Managua. Por Rosario Murillo (*), Vicepresidenta de Nicaragua.
90 años y ¡Sandino vive, vive, vive, y la lucha sigue, sigue, sigue!
El inmortal “Manifiesto de San Albino”, de nuestro General Sandino, donde deja sentado su amor a Nicaragua y el deber que todos tenemos de defender la Patria, hasta el último respiro, hasta las últimas consecuencias. Ese deber que han cumplido gloriosamente los miles de miles de nicaragüenses que han dado su vida para que vivamos como vivimos hoy, en paz, trabajando para prosperar en nuestra propia tierra, soberana, bendecida y bendita.
Y Sandino es Nicaragua, encarna los ideales, valores y la fuerza espiritual del pueblo nicaragüense. Sandino ha trascendido, y trasciende, todas las dimensiones propias de nuestros límites humanos y de nuestro aprendizaje y ascenso a otros planos de vida que son propios de los llamados providenciales y de las misiones profundamente espirituales, sobrenaturales, formidables, legendarias, y forjadoras de luz, vida y verdades.
Sólo es posible entender la espléndida magnitud de Sandino, viéndolo como un iluminado, un abanderado de lo sublime, un portador de mensajes justicieros, un soldado de profundas verdades, combatiente dispuesto y entregado plenamente a todas las batallas, y héroe en todas las luchas perdurables.
Sandino, un nica de Niquinohomo, un obrero, un trabajador del campo, un humilde campesino, avasallado por los ridículos rigores de una cultura oprobiosa y humillante que reducía al ser humano hijo, dividiéndolos entre legítimos y “naturales” o ilegítimos.
Sandino, que surge del seno de los oprimidos, como él mismo dijo, y se agiganta porque es capaz de escuchar al espíritu convocante, a la providencia que le elige y designa para formidables hazañas. Un hombre humilde, un nica de Niquinohomo recibiendo con valor, con coraje, con honra, la sagrada misión que él acata, sin dudar, la sagrada misión de redimir a su Patria de la ignominiosa, vergonzosa, traición, y de la peor vergüenza que es el lacayismo que entrega la Patria a los poderes imperiales, esos que han hollado, que han mancillado nuestra sagrada tierra nicaragüense.
Sandino, que se alza sobre la miseria humana, sobre todas las ruindades, sobre todos los egoísmos, sobre todos los crímenes que contra su pueblo, contra nosotros su pueblo, se cometían y todavía pretenden cometer, furibundos adalides del servilismo, el odio y la ruindad.
Sandino, alzado sobre la mediocridad y recogiendo símbolos, banderas, estandartes de las vigorosas luchas anticolonialistas y antiimperialistas, que se venían librando con gallardía, en Nicaragua y en tantos otros pueblos del mundo, sabios, valientes, consecuentes, y dispuestos a exigir los derechos usurpados.
Sandino, que es Diriangén, Nicarao, Adiact. Sandino que es Andrés Castro y José Dolores Estrada. Sandino, que es Benjamín Zeledón. Sandino, que es Carlos Fonseca, Tomás Borge, Daniel, los centenares de miles de heroicos nicaragüenses que han defendido con patriotismo nuestro territorio y que encarnando sus ideales y fuerzas espirituales siguen-seguimos adelante, «Siempre Más Allá», con Daniel, con el Frente Sandinista de Liberación Nacional, y con todos los que sabemos amar a Nicaragua, grandeza de alma y disposición de Patria bendecida y libre. En Sandino estamos todos, y Sandino somos todos.
Frente a la locura, a la irracionalidad, al egoísmo extremo, a la sinrazón sanguinaria de los poderosos que creen ser dueños del mundo, Nicaragua es una vivencia ejemplar de dignidad nacional, de soberanía, de valentía y de honor y gloria. Nicaragua ha sabido escribir grandes páginas para la historia de las luchas revolucionarias y evolucionarias, y ha sabido, desde la humildad y la generosidad de sentidos y propósitos místicos y épicos, continuar con Sandino, con Carlos, con todos nuestros héroes, con Tomás, con Daniel, mostrándonos a nosotros mismos, y mostrando al mundo, el orgullo invicto e invencible de nuestra causa, sandinista, socialista, cristiana y solidaria, que es la causa libertaria, de la justicia y es la causa del amor.
Sandino vive, las luchas siguen, y el mundo entero vibra ya en un nuevo tiempo de afirmación de independencia, soberanía, derechos, justicia y paz.
Hoy 21 de febrero, a 90 años de su nacimiento a la eternidad, su heroica fortaleza, su profética misión, su convicción y firmeza, su coherencia, su saber estar y vivir asumiendo su mundo, desafiando con energía espiritual victoriosa, ofensas, agravios, ultrajes y afrentas, Sandino, trascendiendo, está aquí inspirándonos y fortaleciéndonos con luminosidades ejemplares, y con su amor que todo puede, y todo vence.
