Managua. Por William Grigsby Vado, Radio La Primerísima
Desde el infierno surgen la más fantásticas leyendas de cantina. Por ejemplo, desde los laboratorios de sicarios contratados por Estados Unidos y sus satélites europeos, cuya labor consiste en diseminar rumores y difundir mentiras de todos los tamaños, desde hace semanas están empeñados en enmascarar como angelitos a una caterva de individuos nacionales y extranjeros disfrazados con hábitos, sotanas y capuchas.
Ahora resulta que los curas están presos por ser curas o porque son unos angelitos dedicados a la hostia, a las limosnas de las misas de domingo o a cobrar por la unción extrema que con tanto “esfuerzo” aplican a cada feligrés. Ahora resulta.
Que no. Que ningún cura está preso o fue enviado a compartir sus miserias con don Pancho por ser cura. Que no. Que todos ellos, cada uno de ellos son –además de sinvergüenzas– peones voluntarios de la conspiración imperialista para derrocar al Gobierno Sandinista legítimamente constituido.
Ninguno de ellos desea que la gente progrese, que la gente trabaje en paz; no quieren que cada quien sea libre de hacer lo que mejor le parezca para salir adelante junto a su familia y en su Patria. Es exactamente al revés: su propósito es ayudar a sus patrones a convertirnos en sus esclavos, que no podamos vencer la pobreza, que tengamos que depender de las dádivas extranjeras, que volvamos a la odiosa condición de colonias, que vivamos como siervos del siempre poderoso dios del dinero. El dios de ellos. De los que están presos. De los seguidores de Pancho romano.
Ninguno de ellos quiere que los devotos católicos encuentren en el mensaje de Jesús Cristo la fortaleza espiritual para vencer sus dificultades personales o familiares. Al contrario: recetan obediencia al falso mensaje de resignación porque supuestamente ese es el mandato divino (si sos pobre o desgraciado, prescriben, es porque “Dios así lo quiere”) para que ellos –como administradores locales de sus amos– tengan la capacidad de manipularlos.
Todos esos curas escupían sermones vomitando odio contra sus semejantes. Los inspira la maldad. Pero eso no es el motivo por el cual están presos. Por muchos templos pululan sabandijas con prédicas semejantes. Solo que después de su descarga apocalíptica se van a sus covachas, desatan sus pasiones terrenales y esperan el siguiente domingo. Es decir, su odio queda en palabras, sin convertirlo en acciones contra sus propios feligreses.
Los que han estado presos sí pasaron a la acción. Ellos se asumieron como soldados de la agresión para desarrollar los planes esclavistas de Estados Unidos y sus satélites europeos (renovando aquél diabólico pacto de los años 80 entre el Vaticano, Londres y Washington).
Se dedicaron (observados sigilosamente por los vigilantes del pueblo) a tejer redes clandestinas con las cuales querían lanzar actos terroristas, crear zozobra y destruir la paz que tanto ha costado al pueblo entero instalar y defender. Recibieron centenares de miles de dólares (sí, así como leen, centenares de miles de dólares), un dinero tan sucio como sus conciencias, para ejecutar su macabra tarea. Claro, una gran parte la tienen “guardadita” para su propio disfrute y con el resto querían contratar delincuentes, borrachitos, drogos, resentidos sociales y otros de similares credenciales. Otra vez no pudieron.
Que saquen lecciones el Vaticano, sus aliados de Washington y otros gobiernos europeos. Primero, los curas y todos los demás estamos sujetos a la ley, a la Constitución y al supremo mandato del pueblo, dueño y señor de la Patria. Segundo, nada de lo que hagan o intenten hacer podrá derrotar al pueblo organizado y armado. Subrayo: armado. Y tercero, que nunca olviden: miles de ojos los vigilan.