Buenos Aires. Por Lautaro Rivara, agencia ALAI
Fidel Castro definió a la grenadiense como “una revolución grande en un país pequeño”. Y el intelectual de Martinica Édouard Glissant escribió alguna vez que creía en los países pequeños, en sus posibilidades de hacerse un sitio en este mundo de gigantismos, de grandes magnitudes en pugna. Es desde esta filosofía que la revolución grenadiense se arrogó el derecho de establecer una política internacional soberana.
Grenada es un país caribeño e insular, pequeño o diminuto dependiendo desde la óptica desde la que se lo mire. Con sus parcos 344 km cuadrados de extensión territorial, sólo la vecina San Cristóbal y Nieves le aventaja en pequeñez en toda nuestra extensión continental. Colonizada por Francia hasta el año 1762, y luego por Gran Bretaña, la isla alcanzó una discreta independencia formal en el año 1974, que sólo cambió el estatus legal de la sujeción grenadiense al capital británico, norteamericano y canadiense.
Su historia, como la del Caribe, es la historia del genocidio indígena de los pueblos Caribes y Arawaks, que implicó aquí una resistencia aún más tenaz que en otras islas. Es importante señalar la inscripción de Grenada en la unidad histórica del Caribe. La dispersión insular, la diversidad cultural, las singularidades lingüísticas y las múltiples trayectorias coloniales bajo el impacto de naciones tan diversas como España, Francia, Inglaterra, Holanda, Dinamarca, EEUU y hasta Suecia y Escocia, no niegan su carácter unitario.
La historia de Grenada es también la historia de la diáspora negra de las poblaciones africanas, la esclavitud como régimen de explotación y la plantación como forma de producción e inserción subordinada en un mercado capitalista mundial por entonces en plena gestación. Como el nordeste del Brasil, como Haití, como República Dominicana, como Barbados, como Cuba, y como tantos otros territorios, también Grenada resultó maldita desde el día en que de sus suelos brotó vigorosa la primera caña de azúcar, introducida ya en la Isla La Española desde comienzos del siglo XVI.
Una isla insumisa
Grenada es, entre otras cosas y por todas estas vicisitudes mencionadas, un país angloparlante y negro, con un 95% de población afrodescendiente. Pero también es aún una nación agroexportadora, con un cierto desarrollo turístico y con una industria raquítica.
Fue en esta isla insumisa que Maurice Bishop libró sus batallas. Se trató de un político y abogado que condujo la llamada “Revolución del Pueblo” entre los años 1979 y 1983. Hijo de grenadienses pero nacido en la vecina isla de Aruba, se formó intelectualmente en un colegio católico reservado para sectores medios y altos, lo que le permitió cursar sus estudios superiores en Gran Bretaña, como lo hacían gran parte de los privilegiados criollos. Pese a esto Bishop fue, como la inmensa mayoría de la población de la isla, descendiente de esclavos.
Su inspiración política provino del marxismo, tamizado por la cercana experiencia cubana, del llamado Black Power desarrollado en EEUU por las comunidades negras, y de diversos movimientos de liberación nacional africanos como los de Mozambique, Angola y Guinea-Bisáu.
Al decir de Peter David: “A su regreso de Inglaterra él se había convertido en dirigente del movimiento Black Power, después se involucró en discusiones más clasistas y profundizó sus estudios sobre marxismo, con una fuerte influencia antiimperialista y anticolonialista. Se trató de un período dinámico, no solo en Grenada, sino a nivel internacional; donde estudiantes y trabajadores de todos los continentes protagonizaron luchas anticolonialistas y antiimperialistas, coyuntura en la que Maurice se iba transformando en el líder natural del pueblo grenadiense”.
Fue Bishop, junto a otros dirigentes, quién lideró el proceso de oposición a la dictadura militar de Eric Gairy. La Revolución Grenadiense fue un acontecimiento singularmente límpido, bien orquestado, sin sangre.
Iniciado como un golpe protagonizado por apenas una media centena de militantes, el movimiento logró copar el cuartel del ejército y la única emisora radial de la isla. Desde allí, una apelación precisa a las masas grenadienses, el enorme prestigio del que gozaba Bishop y el total descrédito de la dictadura de Gairy, lograron congregar decenas de miles de personas que ocuparon el resto de los emplazamientos estratégicos para alcanzar el triunfo de la revolución.