¡Sandino es Nicaragua! Somos fuerza de pueblo que vence. Somos la liberación, la redención, y el derecho y los derechos de vivir tranquilos, seguros, en paz, en nuestra propia tierra, como familia, trabajando y prosperando. Sin negaciones. Sin cobardías. Sin claudicaciones. Sin despojos. Sin vaivenes. Sin flojeras.
Con la valentía de quienes vibrando en sinfonías espirituales, providenciales, universales, vamos adelante. Construimos juntos el porvenir que defendemos, como defendemos y atesoramos la paz, la concordia, y la dignidad creciente de este pueblo grande, de Rubén Darío, de Benjamín Zeledón, de Augusto Sandino, de Daniel, del Frente Sandinista de Liberación Nacional.
La paz para avanzar. Sandino, Héroe Nacional, héroe de la paz. General de todas las batallas y de todas las victorias «Yo no me vendo, ni me rindo –dijo Sandino. Yo quiero Patria Libre, o Morir» Y con Sandino vamos Siempre Más Allá
Hoy es un día grande. Tenemos el corazón lleno de fuerza, fuerza espiritual, tenemos el corazón lleno de ese ánimo que es alma invicta. tenemos el corazón para seguir vibrando en una Nicaragua siempre bendecida, siempre gloriosa, victoriosa, siempre yendo más allá, en la construcción de la unión, de la unidad, para forjar todos juntos el porvenir que merecemos tanto.
Estamos conmemorando, celebrando y sintiendo a Sandino en el fondo de nuestros corazones y en nuestra conciencia alzada, sintiendo, vibrando, viviendo, haciendo y creando esta Nicaragua de todos.
Manifiesto de San Albino
A los Nicaragüenses, a los Centroamericanos, a la Raza Indohispana:
El hombre que de su patria no exige un palmo de tierra para su sepultura, merece ser oído, y no sólo ser oído sino también creído.
Soy nicaragüense y me siento orgulloso de que en mis venas circule, mas que cualquiera, la sangre india americana que por atavismo encierra el misterio de ser patriota leal y sincero.
El vínculo de nacionalidad me da derecho a asumir la responsabilidad de mis actos en las cuestiones de Nicaragua y, por ende, de la América Central y de todo el Continente de nuestra habla, sin importarme que los pesimistas y los cobardes me den el título que a su calidad de eunucos más les acomode.
Soy trabajador de la ciudad, artesano como se dice en este país, pero mi ideal campea en un amplio horizonte de internacionalismo, en el derecho de ser libre y de exigir justicia, aunque para alcanzar ese estado de perfección sea necesario derramar la propia y la ajena sangre. Que soy plebeyo dirán los oligarcas o sean las ocas del cenagal.
No importa: mi mayor honra es surgir del seno de los oprimidos, que son el alma y el nervio de la raza, los que hemos vivido postergados y a merced de los desvergonzados sicarios que ayudaron a incubar el delito de alta traición: los conservadores de Nicaragua que hirieron el corazón libre de la Patria y que nos perseguían encarnizadamente como si no fuéramos hijos de una misma nación.
Hace diecisiete años Adolfo Díaz y Emiliano Chamorro dejaron de ser nicaragüenses, porque la ambición mató el derecho de su nacionalidad, pues ellos arrancaron del asta la bandera que nos cubría a todos los nicaragüenses. Hoy esa bandera ondea perezosa y humillada por la ingratitud e indiferencia de sus hijos que no hacen un esfuerzo sobrehumano para libertarla de las garras de la monstruosa águila de pico encorvado que se alimenta con la sangre de este pueblo, mientras en el Campo Marte de Managua flota la bandera que representa el asesinato de pueblos débiles y enemiga de nuestra raza e idioma.
¿Quiénes son los que ataron a mi patria al poste de la ignominia? Díaz y Chamorro y sus secuaces que aún quieren tener derecho a gobernar esta desventurada patria, apoyados por las bayonetas y las Springfield del invasor.
¡No! ¡Mil veces no!
La revolución liberal está en pie. Hay quienes no han traicionado, quienes no claudicaron ni vendieron sus rifles para satisfacer la ambición de Moncada. Está en pie y hoy más que nunca fortalecida, porque sólo quedan en ella elementos de valor y abnegación.
Si desgraciadamente Moncada el traidor faltó a sus deberes de militar y de patriota, no fue porque la mayoría de los Jefes que formábamos en la Legión del Ejercito Liberal fuéramos analfabetas, y que pudiera, por ese motivo, imponernos como emperador su desenfrenada ambición. En las filas del liberalismo hay hombres conscientes que saben interpretar los deberes que impone el honor militar, así como el decoro nacional, supuesto que el Ejército es la base fundamental en que descansa la honra de la Patria, y por lo mismo no puede personalizar sus actos porque faltaría a sus deberes.
