Chicago. Por Shabbir Rizvi, HispanTV
En una evolución impactante, pero no sorprendente, la Cámara de Representantes de Estados Unidos, a principios de diciembre estableció en una resolución que el antisionismo se considera igual que el antisemitismo. La resolución, redactada por los republicanos y aprobada con 311 votos a favor y 14, en contra, mientras que hubo 92 abstenciones, intenta presionar a la mayor cantidad posible de representantes, amenazando con etiquetar a los disidentes como antisemitas.
Los republicanos y demócratas sionistas acérrimos estuvieron a la ofensiva desde el principio, reiterando su falsa equivalencia de antisionismo y antisemitismo para continuar con el envío sin restricciones de armas al régimen sionista. Los republicanos utilizaron la resolución como un golpe a los demócratas para alinearlos o para calificarlos de antisemitas. Irónicamente, este es el mismo partido que tiene una lista de los llamados “absolutistas de la libertad de expresión” que deberían agregar un asterisco a ese título que diga solo si eres sionista.
Aunque muchos demócratas admiten ser sionistas inflexibles, algunos se muestran un poco menos entusiastas, o incluso críticos, a la hora de equiparar el antisionismo con el antisemitismo. Algunos identifican correctamente al sionismo como una ideología política, pero no llegan a abordar sus raíces coloniales y su doctrina corrosiva que incluye la limpieza étnica. Como señala la congresista Pramila Jayapal, “enturbiar las aguas sobre lo que es el antisemitismo, se considera completamente incorrecto e inútil”.
Por supuesto, el alineamiento ideológico de la maquinaria política estadounidense con la ocupación israelí está inherentemente arraigado en el dinero. Los fabricantes de armas como Boeing y Raytheon ganan miles de millones mediante acuerdos de armas con el régimen del apartheid. A través del cabildeo masivo de sus afiliados, estas corporaciones mortíferas pueden tener una voz única en la política exterior de Estados Unidos, que es lo que define su relación ilícita.
Además de los casi 4 mil millones de dólares que Estados Unidos envía anualmente en ayuda militar al régimen de Tel Aviv, Estados Unidos ha enviado 10 mil millones de dólares adicionales en ayuda desde el 7 de octubre, lo que incluye bombas letales destructoras de búnkeres que han causado la muerte de miles de palestinos.
¿Por qué ahora?
Para los políticos estadounidenses, esta resolución lo deja muy claro: si el genocidio es un negocio, el negocio es bueno. Pero los negocios también pueden tener obstáculos. Esta resolución podría haber sido aprobada fácilmente casi en cualquier año desde la creación de la entidad ocupante, a pesar de una resolución de la Organización de Naciones Unidas (ONU) de 1975 que definía al sionismo como racismo, ahora descartada.
¿Se está aprobando la resolución debido a la gravedad de la humillación que el régimen sionista sufrió el 7 de octubre a manos de la Resistencia palestina liderada por el Movimiento de la Resistencia Islámica de Palestina (Hamas)? Si ese fuera el caso, la resolución podría haberse aprobado las numerosas veces que el Movimiento de Resistencia libanés Hezbolá propinó derrotas humillantes al régimen israelí a lo largo de los años. Podría haberse planteado durante la primera guerra de Gaza. Entonces, ¿por qué ahora?
La respuesta radica en el cambiante tejido social de Estados Unidos. En el punto de mira de la resolución están los campus universitarios. Desde la operación Tormenta de Al-Aqsa, los grupos de estudiantes en solidaridad con la Causa Palestina se han vuelto fundamentales para llevar a Palestina al frente y al centro de la vida universitaria estadounidense.
Estos grupos estudiantiles han organizado sesiones informativas, boicoteado a profesores sionistas y realizado manifestaciones y huelgas masivas con demandas no solo de poner fin a la agresión contra Gaza, sino también de poner fin a la ayuda estadounidense al régimen sionista que está ayudando al genocidio de los palestinos en Gaza.
Además de eso, grupos de todas las edades, complementados por grupos universitarios, han marchado al compás de millones en todo el país, no solo exigiendo una “solución de dos estados”, sino el fin de la ocupación. Esta es una evolución muy necesaria para la Causa Palestina que estremece a los sionistas hasta la médula.
Razones de la persecución
En un clip filtrado –obtenido por primera vez por Teheran Times– el jefe del grupo sionista “Anti-Defamation League”, Jonathan Greenblatt, señaló que una seria amenaza que enfrenta los cabilderos israelíes no proviene de la división entre la izquierda y la derecha políticas, sino más bien entre jóvenes y ancianos, ya que los jóvenes comienzan lentamente a desilusionarse con el apoyo de su gobierno al régimen de ocupación.
Para sionistas como Greenblatt, los campus universitarios, e incluso los campus de las escuelas secundarias, podrían ser una amenaza potencial a la falsa imagen del régimen sionista. Mientras los jóvenes apoyan sin reservas la causa palestina, el sustento del régimen sionista –que depende del dinero de los contribuyentes estadounidenses– empieza a disminuir.