Revolución pacífica e internacionalista
El movimiento logró anticiparse cuatro meses a la revolución protagonizada por el sandinismo en Nicaragua, en un contexto convulso en el que Centroamérica y el Caribe se radicalizaban con la coexistencia de tres revoluciones socialistas y con el auge de las guerrillas de El Salvador y Guatemala, el gobierno de Torrijos en Panamá, el avance electoral de fuerzas de izquierda en Jamaica y República Dominicana, etc. La base social del movimiento estuvo conformada por sectores obreros y campesinos y por una pequeña burguesía de maestros, empleados bancarios y trabajadores de la salud.
Bishop afirmó alguna vez en Saint George que la grenadiense era una “revolución internacionalista”, que “como revolución se acepta o no se acepta” y que no diferenciaba “entre grandes y pequeños en cuanto al derecho de los pueblos a determinar su propio camino”. En relación a las aspiraciones norteamericanas, fue aún más enfático: “Grenada ya no está en el traspatio de nadie”.
Así, al referirse Bishop de forma análoga a la revolución norteamericana, señaló que aún “cuando los falsificadores de la historia pretenden que la revolución norteamericana no fue más que una tertulia en Boston, fue una muy sangrienta tertulia”. Y pese a que Grenada optó por evitar tribunales especiales o ejecuciones, no demoró en crear milicias capaces de defender militarmente al proceso, teniendo bien en claro el balance respecto de la experiencia chilena de la Unidad Popular. En palabras de Bishop, “la primera ley de la revolución es que la revolución debe sobrevivir”.
La Revolución del Pueblo se definió, en sus tareas inmediatas, como democrática, antioligárquica y antiimperialista, pero pronto (y sobre todo a partir de 1981) comenzó a desarrollar una política nacionalista y socializante, orientada a la planificación económica, la propiedad estatal industrial y la nacionalización del comercio exterior. Sin embargo, a diferencia de lo que sucedió con la dialéctica del proceso revolucionario cubano, Grenada optó por no realizar expropiaciones masivas, y se afianzó de facto un régimen de economía mixta público-privada.
Como toda revolución, la grenadiense expresó la síntesis creativa de diversas tradiciones emancipatorias relegadas en sus elementos afines y contradictorios: el marxismo, el black power, el panafricanismo, el tercermundismo, el anti-imperialismo, e incluso un incipiente y nunca antes conocido nacionalismo específicamente grenadiense.
Al decir de uno de sus dirigentes: “La Revolución en la que caminamos con Maurice enseñó al mundo sobre su firmeza y nuestros principios. Nos dejó el orgullo de ser grenadienses y agitar nuestra bandera con amor en cualquier parte del mundo. (…) Cuando Maurice habló por primera vez nos dijo sobre el lugar de las y los grenadienses en el mundo, sobre el hecho de que éramos una pequeña isla con unas grandes ideas y una gran revolución, que el tamaño del país no determina su lugar en la historia mundial”. Y más aún: “Las personas solían hacer trabajo voluntario los fines de semana (…); sólo esperaban hacer algo en su comunidad. Durante la Revolución todos éramos grenadienses trabajando para Grenada”.
Identidad y orgullo nacional
A semejanza del Brasil, Grenada no contó con un portentoso movimiento de liberación que lo emancipara de su metrópolis: la independencia fue más bien un proceso burocrático, organizado por arriba, ejecutado durante la presidencia de Gairy mediante un referendo, y que contó con la tutela y la aprobación del Reino Unido.
Es en ese sentido que el NJM vino también a forjar una identidad y un orgullo nacional de cierta forma inéditos para la isla. Como dijo Bishop: “Nuestro pueblo ha tenido siempre una mentalidad de visa. Lo importante era poder subirse a ese próximo bote o avión que salía al exterior”. Es a lo mismo que se referían los autores de “Elogio de la creolidad” cuando afirmaban que los caribeños “fuimos deportados de nosotros mismos”.
La colonización cultural, que pretendía hacer de los grenadienses unos “inglesitos negros” llegaba a tales de niveles de exasperación, que los niños del colegio debían ir cada año al parque central de la capital Saint George a festejar el cumpleaños de la reina de Inglaterra, permaneciendo todo el día de pie bajo el sol abrasador de esta zona tórrida.
