La Habana. Por Hedelberto López Blanch, Cuba en Resumen
Israel está decidido a ir hasta las últimas consecuencias y cometer todo tipo de genocidio para tratar de conservar una hipotética hegemonía sobre los territorios palestinos y mantenerse como el gendarme de Estados Unidos en el Medio Oriente.
Tras arrasar el territorio de Gaza que ha dejado más de 45 000 muertos, en su mayoría mujeres y niños, extendió los bombardeos contra la Cisjordania ocupada y ahora se ha lanzado en una guerra en el Líbano para tratar de derrocar al movimiento Hezbollah.
Antes de los violentos bombardeos contra el Líbano, el régimen sionista realizó una compleja operación de inteligencia que a través de sofisticados mecanismos logró introducir entre los miembros de Hezbollah y parte de la población civil libanesa, cerca de 5 000 beepers que explotaron el 17 y 18 de septiembre causando la muerte a decenas de personas y unos 5 000 heridos.
Los beepers (buscadores) habían sido encargados por Hezbollah para evitar usar los celulares que eran detectados por los servicios secretos del país hebreo.
Tres oficiales de inteligencia al tanto de la operación informaron a The New York Times, que la compañía BAC Consulting establecida en Budapest, Hungría, sería una empresa fachada controlada por la inteligencia israelí. Los agentes del país hebreo vieron una oportunidad en la decisión del líder del grupo chiita, Hassan Nasrallah, de ampliar el uso de buscadores en la comunicación de la organización y dejar de lado los teléfonos móviles, los cuales consideraba operativamente inseguros.
Incluso antes de tal decisión, Israel había puesto en marcha un plan para establecer una empresa fantasma que se haría pasar por un productor internacional de beepers. Las personas consultadas señalaron al periódico que otras dos empresas fachadas se crearon para ocultar la verdadera identidad de los fabricantes de los dispositivos de comunicación destinados al grupo chiita libanés.
Pero lo más alevoso de estas operaciones y del genocidio que comete Israel contra el pueblo gazatí y el libanés, es que la ONU, maniatada y controlada por Estados Unidos y sus aliados occidentales, no puede hacer nada por detener esas acciones.
La verdadera razón de esa impunidad es que Estados Unidos apoya a Israel a pesar de que cometa contra el pueblo palestino el mayor genocidio del siglo XXI y permita, sin condenar, los bombardeos indiscriminados contra el Líbano o la explotación de aditamentos electrónicos sofisticados en manos de muchas personas inocentes.
Y todo eso sucede por el control y el dominio que tiene el lobby judío (AIPAC) sobre los congresistas y senadores estadounidenses y también de muchos altos funcionarios de Europa Occidental.
El Comité de Asuntos Públicos Israel-Estados Unidos (AIPAC) está diseñado para transferir dólares a senadores y congresistas sin importarle que sean demócratas o republicanos cuyo propósito es favorecer la agenda sionista dentro y fuera de Estados Unidos.
Este Grupo gastó unos 200 millones de dólares de enero de 2023 a enero de 2024 para favorecer sus intereses en la arena internacional, y medios de prensa aseguran que el AIPAC estaría dispuesto a pagar mucho más en anuncios y promociones políticas antes de las elecciones de noviembre.
El AIPAC en 2023 mantuvo en su nómina a sionistas convencidos como Marco Rubio que recibió 1 013 363 dólares; Nancy Peloci, 620 732 dólares; Mitt Romney, 976 493 dólares; Don Davis, 608 010 dólares. El motivo final: no olvidar ejercer su voto o criterio a favor de Tel Aviv en alguna decisión clave.
Habrá que preguntarse: para que sirven las Naciones Unidas si no pueden detener semejante genocidio, ni tampoco que Estados Unidos continúe ejerciendo su fatídico veto contra cualquier causa justa.