Bangalore, India. Por S.L. Kanthan, Global Times
Estados Unidos ha luchado contra un defecto congénito: su adicción a las guerras. El presidente John Quincy Adams dijo una famosa frase: “Estados Unidos no sale al extranjero en busca de monstruos que destruir”. Sin embargo, la historia cuenta una historia muy diferente, ya que EEUU ha pasado cerca del 94% del tiempo en guerras desde 1776.
El imperio estadounidense tiene ahora 800 bases militares en 140 países, y sigue duplicando las guerras perpetuas. No satisfechos con las actuales guerras por poderes y reales en Ucrania, Gaza, Yemen, Líbano, Irak, Siria –y posiblemente pronto en Irán– el cacareo de los “think tanks” (tanques o laboratorios de ideas) estadounidenses y los medios corporativos está clamando por una delirante guerra caliente contra China.
La narrativa contra China sólo puede describirse como proyección psicológica. Utilizando una lógica retorcida y falacias, los halcones chinos gritan que China es una amenaza para Washington y el mundo. Pero se olvidan de mencionar que el imperio lleva años librando una guerra económica y propagandística ininterrumpida contra China. Además, es EEUU quien rodea a China con bases militares hostiles, construyendo nuevas en Filipinas. Sin embargo, en el mundo de la inversión, China es la mala.
EEUU trata de obstaculizar la economía china de innumerables maneras, y luego afirma que el menor crecimiento del PIB de China –en relación con los resultados anteriores de China, pero aún mucho mejor que las naciones del G-7– es un indicio de la intención de China de “invadir Taiwán”.
De lunes a miércoles, los medios de comunicación de EEUU se regodean diciendo que China se está hundiendo. Y de jueves a domingo, los mismos medios claman que China está a punto de conquistar el mundo. ¿Qué es China? ¿débil u omnipotente?
Otro tema de conversación popular entre los partidarios de la línea dura antichina es el rápido crecimiento de la inversión china en defensa. La estrategia militar de Pekín es sobre todo defensiva, como la Gran Muralla. China es una “amenaza” sólo para los invasores rapaces.
En cuanto a Taiwán, he aquí el trago amargo para los imperialistas: habrá reunificación. Cuando China era débil en el siglo 19, fue atacada por buitres que le arrancaron regiones estratégicas. Sin embargo, cuando China recuperó la posición que le correspondía en el mundo, los antiguos colonialistas se retiraron, devolviendo las tierras robadas. ¿Recuerdan cómo Portugal devolvió Macao y el Reino Unido Hong Kong? Del mismo modo, EEUU se desprenderá algún día de Taiwán. Cuanto antes acepten los estadounidenses esta inevitabilidad, mejor será el mundo.
Hubo un tiempo en que en Estados Unidos se podía distinguir entre un tabloide sensacionalista y el periodismo serio. Pero ya no. Ahora, los otrora respetables medios de comunicación como The New York Times y The Wall Street Journal están llenos de noticias falsas, desinformación y propaganda de guerra.
Un reciente artículo de Hal Brands en Foreign Policy es un caso ejemplar de este declive del intelectualismo estadounidense. Por cierto, Brands tiene credenciales estelares: educado en las universidades de Stanford y Yale, autor de numerosos libros y columnista habitual. Sin embargo, su artículo está lleno de desinformación y sensacionalismo. A falta de pruebas reales de la “amenaza china”, cita a la Central de Inteligencia de Estados Unidos, la organización que –parafraseando a Mike Pompeo, ex director de la CIA– miente, engaña y roba.
Por último, toda la premisa de Hal Brands sobre el estado de la economía china es profundamente errónea. En su caja de resonancia, nadie habla del crecimiento del PIB chino del 5.2% en 2023, de un superávit comercial de la asombrosa cifra de 800 mil millones de dólares, de que China se ha convertido en el primer exportador mundial de automóviles, de que la compañía automotriz BYD (con sede en Shenzhen, China) ha superado a Tesla, del resurgimiento de Huawei y de una larga lista de otros logros.
Los observadores de China llevan mucho tiempo equivocándose, pero a nadie despiden por equivocarse sobre China. ¿Por qué? Los objetivos de las incesantes grandes mentiras son convencer a los estadounidenses de que tienen los mejores sistemas económicos y políticos, y fabricar el consentimiento para una guerra contra China. Lamentablemente, los propagandistas tienen bastante éxito: el número de estadounidenses que ven a China favorablemente cayó del 53 por ciento en 2018 al 15 por ciento en 2023 (Gallup Poll).
Esto no es la antigua Guerra Fría. Hoy en día, la economía de Estados Unidos está intrincadamente vinculada a China y depende de ella. Desde Apple y Tesla hasta Walmart y Starbucks, las fortunas de las empresas estadounidenses dependen de los trabajadores y consumidores chinos. Incluso el ejército de EEUU no puede funcionar sin productos chinos; por ejemplo, el consejero delegado de Raytheon admitió que su empresa depende de “miles de proveedores chinos”. La desvinculación es una quimera.
Las élites estadounidenses necesitan un gran reseteo en su comprensión del mundo. Está surgiendo un mundo multipolar. EEUU tiene que dejar de ser “la nación más belicosa de la historia del mundo”, como dijo Jimmy Carter. Es hora de descartar los paradigmas del complejo militar-industrial y abrazar en su lugar un futuro de multilateralismo, desarrollo y paz.
(*) S.L. Kanthan es analista geopolítico, columnista, bloguero, podcaster y escritor residente en Bangalore, India.