Para valorar con justicia las realizaciones de la Revolución del Pueblo, conviene subrayar que Grenada dependía en primer lugar de la exportación de un irrisorio condimento: la nuez moscada. Pero también de otros productos agrícolas como el cacao y el banano, y de la animación comercial que producía un turismo escaso.
La baja población nacional (apenas unos 110 mil habitantes para la fecha), y la constitución histórica y colonial de la isla, la relegó a contar con una industria raquítica y artesanal que generó una clase obrera pequeña y no demasiado estructurada. Si a esto sumamos la tendencia decreciente de los precios de los productos agrícolas, y el encarecimiento relativo de los insumos importados, podemos entender por qué Bishop afirmó en 1980 que “la revolución [no] es como el café instantáneo [que] nada más lo pones en la taza y listo”.
Es por eso que quizás, desde estas distancias, nos puedan parecer algo modestos los logros de la Revolución Granadina, pero no debemos olvidar que el mérito siempre corre parejo a las circunstancias. Entre ellos podemos citar la prácticamente total sindicalización de la clase trabajadora; la construcción de una democracia protagónica asentada en consejos en los barrios, parroquias y lugares de trabajo; y la creación y fomento a las organizaciones de masas de mujeres, jóvenes, campesinos y obreros.
Por otro lado podemos mencionar un crecimiento económico nada despreciable en un contexto recesivo global: la reducción del desempleo del 50% al 12%; el aumento del salario directo y del salario social indirecto; la práctica alfabetización de toda la población en apenas un año; una reforma agraria que afectó a grandes unidades de tierra que fueron puestas a producir bajo la figura de cooperativas estatales; la gratuidad de la atención médica; el primer seguro social nacional de la historia grenadiense; y una legislación progresiva hacia los derechos hacia la mujer, que estableció igual salario por igual trabajo, licencias por maternidad y que comenzó a castigar diversas formas de violencia sexual.
Al respecto, decía Catherine Mapp, por entonces una joven de 22 años de la aldea de L’Esterre: “Por encima de todo, la Revolución es una revolución para las mujeres. Las mujeres definitivamente deberían verlo como un cambio en su dirección, algo que podría beneficiarlas directamente. Educación secundaria gratuita, distribución gratuita de leche, electricidad en nuestro pueblo y la Ley de maternidad”.
El apoyo popular unánime al liderazgo carismático de Bishop, y la repulsa del golpe interno que lo desplazó del poder y acabó con su vida, serían una muestra clara de la valoración del proceso por parte de los grenadienses.
Entrañable amistad Fidel y Bishop
Profundos lazos históricos, culturales y geográficos ligaban a las revoluciones de Cuba y de Grenada, expresados de forma inmejorable en la entrañable amistad que unió a Fidel Castro y Bishop hasta el trágico asesinato de este último. Y eso es porque la grenadiense fue también una revolución caribeña, dado que confrontó con su geopolítica regional la balcanización a la que el Caribe fue sometido por la miríada de potencias coloniales que han disputado esa frontera imperial desde 1492.
También fueron cercanas y significativas las relaciones con Nicaragua tras la toma del poder por parte del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Es interesante que Grenada no fue sólo un receptor de solidaridad internacional de parte de las revoluciones cubana y sandinista, de la URSS y del bloque soviético, o de los países No Alineados. Acompañó a su vez el proceso nicaragüense, enviando educadores a la Cruzada Nacional de Alfabetización, en particular a la zona de antigua colonización británica.
La de Grenada fue también una revolución negra, la segunda victoriosa del continente tras el triunfo de Haití en 1804, y como tal hizo parte de un giro panafricanista coincidente con los procesos de liberación nacional y social del continente africano. Fue por eso que, en un acontecimiento histórico, los presidentes Samora Machel, de Mozambique, y Kenneth Kaunda, de Zambia, visitaron la isla a mediados de 1980. Como tal, Grenada también se volvió miembro pleno del Movimiento de Países No Alineados.
La contracara de estas relaciones exteriores y de la cooperación entre naciones revolucionarias fue el previsible aislamiento de Grenada por parte de las naciones caribeñas que seguían completamente subordinadas a la política de Washington en lo que siempre estos consideraron su “lago interior”, en particular las islas anglófonas organizadas desde 1981 en la Organización de Estados del Caribe Oriental (OECS).
