Por José Román (extracto de su libro “Maldito País”, escrito en 1933. Puede bajar el libro completo en la sección de Documentos o bien ir a este enlace: Maldito País).
Mire, Román, de mí han escrito muchas cosas: Que soy un fanfarrón, que soy un loco alucinado, espiritista, astrólogo, un impaciente, un déspota, un bandolero, falso apóstol, ridículo y muchas otras cosas por el estilo. Pero también han dicho y por cierto personajes de gran prudencia, que soy un héroe, un símbolo de raza, un redentor y así muchas otras exageraciones.
Varios periodistas y escritores me han “pintado” conociéndome sólo superficialmente; pero hasta hoy ningún escritor ni periodista me ha tratado tan de cerca como usted. He llegado a contarle verdaderas confidencias, aún de mi vida personal más íntima y de mismas profundos pensamientos y nadie antes se ha ganado mi confianza como usted. Como hemos congeniado tan concordemente, yo creo conocerle mucho mejor de lo que Usted se imagina y es por eso que estoy seguro que lo que Usted diga, bueno o malo, será de buena fe.
Conociéndole así, yo no puedo concebir que Usted escriba algo bueno sólo para agradarme ni malo para ofenderme. Yo solamente le he pedido desde un principio y vuelvo a pedírselo ahora, que diga la verdad a como usted la entienda, cueste lo que cueste y aunque duela. De modo que prefiero no oírlo.
El retrato que prefirió que no leyera…
Este el retrato que el General prefirió que no le leyera. Está basado no sólo en mis observaciones personales y largas pláticas con él, sino además, en relatos y conversaciones con sus hombres más allegados: En la intimidad el General Sandino, todo puede parecer, menos un General tropical y mucho menos el General Sandino.
A la sazón tiene 38 años de edad, cumplirá 39 el próximo 18 de mayo de 1933, porque según él mismo, nació en 1894 aunque fue inscrito en el Registro Civil hasta el año siguiente, de allí la confusión acerca de su edad.
Es bajo, 163 centímetros de estatura y 55 kgs. de peso (121 Ibs.); de apariencia débil y sin ningún rasgo especial.
Su cabello es negro, liso y tupido, con una que otra pincelada de canas. Lo lleva siempre bien peinado y partido al lado izquierdo, bigote y barba rasurados.
Se afeita o le afeitan diariamente Tranquilino o Cabrerita, quienes además se encargan de su corte de pelo.
Tiene ojos negros, pequeños, penetrantes y de cambios rápidos. Detrás de ellos, por sus palabras y por sus gestos, ambos de la más pura sinceridad, se adivina su alma sentimental y compleja. Un alma difícil de atisbar y llena de extrañas inquietudes.
Tiene nariz mediana, boca grande con varias calzaduras de oro en sus dientes, pero muy pequeñas. Su sonrisa es muy frecuente, neutra o más bien triste y a pesar de su constante buen humor, nunca se ríe fuerte y mucho menos a carcajadas. Su rostro no es ovalado ni redondo. De cutis blanco pálido, con algunas comeduras de varicela y de pómulos prominentes.
Tiene manos regordetas, pequeñas, con los dedos como cortados de un tajo a la mitad de las uñas, las que siempre lleva limpias. Los pulgares son rectos y le caen verticalmente sobre la mano, es decir, formando con ellas ángulos de noventa grados. Su cinturón es tamaño 32 y sus pies muy pequeños.
Es un buen nadador
Sandino, pues, no tiene ningún rasgo físico especial, por el contrario, es un individuo de aspecto común y de apariencia débil, no obstante de poseer una resistencia física superior y de ser muy fuerte. Es un buen nadador, jinete incansable y de los mejores en todo su ejército para andar a pie y resistir las cuestas, hondonadas, llanos cenagosos y todas las intemperies de la selva bruta.
Muy rara vez se enferma y no usa ninguna medicina porque dice que emplea para curarse la autosugestión y disciplinas yogas. Las únicas excepciones son “La Tigra” para el paludismo y algunas tinturas y bálsamos para las heridas. Solamente hace dos tiempos de comida al día y desde su temprana juventud no toma ni en lo absoluto bebidas alcohólicas y no le divierte ningún juego de azar.
A pesar de haber en el ejército hombrazos hercúleos nacidos y criados en la montaña, a ninguno le va en zaga en resistencia física.
Sandino, aunque es un hombre de talento genial, no ha recibido cultivo académico fuera de Teneduría de Libros y dos años de secundaria, pero por su cuenta ha leído mucho con lo que se ha formado un intelecto sólido.
Tiene gran poder de intuición, según lo atestiguan sus propios hombres. Sin embargo, en mi parecer, exagera en cuanto al valor de sus creencias teosóficas, espiritistas, rosacrúceas, astrológicas y demás complicaciones esotéricas, pero también estoy convencido de que nada de eso le resta un ápice a su cruzada ingente. Por el contrario, quizá sin ellas no hubiera sido posible.
