Managua. Por Rosario Murillo (*), Vicepresidenta de la República
¡Cuánto la hemos implorado al a Virgen de Guadalupe en los momentos duros, cuando nos azotaba el golpismo, el terrorismo, la criminalidad, el odio! Cómo no la invocamos y cómo no elevamos nuestras oraciones, nuestras luces, veladoras, inciensos, oraciones, rosarios, avemarías, implorándole su mirada de Madre, sobre nuestro pueblo, sobre las familias, sobre esta patria de fe, de familia, de comunidad, esta Patria bendita y esta Patria que venera, que sabe respetar, venerar e inspirarse en sus tradiciones de fe.
Tenemos tradiciones que proclaman nuestra fe, nuestra adoración, nuestro reconocimiento de los poderes celestiales. Y cuánto, vuelvo a decir, no le invocamos, y cuántos le invocamos en aquellos momentos horrorosos, cuando pretendían acabar con el amor en nuestros hogares, entre nuestras familias; cuando incendiaban, cuando quemaban, cuando torturaban, cuando despojaban de derechos, cuando pintarrajeaban, no con los colores de la bandera nacional, porque esos no eran los colores de la bandera, esos eran los colores del odio diabólico que algunos malos nicaragüenses quisieron sembrar. El odio diabólico con el que nos azotaron.
¿Cómo vamos a olvidar todas las expresiones de ese odio? ¿Cómo vamos a olvidar a aquellos que iban a tocar campanas en los templos para que acudieran compañeros y compañeras y exponerlos al asesinato, a la captura, al secuestro? ¿Cómo vamos a olvidar que en nombre de Dios y de Cristo Jesús se blasfemaba y se llenaba el país de odio? ¿Cómo vamos a olvidar a los que ahora desde fuera siguen, inútilmente, irradiando odio?
Porque no es más que odio, tenebroso odio, terrorista odio. ¡Y cómo deslucen de los ornamentos sagrados, proclamando odio, y deseándole el mal al prójimo! No el amor, no el bienestar, no la alegría, ¡no! ¡Deseándole el mal al prójimo!
Esos no son líderes religiosos, esos no son representantes, ni de Dios, ni de nuestros santos, ni de nuestra Madre María en sus distintas advocaciones. Y es bueno recordarlo hoy, cuando suena la pólvora en todas partes, festejando a nuestra madre, la Emperatriz de América, la Virgen de Guadalupe, y decirles en nombre del amor de madre, de nuestra Virgen de Guadalupe: con odio, ¡nunca más! No pudieron. Con odio sólo se destruye, y con odio sólo se llena el corazón de resentimientos y de malos sentimientos, de perversión.
Bueno, es que realmente hubo perversión, malignidad, aquí estuvo la caldera del diablo, y sabemos dónde estaban. Y luego, ¡qué cinismo! Había que hacer el exorcismo a quienes en toda Nicaragua habían trabajado con amor cristiano, con fervor cristiano, con fe y esperanza.
¡Cómo podemos creerles nada a los representantes del demonio! ¡Cómo se atrevieron a blasfemar, porque es una blasfemia, un sacrilegio alterar el orden de las cosas, y hacerlo en nombre de Dios. ¡Imagínense! Si aquí lo vivimos, aquí lo sufrimos, aquí nos dolió.
No nos dolió que sembraran la discordia, porque hemos estado acostumbrados a luchar contra los malos sentimientos, los malos corazones, y contra los que siembran discordia. Nos dolió que lo hicieron en nombre de Dios, porque golpearon la fe, que en Nicaragua se construye y se traslada de generación en generación.
Muchos de nosotros fueron perdiendo la fe, y sobre todo, en quienes se proclamaban “intercesores”, “intermediarios”. ¿Quién ha dicho eso, que en la relación con el Padre Celestial, con el Espíritu Santo, con Cristo Redentor, con Nuestra Madre María, necesitamos a un intermediario, y menos a un intermediario corrupto, pervertido?
De verdad, cuántas aberraciones las que conocimos y trascendimos, sólo que el dolor queda y hay días como hoy que uno recuerda y dice: “¿Qué cosa? ¡Vade retro, para atrás, Satanás, para atrás!”, como lo sacamos de aquí. ¡Para atrás! Porque aquí de verdad que hemos dado y damos todos los días demostraciones de amor y esperanza, de amor liberador, de amor cristiano, socialista, solidario, de amor que es servir a los demás, y hacerlo con orgullo, con alegría, sembrando confianza, esperanza, y cosechando concordia, que es lo que gracias a dios tenemos en esta tierra nuestra, sagrada, de heroísmo, de amor puro, de bendición.
Y cómo les duele cuando decimos que somos un país bendito. ¡Cómo le duele! Claro, porque quisieron instalar la oscuridad; pero esa bendición que tenemos, y esa bendición que recibimos, y esa bendición con la que trabajamos, los hizo ir para atrás. Porque trabajar desde el odio es una maldición y una condena para quienes lo hacen.
Aquí estamos, celebrando las navidades, los 45 años del sacerdocio vivo, entrega a los demás, de Gaspar García Laviana, Héroe Nacional, padre, sacerdote, líder, inspirador, movilizador de la fe y la hermandad.
De verdad que trascendemos y trascendimos todos los días, porque seres de luz, como Gaspar, nos fortalecen, nos dan, y nosotros recibimos la fuerza, la fortaleza para caminar… Para caminar con Cristo Jesús; para celebrar el nacimiento y el renacimiento de Cristo Jesús en nuestros corazones; para festejar, celebrar el amor de madre de Santa María de Guadalupe el día de hoy; para celebrar tanto, sobre todo la paz, que es el tesoro, el privilegio y el orgullo de las familias nicaragüenses.
Cómo vamos nosotros a rendirnos, cómo, si este pueblo lucha para vencer, y nació, este pueblo nació bendecido, este pueblo nació honroso, glorioso, victorioso. Este pueblo nació con la dignidad en alto, y crece todos los días, porque somos un pueblo, no sólo de amor y de fe, sino de dignidad y decoro nacional. Para nosotros es un valor irrenunciable y un valor que está en nuestras vidas de manera cotidiana. Soberanos siempre, libres siempre, orgullosos siempre, dignos siempre. Un pueblo que camina, con el sol que no declina!
(*) Extractos de su intervención del mediodía del martes 12 de diciembre de 2023, a través de Multinoticias Canal 4 de televisión.