Quizás la síntesis de una visión simultáneamente nacional, tercermundista y global sea el principal legado grenadiense, tal como lo expresara Bishop en su discurso del 13 de abril de 1979: “Somos un pequeño país, somos un país pobre, con una población descendiente de los esclavos africanos, somos parte del Tercer Mundo explotado, y definitivamente tenemos el desafío de buscar la creación de un nuevo orden económico internacional que dé lugar a una economía al servicio del pueblo y a la justicia social y por todos los oprimidos y explotados del mundo. No creemos en una economía al servicio de una minoría de la humanidad, sino al servicio de los que fueron explotados y de los que son explotados actualmente”.
La traición
Quizás la más grande de las paradojas grenadienses, este dada por el hecho de que la revolución que no derramó sangre ajena, derramó su propia sangre de forma trágica y abundante. Al decir de Fidel Castro, “de las propias filas revolucionarias surgieron hienas”.
Contradictoriamente, las “hienas” que abortaron este destacado proyecto revolucionario lo hicieron bajo el argumento de forzar la marcha hacia el socialismo, descuidando las más elementales lecturas sobre las condiciones materiales de la isla y sobre la precaria ubicación de Grenada en la geopolítica caribeña y global.
En torno a la figura de Bishop fue conformándose un cerco tendido por la segunda figura del proceso, Bernard Coard, y por el general Hudson Austin. Bajo las acusaciones del abandono del “marxismo-leninismo y con una crítica insistente en torno al presunto culto a la personalidad de Bishop, esta fracción, mientras demandaba un liderazgo compartido, fue conspirando hasta alcanzar una mayoría dentro de la propia dirección del proceso.
El 13 de octubre Bishop fue destituido y encarcelado. Las bases del Movimiento de la Nueva Joya y las mayorías encuadradas en las nuevas estructuras que organizaban a los trabajadores, el campesinado, las mujeres y la juventud, comenzaron a agitarse declamando “queremos a Bishop, no a Coard” y bajo la consigna “no Bishop, no revo”, es decir, sin Bishop no hay revolución.
El 19 de octubre, unas 25 o 30 mil personas se movilizaron exigiendo su liberación: ni más ni menos que la cuarta parte de la población de la isla. Bishop se preparaba a dar un discurso desde el emblemático Fort Rupert, e incluso había hecho los arreglos necesarios con Radio Grenada Libre para su transmisión.
Ante el aislamiento que se precipitaba sobre la fracción de Coard, en un rápido y confuso episodio, Bishop y otros miembros de la primera plana del gobierno fueron fusilados: en particular cuadros de la relevancia de Jacqueline Creft, Ministra de Educación y de la Mujer, esposa de Bishop; Unison Whiteman, quien se desempeñaba como canciller, y el dirigente sindical Vincent Noel.
La invasión yanqui
Aún bajo la sombra de la resonante derrota de Vietnam y al calor de las futuras elecciones presidenciales del año 1984, la aventura belicista fue utilizada, como sucede hoy en día, para cohesionar a la sociedad norteamericana bajo liderazgos reaccionarios. Como comentó un asesor presidencial al New York Times el 9 de octubre del año de la invasión: “Necesitamos una victoria importante en alguna parte para demostrar que podemos manejar la política exterior. No se trata de algún asunto en particular, como de generar confianza en la competencia del Presidente en materia externa”. De hecho, el sometimiento de Grenada sirvió para tabicar el interés público por los problemas endógenos, disparando la imagen de Reagan, quién ganaría holgadamente las elecciones del año 1984.
Desde el 15 de octubre de 1983, Washington planificó una acción militar llamada “Furia Urgente”, que concretó con el apoyo simbólico de tropas de Jamaica, Barbados y otros miembros de la Organización de los Estados del Caribe Oriental. El 25 de octubre, con aviones y helicópteros, 7,300 marines y paracaidistas invadieron Saint George por el aeropuerto en construcción. El pretexto era proteger las vidas de los ciudadanos estadounidenses que estudiaban medicina en la isla. Los combates provocaron la muerte de 71 grenadienses, 18 estadounidenses y 24 de los 784 cooperantes cubanos. También hubo 538 heridos en ambos bandos, de acuerdo con documentos oficiales.