Un hombre simpático
Es un meticuloso organizador de todas sus cosas y operaciones. De una tenacidad que raya en locura. Malicioso y psicólogo intuitivo para conocer a la gente. Tiene fluido personal, convence y subyuga y sobre todo tiene el don de ser simpático y de agradar.
Cuando conversa, cuando dicta y cuando piensa, algunas veces se pasea de un lado a otro con las manos enlazadas por la espalda y la cabeza gacha, en concentración. Otras se sienta en una mesa, se apea, da vueltas, se detiene, gesticula, hace muchos ademanes y se posesiona del momento y de la acción. Le brillan los ojos y se le aviva el rostro y parece vivir lo que está relatando o comentando, pero si le es posible prefiere recostarse en una hamaca, porque según dice, allí piensa mejor y más serenamente.
Su memoria es extraordinaria para las fechas, los números y las fisonomías. Conoce por nombres, apellidos y otros detalles a todos sus soldados y centenares de otras personas.
Tiene intuiciones repentinas y toma decisiones vertiginosas, aún en situaciones cruciales. Es muy romántico, sentimental y más quijote que Don Quijote. Más tarda en concebir un plan, que en ejecutarlo. Ver los molinos e irles, lanza en ristre, salir mal herido y volver a la carga y volver a volver, es muy suyo.
En tiempos normales se retira a su cuarto a muy temprana hora y no es madrugador. Duerme bien y bastante, pero en los tiempos de guerra no tenía horas fijas ni para dormir ni para comer y hacía ambas cosas cuando se le antojaba, hasta el punto que yendo a veces en lugares muy peligrosos, detenía a la tropa, hacía, en el suelo un lecho de hojas y sobre el capote se acostaba a dormir un par de horas.
Diariamente medita varias veces y se retira a la orilla de los campamentos, prefiriendo la hora del crepúsculo vespertino, si le es posible. Es muy aseado, se baña y cambia de ropa ‘diariamente, desde luego exceptuando en tiempo de guerra. Después de razurarsé se pone toques muy discretos de agua de colonia y también un poco en el pañuelo que le gusta oler de vez en cuando.
No le interesa el dinero menos los honores
Usa sombrero gris Stetson, estilo tejano. Vestido de montar hecho de gabardina verde gris y botas altas de piel café de abrochar por delante y su pañuelo rojo de seda con ribetes negros y anudado al cuello, la bandera sandinista. Nada de charreteras, ni cordones dorados, ni quepis, ni escudo, ni condecoraciones, ni pendejeras apavorrealadas dice él.
Cuando hace alto en un campamento, se viste de civil, pero siempre con pantalones de gabardina kaki y guayaberas de lino blanco. Además de su cinturón, usa otro especial donde van cuatro “peines” de tiros y su pistola Colt 45 automática, con la que tira muy bien. Cuando ve sangre se le espeluza el cuerpo y tiene obsesión por defender al débil y a toda causa perdida.
Me cuentan que algunos de sus oficiales preferían no llevarle ningún prisionero, porque con seguridad le salvaría la vida. El dinero en sí mismo no le interesa, ni tampoco le importan ni la gloria ni los honores y mucho menos el ser objeto de la atención pública, porque de cerca le afligen las multitudes. Pero noto al mismo tiempo, que en privado goza de su enorme y constante publicidad en periódicos, revistas y libros publicados en tantos países.
Le gusta la vida sencilla y sin complicaciones. En privado y con los suyos derrocha el buen humor y es conversador infatigable. Pero cuando va a hablarle a su ejército en forma oficial para notificaciones, órdenes o comunicaciones, lo mismo que para hablar en público, toma pose de inspirado y cruza la diestra sobre el pecho tocándose con la punta de los dedos el hombro izquierdo y casi siempre principia sus discursos con estas palabras: “Queridos hermanos, les hablo en nombre de Nicaragua” y termina diciendo: “PATRIA Y LIBERTAD”.
En fin, es tan compleja la personalidad del General Sandino, que no es posible describirla en todos sus aspectos.
Sandino un hombre con altos principios morales
Y para concluir este retrato literario del General Augusto C. Sandino, en cuanto a la parte espiritual debo añadir que le considero un hombre de los más puros sentimientos y de los más altos principios morales. Dotado de extraordinaria sinceridad y de un patriotismo incorruptible que se basa en su amor entrañable por Nicaragua. Además, es poseedor de un espíritu tan elevado, que no sólo le permitió superar las miserias y amarguras de una espantosa niñez y crecer sin odios ni rencores, sino muy al contrario, henchido de amor al prójimo.
Después de tratarle tan íntimamente durante larguísimas conversaciones que ni siquiera se relacionan con el tema fundamental de esta obra y de observarle minuciosa y detalladamente, así como de hacer una especie de combinación mental de las emociones que causa su presencia y su compañía en tales lugares y condiciones como tuve el privilegio único de compartir con él, puedo asegurar que es un alma muy superior y por tanto no es remoto que sea capaz de percibirlas inspiraciones y vibraciones cósmicas de que él habla y que nos están vedadas a los mortales comunes y corrientes por depender únicamente de la torpeza de nuestros sentidos físicos.
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