No sorprende que, mientras se aprueba esta resolución, las escuelas de “Ivy League” que presenciaron un aumento en las acciones de solidaridad con Palestina estén siendo cuestionadas por el Congreso de Estados Unidos. Los presidentes de estas escuelas ahora enfrentan acusaciones de fomentar el antisemitismo al permitir manifestaciones pro Palestina en el campus. (Ivy League está compuesta por ocho universidades privadas del nordeste de Estados Unidos: Universidad Brown, Universidad de Columbia, Universidad Cornell, Dartmouth College, Universidad Harvard, Universidad de Pensilvania, Universidad de Princeton y Universidad Yale).
La resolución tiene la capacidad de sentar precedentes serios dentro de las normas legales estadounidenses. Si los campus universitarios u otras instituciones públicas que dependen de fondos federales para funcionar no cumplen con las normas que luchan contra los prejuicios y el racismo, se pueden retirar dichos fondos. Así, con esta resolución, la propia institución se vería incentivada a silenciar a los antisionistas.
Mientras tanto, los políticos sionistas pueden establecer dobles estándares al firmar conjuntamente una licencia para el genocidio de Palestina. Vale la pena mencionar que el proyecto de Ley fue copatrocinado por el congresista Max Miller, quien en los primeros días de la agresión a Gaza dijo que quería ver “que [Gaza] se convirtiera en un estacionamiento”.
Las retóricas anti palestinas se encuentran en toda la resolución. Incluso llegan a comentar sobre los lemas específicos y populares utilizadas en las protestas, equiparándolas a antisemitas. La primera parte del documento establece: “Desde el río hasta el mar, que es un grito de guerra para la erradicación del Israel y del pueblo judío, ha sido utilizado por manifestantes antisraelíes en Estados Unidos y a nivel mundial”.
Para quienes no están familiarizados, este lema simplemente se refiere al fin del sistema de apartheid y ocupación al que los palestinos están sometidos día tras día. Sus orígenes no mencionan nada sobre la erradicación del pueblo judío. Además, la resolución describe incorrectamente una protesta pacífica como violenta. A principios de noviembre, activistas judíos antisionistas realizaron una protesta pacífica en la sede del Partido Demócrata, exigiendo un alto el fuego en Gaza.
Las opciones de las mayorías
Así describe la resolución este suceso: “El 15 de noviembre de 2023 manifestantes antisraelíes bloquearon ilegalmente y atacaron violentamente la sede del Comité Nacional Demócrata, poniendo en peligro la vida de las personas que se encontraban dentro, incluyendo los miembros del Congreso, e hiriendo a seis gentes de la Policía del Capitolio”. No se mencionó cómo más temprano en la noche esto era parte de una vigilia con velas, o que los manifestantes estaban en su derecho de estar congregados afuera. La extralimitación de esta resolución utiliza protestas pacíficas para justificar la represión política.
La normalización de esta retórica puede llevar al aislamiento de una persona por simplemente expresar públicamente su desacuerdo con la política del régimen israelí o manifestar su solidaridad con la causa palestina. Es sorprendentemente similar a las leyes que en los años 50 del siglo pasado, impuso Kevin McCarthy, líder de la mayoría republicana de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, de la era del “miedo rojo”: solo por ser sospechoso de ser comunista, cualquiera podía perder su trabajo o ser encarcelado.
Como ocurre con la mayoría de las resoluciones extralimitadas, el pueblo no se rendirá sin luchar. Más importante aún, los estadounidenses actualmente se están uniendo en torno al hecho de que tienen poder en la medida que son más y eso puede conducir a posibles cambios en la política estatal. Por ejemplo, los estadounidenses musulmanes en Michigan, un estado electoral indeciso, están prometiendo no votar por el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, debido a su complicidad en el genocidio de Gaza.
Luego, por supuesto, está la batalla legal. Una resolución no es una ley vinculante, sino que su propósito es exponer una opinión formal del Congreso estadounidense. Apoyar o disentir se reduce a cómo el voto de un congresista lo afectará más adelante en su carrera. Entonces, cuando las cosas se ponen feas, el ámbito legal todavía está disponible. Por ejemplo, el Consejo de Relaciones Americano-Islámicas (CAIR, por sus siglas en inglés), lucha febrilmente por los musulmanes que creen que fueron sometidos a islamofobia o incluso despedidos por su apoyo a los palestinos.
Las resoluciones no siempre sostienen o influyen en la opinión del tribunal, ya que no son ley, solo opinión. A medida que se agudicen las contradicciones en Estados Unidos sobre el futuro de Palestina, el Estado introducirá más elementos para moldear la opinión pública del lado del régimen israelí. Sin embargo, debido a la creciente popularidad de la causa palestina, podemos decir con seguridad que el Estado definitivamente tiene mucho trabajo por delante: la Causa Palestina brilla más que nunca.
(*) Shabbir Rizvi es un analista político radicado en Chicago especializado en seguridad interna y política exterior de Estados Unidos.