El balance del luctuoso final estaría a cargo de Fidel Castro: “Según nuestro criterio, objetivamente el grupo de Coard hundió la revolución y abrió las puertas a la agresión imperialista. Sean cuales fueses sus intenciones, el atroz asesinato de Bishop y sus compañeros más fieles y allegados constituye un hecho que jamás podrá justificarse ni en esa ni en otra revolución”. El saldo previsible fue la desmoralización del pueblo, la desmovilización de los sujetos organizados, la confusión estratégica y el desarme de las milicias, importante reaseguro defensivo de la Revolución.
En su discurso del 14 de noviembre de 1983, Fidel Castro afirmó que “el gobierno imperialista de Estados Unidos quiso matar el símbolo que significaba la revolución grenadiense, pero el símbolo ya estaba muerto. Lo habían destruido los propios revolucionarios grenadienses con su división y sus errores colosales”. Se trata del juicio fulminante de quién fuera quizás la única autoridad moral para evaluar algo tan espinoso y contradictorio como una revolución derrotada. “Estados Unidos, queriendo destruir un símbolo, mató un cadáver, y a la vez resucitó el símbolo”, añadiría.
Grenada tuvo el triste privilegio de constituir el primer caso de aplicación, mediante el uso directo fuerzas norteamericanas, de la doctrina militar postguerra de Vietnam, la misma que se tercerizó en Nicaragua mediante la utilización de los “contras”.
Una digna revolución
Como ha quedado evidenciado, solo las Revoluciones pueden dar a nuestras naciones una proyección regional, y una plataforma firme y digna desde la cual enfrentarse a este mundo desquiciado por el capital. Grenada, tras la derrota de su Revolución, perdió toda significación geopolítica y volvió, al decir del abogado Peter David, a convertirse en “una pequeña isla entre muchas en el Caribe”. Lo mismo sucedió con Haití. Lo mismo sucedería con Cuba si la más sólida de nuestras tentativas revolucionarias fuera derrotada.
Grenada viene a reafirmar también que las revoluciones son hechos totales y multidimensionales, y que sólo su irrupción es capaz de garantizar el avance de agendas múltiples que nunca llegarían a buen puerto por andariveles dispersos, fragmentadas en reclamos sectoriales, rebeldías domesticables o pataleos corporativos. Las reivindicaciones obreras, campesinas, estudiantiles, profesionales, juveniles, de las mujeres, migrantes, negras o indígenas, podrán hacer “todo con la revolución, y nada contra la revolución”.
Por otro lado, resulta indudable que el Caribe y fue y sigue siendo el lugar de condensación de los más fabulosos experimentos políticos y sociales, la álgida frontera de numerosos imperios y la región geoestratégica donde los eslabones débiles de la colonialidad no dejan de saltar por los aires.
Quién le dé la espalda a nuestro gran mar le dará, ingenuamente, la espalda a los enemigos que campean al norte y al este, y que predican desde hace 500 años la desunión y la discordia. Debemos honrar los esfuerzos anfictiónicos del Libertador Simón Bolívar, para que el Caribe vuelva a ser la bisagra de las diferentes regiones de Nuestra América, convirtiéndolo en un mar convergente, de encuentros culturales, abrazos migratorios, comercio justo, entendimientos lingüísticos, y solidaridad plena.
Algún día escribiremos, al lado de la historia revolucionaria de Haití el impensable, de Cuba la heroica, de Nicaragua la hermosa, la historia de Grenada, la digna revolución de la nuez moscada. Mientras tanto, como decían y aún recuerdan los grenadienses: Forward ever, backward never. Avanzar siempre, retroceder nunca.
Una entrevista de hace tres años a Alimentha Bishop, la madre de Maurice Bishop
La Habana. Por Zeus-Naya, agencia Prensa Latina
El asesinato en 1983 del entonces primer ministro de Grenada, Maurice Bishop, y la destrucción de su Revolución Popular, devino un duro golpe para los proyectos emancipadores de la región de América Latina y el Caribe.
El joven político y abogado, junto a dirigentes de esa isla caribeña, encabezaron primero un proceso de oposición a la dictadura militar de Eric Gairy (1967-1979) a través del llamado Movimiento de la Nueva Joya (NJM, por sus siglas en inglés).
“Esa fuerza surgió en 1973 de la fusión de dos organizaciones”, explicó Otto Marrero, durante 10 años jefe de la sección de América del Departamento de Relaciones Internacionales del Comité Central del Partido Comunista de Cuba. Aquella fuerza fue integrada por el “Movimiento de Asambleas del Pueblo” (MAP), liderado por el propio Bishop, y el “Esfuerzo Conjunto por el Bienestar, la Educación y la Liberación” (Jewel, voz inglesa que significa “joya”), de Unison Whiteman, recordó el abogado Marrero.