Yo juzgo a Moncada ante la Historia y ante la Patria como un desertor de nuestras filas, con el agravante de haberse pasado al enemigo
Nadie lo autorizo a que abandonara las filas de la revolución para celebrar tratados secretos con el enemigo, mayormente con los invasores de mi Patria. Su jerarquía le obligaba a morir como hombre antes que aceptar la humillación de su Patria, de su Partido y de sus correligionarios.
¡Crímenes imperdonables que reclama la vindicta!
Los pesimistas dirán que soy muy pequeño para la obra que tengo emprendida; pero mi insignificancia está sobrepujada por la altivez de mi corazón de patriota, y así juro ante la Patria y ante la historia que mi espada defenderá, el decoro nacional y que será redención para los oprimidos.
Acepto la invitación a la lucha y yo mismo la provoco y al reto del invasor cobarde y de los traidores de mi Patria, contesto con mi grito de combate y mi pecho y el de mis soldados formarán murallas donde se lleguen a estrellar legiones de los enemigos de Nicaragua. Podrá morir el último de mis soldados, que son los soldados de la libertad de Nicaragua, pero antes, más de un batallón de los vuestros, invasor rubio, habrán mordido el polvo de mis agrestes montañas.
No seré Magdalena que de rodillas implore el perdón de mis enemigos, que son los enemigos de Nicaragua, porque creo que nadie tiene derecho en la tierra a ser semidiós.
Quiero convencer a los nicaragüenses fríos, a los centroamericanos indiferentes y a la raza indohispana, que en una estribación de la cordillera andina, hay un grupo de patriotas que sabrán luchar y morir como hombres, en lucha abierta, defendiendo el decoro nacional.
Venid, gleba de morfinómanos; venid a asesinarnos en nuestra propia tierra, que yo os espero a pie firme al frente de mis patriotas soldados, sin importarme el número de vosotros; pero tened presente que cuando esto suceda, la destrucción de vuestra grandeza trepidará en el Capitolio de Washington, enrojeciendo con vuestra sangre la esfera blanca que corona vuestra famosa White House, antro donde maquináis vuestros crímenes.
Yo quiero asegurar a los Gobiernos de Centro América, mayormente al de Honduras, que mi actitud no debe preocuparle, creyendo que porque tengo elementos más que suficientes, invadiría su territorio en actitud bélica para derrocarlo. No. No soy un mercenario sino un patriota que no permite un ultraje a nuestra soberanía.
Deseo que, ya que la naturaleza ha dotado a nuestra patria de riquezas envidiables y nos ha puesto como el punto de reunión del mundo y que ese privilegio natural es el que ha dado lugar a que seamos codiciados hasta el extremo de querernos esclavizar, por lo mismo anhelo romper la ligadura con que nos ha atado el nefasto chamorrismo.
Nuestra joven patria, esa morena tropical, debe ser la que ostente en su cabeza el gorro frigio con el bellísimo lema que simboliza nuestra divisa Rojo y Negro y no la violada por aventureros morfinómanos yankees traídos por cuatro esperpentos que dicen haber nacido aquí en mi Patria.
El mundo sería un desequilibrado permitiendo que sólo los Estados Unidos de Norte América sean dueños de nuestro Canal, pues sería tanto como quedar a merced de las decisiones del Coloso del Norte, de quién tendría que ser tributario; los absorbentes de mala fe, que quieren aparecer como dueños sin que justifiquen tal pretensión.
La civilización exige que se abra el Canal de Nicaragua, pero que se haga con capital de todo el mundo y no sea exclusivamente de Norte América, pues por lo menos la mitad del valor de las construcciones deberá ser con capital de la América Latina y la otra mitad de los demás países del mundo que desean tener acciones en dicha empresa, y que los Estados Unidos de Norte América sólo pueden tener los tres millones que les dieron a los traidores Chamorro, Díaz y Cuadra Pasos; y Nicaragua, mi Patria, recibirá los impuestos que en derecho y justicia le corresponden, con lo cual tendríamos suficientes ingresos para cruzar de ferrocarriles todo nuestro territorio y educar a nuestro pueblo en el verdadero ambiente de democracia efectiva, y asimismo seamos respetados y no nos miren con el sangriento desprecio que hoy sufrimos.
Pueblo hermano:
Al dejar expuestos mis ardientes deseos por la defensa de la Patria, os acojo en mis filas sin distinción de color político, siempre que vengáis bien intencionados para defender el decoro nacional, pues tened presente que a todos se puede engañar con el tiempo, pero con el tiempo no se puede engañar a todos.
A. C. Sandino
Mineral de San Albino, Nueva Segovia, Nicaragua, C. A., julio 1 de 1927.
(*) Declaraciones de Rosario Murillo, Vicepresidenta de Nicaragua, en la edición del mediodía de Multinoticias Canal 4, 21 de febrero de 2024