazis de Hunka.
Sin embargo, lo confuso es que Trudeau y Rota no son los únicos ciegos ante la historia básica de la Segunda Guerra Mundial. Cuando los políticos canadienses se pusieron en pie sin pensar y aplaudieron, ni un solo político profesional del Parlamento parecía haber considerado que la Unión Soviética y Canadá estaban en el mismo bando durante la Segunda Guerra Mundial –el bando que luchó unido contra los nazis– y que los que lucharon contra los rusos pueden ser las fuerzas injustas de la guerra.
Es un vivo exponente del mundo occidental, donde la anti-Rusia es la corrección política abrumadora, la gente se resiste a pensar. “¿Cómo es posible que alguien que ha luchado alguna vez contra Rusia sea el malo?”, se preguntan.
Canadá acompaña estrechamente a la alianza liderada por Estados Unidos en casi todos los asuntos importantes, incluido el conflicto entre Rusia y Ucrania, y tiende a llamar la atención, exhibiendo de vez en cuando su valor en el mundo occidental. En este contexto, su política exterior tiende a volverse cada vez más irracional e infantil, declaró al Global Times Liu Dan, investigador del Centro de Estudios de Países Regionales de la Universidad de Estudios Extranjeros de Guangdong.
Yao Peng, vicesecretario general del Centro de Estudios Canadienses de la Academia China de Ciencias Sociales, declaró al Global Times que el síndrome político actual en Canadá define lo políticamente correcto basándose en la confrontación campal en el juego de las grandes potencias, y la llamada corrección política está por encima de los principios maduros, racionales y equilibrados de las relaciones y el orden internacionales. Con este telón de fondo tienden a cerrar los ojos al sentido común y al cuestionamiento, dando lugar a la farsa de aplaudir a un veterano vinculado al nazismo.
Esta vez, el episodio de Canadá no sólo desprecia el principio moral y la historia internacional establecidos tras la Segunda Guerra Mundial, sino que hiere los sentimientos del mundo judío y de todas las víctimas de la brutal guerra.
El lunes, Trudeau dijo que el caso es “profundamente vergonzoso”, y luego giró rápidamente el tema hacia Rusia, afirmando que “va a ser realmente importante que todos nosotros hagamos frente a la desinformación rusa y continuemos con nuestro firme apoyo inequívoco a Ucrania”. La lógica es ridícula. ¿Qué tiene que ver la ignorancia de los políticos canadienses con Rusia?
La retórica de Trudeau sólo demuestra que tiene poco sentido de la justicia histórica y moral, como demuestra su habitual tendencia a echar la culpa en lugar de hacer introspección en respuesta a la abrumadora condena de los grupos judíos. Está yendo demasiado lejos por el camino equivocado, afirmó Yao.
También en septiembre, vemos otro ejemplo de cómo los occidentales hacen la vista gorda o distorsionan la historia. El jueves de la semana pasada, durante su discurso en la ceremonia de entrega de los Premios Ciudadano Global del Atlantic Council en Nueva York, la Presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, pasó por alto la responsabilidad de Estados Unidos en el catastrófico bombardeo atómico de Hiroshima en 1945, y la agresión fascista japonesa que provocó desastres en los países vecinos, mientras que sólo criticó a Rusia por dedicarse a la “estratagema nuclear”.
Parece que los países occidentales pueden decir lo que sea y hacer lo que les venga en gana con tal de perjudicar a sus rivales, aunque sus palabras y actos vayan en contra de los hechos históricos, la conciencia moral y las normas internacionales.
Para derrotar a Rusia, el Occidente liderado por Estados Unidos ofreció a Ucrania municiones antiblindaje que contienen uranio empobrecido y municiones de racimo que podrían causar muertes y lesiones graves a civiles. También deben al mundo una explicación responsable sobre los informes de la implicación de Estados Unidos en el sabotaje de los gasoductos Nord Stream, una infraestructura crítica que suministra gas de Rusia a Europa.
La mentalidad de los occidentales está profundamente atrapada en la Guerra Fría, y se han perdido en la histeria por derrotar completamente a sus oponentes. Están llevando al mundo hacia una dirección peligrosa.
Como señaló la investigadora canadiense Tamara Lorincz, mientras todos aplaudían al nazi ucraniano, “ni un solo diputado pidió la paz, el alto el fuego y las negociaciones”.
Cuando Canadá, sea su ignorancia real o falsa, cruza la línea de fondo de los valores humanos básicos honrando a un nazi, el mundo occidental, acostumbrado a confundir blanco y negro, a distorsionar la historia en un intento de ganar el juego de las grandes potencias, debería estar alerta. Quienes se burlan de la historia acabarán convirtiéndose en el hazmerreír de la historia.