Obreros y campesinos, una pequeña burguesía de maestros, empleados bancarios y trabajadores de la salud conformaron la base de la agrupación que en poco tiempo logró influencia sindical, así como tres asientos de 15 en el Parlamento, describió Marrero, quien forma parte de la Cátedra de Estudios del Caribe “Norman Girvan” de la Universidad de La Habana.
Prácticamente Grenada era un lugar desconocido. Cuenta Marrero que le pidieron entonces un análisis y él concluyó que en la isla se gestaba un movimiento en contra de la continuidad de Gairy. Ese movimiento buscaba adelantar las elecciones generales y cambiar la constitución, mientras le atribuían 27 muertes, algo grande en el Caribe, entre ellas el padre de Bishop durante una protesta antigubernamental, recordó Marrero.
“Pero días antes del 13 de marzo de 1979, sobresale que Gairy viajaría al exterior a una sesión de las Naciones Unidas y dejó instrucciones, no lo dudo, de eliminar físicamente a la principal figura opositora”, agregó.
Bishop y militantes del NJM constituyeron un grupo de aproximadamente 50 hombres con armas y fusiles de baja calidad para atacar el cuartel True Blue, sede de la policía y las fuerzas armadas. La acción tuvo éxito, con un solo fallecido y un herido del lado de los soldados, tomaron además la planta de radio, la jefatura del Estado, algo que el líder la Revolución cubana, Fidel Castro, denominó “un Moncada Victorioso”.
Esperanza de justicia
Desde el inicio mismo, Bishop pidió ayuda a Cuba en todos los sentidos, afirmó Marrero, quien viajó varias veces a Grenada y dialogó tanto en La Habana como en Saint George, la capital de Grenada, con los máximos cargos de la Nueva Joya.
Cuba colaboró en muchas cosas: mandamos 15 médicos inmediatamente, tres estomatólogos, alfabetizadores, le compramos cinco mil toneladas de nuez moscada, mencionó, construimos carreteras e iniciamos un nuevo aeropuerto internacional para fomentar el turismo, explicó el entonces periodista del diario Granma Antonio Paneque, quien estuvo en Grenada a principios de 1983.
El gobierno estadounidense, encabezado entonces por Ronald Reagan, promovió la matriz de opinión de que el aeródromo serviría de punto de apoyo para los aviones militares soviéticos en el contexto de la Guerra Fría.
“La Revolución propició cambios interesantes” en cuanto a los vínculos históricos del país anglosajón y su política exterior, declaró el jurista Peter Davis, actual ministro de relaciones internacionales de Grenada. Rápido extendió los nexos, que antes de 1979 eran limitados principalmente por las demandas de Reino Unido, Canadá y los Estados Unidos, aseveró.
El abogado Marrero recuerda que aparte de las aproximaciones a Cuba, Bishop estrechó lazos con la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, Nicaragua, las Repúblicas Popular Democrática de Corea y Guyana, entre otras.
Según el investigador español José Pérez, doctor en Ciencia Política, la nueva derecha estadounidense, con un discurso belicista, consideró la revolución grenadiense como un problema de hegemonía en la región y un avance del comunismo internacional. Para EEUU era necesario abortar el proyecto, por lo cual negó préstamos y presionó a organismos internacionales a fin de estrangular la débil economía, al tiempo que emprendió una campaña de desprestigio hacia sus dirigentes, recordó.
El periodista cubano Jorge Luna citó que el propio Bishop denunció que, entre otras acciones, Washington preparaba una agresión, pues la ensayó en secreto en la isla puertorriqueña de Vieques bajo el nombre de “Plan Pirámide”. El líder grenadiense criticó en sendos mensajes la hostilidad de la Casa Blanca encabezada por Reagan.
Un informe confidencial del Departamento de Estado de EEUU presentó a la incipiente revolución como aún más amenazante que la cubana o la sandinista, dado que sus líderes hablaban inglés, podían intercambiar directamente con el pueblo estadounidense, ya que eran negros y podían identificarse y ser identificados por la comunidad afrodescendiente.
División y magnicidio
Marrero cree que el factor fundamental para el derrocamiento del gobierno revolucionario fue la división interna, pues “hubo elementos revolucionarios que asumieron posiciones de extrema izquierda y dañaron el proceso”.
Marrero describe que Bishop fue un hombre extraordinario, muy hábil, gran comunicador, orador estelar, movía a las masas, caía bien, siempre dado al consenso, amigo de sus amigos, adoraba a Fidel Castro, como todos los dirigentes que lo conocieron.
En cambio, su amigo desde los 12 años Bernard Coard, viceprimer ministro en el gobierno revolucionario, era de extrema izquierda, poco dado a las concesiones, todo esto matizado por su ambición personal, precisó el analista.
En junio de 1983 se reunió el Comité Central del Movimiento Nueva Joya, integrado por 17 miembros, y Coard con su grupo reprocharon al líder lentitud en sus medidas, lo acusaron de pequeñoburgués y desorganizado en su trabajo. Pese a los logros sociales, esta facción de una forma u otra empezó a conspirar para eliminar a Bishop, reflexionó Marrero.
Los desacuerdos por una dirección compartida alcanzaron su máxima expresión cuando el 13 de octubre de 1983 se produjo un golpe de Estado promovido por el jefe del Ejército, general Hudson Austin, con la anuencia de Coard. Tras seis días de confusión, fueron asesinados Bishop, de 39 años, y 15 compañeros suyos, cinco de su propio gabinete, incluida su esposa y ministra de Educación, Jacqueline Creft.
La Agencia Central de Inteligencia (CIA) ya estaba infiltrada en el ejecutivo, en Nueva Joya, en las fuerzas armadas y en las organizaciones populares, según denunciaron en esa época George Louison, que fue ministro de Agricultura; Don Rojas, exsecretario de prensa, y Kenrick Radix exfiscal general.
La invasión yanqui
Desde el 15 de octubre de 1983, Washington planificó una acción militar llamada “Furia Urgente”, que concretó con el apoyo simbólico de tropas de Jamaica, Barbados y otros miembros de la Organización de los Estados del Caribe Oriental.
El 25 de octubre de 1983, con aviones y helicópteros, 7,300 marines y paracaidistas invadieron Saint George por el aeropuerto en construcción. El pretexto era proteger las vidas de los ciudadanos del norteño país que estudiaban medicina en la isla.
Los combates provocaron la muerte de 71 grenadienses, 18 estadounidenses y 24 de los 784 cooperantes cubanos. También hubo 538 heridos en ambos bandos, de acuerdo con documentos oficiales.
Fue una invasión cínica, infame, un abuso contra un país pequeño y pobre. En un discurso el 14 de noviembre de 1983, Fidel Castro sentenció: “El gobierno imperialista de Estados Unidos quiso matar el símbolo que significaba la revolución grenadiense, pero el símbolo ya estaba muerto”.
Durante la ceremonia de inauguración del aeropuerto internacional de Saint George en 2009, el primer ministro de Dominica, Roosevelt Skerrit, narró que todavía estaba en la escuela primaria cuando Bishop llegó al poder. Sin embargo, dijo, aún recordaba el papel fundamental desempeñado por el carismático líder en favor de ayuda para su nación tras la devastación causada por el huracán David, en agosto de 1979.
Skerrit admitió que leyó muchos de sus discursos e instó a los jóvenes de toda la región a hacerlo de igual modo.
El jefe de gobierno de San Vicente y las Granadinas, Ralph Gonsalves, intervino en el acto y llamó a Bishop uno de los mejores hijos que dio el Caribe, encarnación de la lucha contra el colonialismo.
Creo en los países pequeños, en sus posibilidades de hacerse un sitio en este mundo de gigantismos, de grandes magnitudes en pugna, confesó en otra ocasión el intelectual martiniqués Édouard Glissant.
En octubre de 1984 el entonces presidente de Burkina Faso, Thomas Sankara, durante su visita al barrio neoyorkino de Harlem previa a una intervención en las Naciones Unidas, anticipó una recomendación para el futuro.
Al lamentar el horrible crimen cometido en Grenada, Sankara planteó: “El año pasado estuve con él y nos hemos dado consejos mutuamente; si no queremos que se asesine a otros Maurice Bishop, tenemos que luchar contra el imperialismo”. Casi exactamente tres años después, Sankara fue asesinado por los servicios de inteligencia de Estados Unidos.