Teherán. Por Xavier Villar, HispanTV.
La respuesta de Irán a la agresión israelí contra su consulado, enmarcada dentro del derecho internacional y la legítima autodefensa, ha destacado la racionalidad de la República Islámica como actor político regional.
El objetivo primordial de la respuesta iraní, como se ha mencionado en otro artículo, era restablecer el conocido equilibrio de disuasión, evitando al mismo tiempo desencadenar una guerra total en la región.
La Operación “Promesa Verdadera” logró cumplir con esos dos objetivos. Por un lado, el empleo de drones, misiles de crucero y misiles tierra-tierra por parte de Irán demostró que la acción fue mucho más que un mero simbolismo o una simple actuación, como sugirieron algunos analistas occidentales. La respuesta iraní confirmó que el país posee las capacidades militares y técnicas necesarias para atacar a Israel.
Sin embargo, Teherán percibió esta operación como una legítima defensa desde el punto de vista internacional, declarando que consideraría el asunto cerrado si Israel no respondía. No obstante, en caso contrario, según las Fuerzas Armadas iraníes, “responderemos con una fuerza aún mayor que antes”, lo que podría implicar el uso de armas como los misiles supersónicos que Irán tiene en su arsenal.
La Operación “Promesa Verdadera” puede analizarse desde un punto de vista estratégico y ser definida como una estrategia de respuesta “subumbral”, un tipo de respuesta que se sitúa en la línea entre la disuasión y la escalada. El ataque, meticulosamente coreografiado hasta el más mínimo detalle, tenía como objetivo enviar una serie de mensajes a tres actores fundamentales:
En primer lugar, Irán buscaba establecer un precedente que alterase la situación en la región, indicándole a Israel que los misiles y drones podían alcanzar a la Entidad Sionista a pesar del mito de su capacidad defensiva. En este sentido, es importante destacar que el ataque pone en entredicho el poder de Israel. Al analizar el poder, no solo se debe considerar de manera tradicional, sino también como la capacidad de acción autónoma. Bajo esta definición, se podría argumentar que la Entidad Sionista no posee una articulación política, autónoma e independiente, ya que depende de la ayuda de diversos actores como Estados Unidos, Reino Unido, y Jordania, entre otros, para garantizar su seguridad.
El siguiente mensaje que Irán quiso enviar con el ataque fue dirigido tanto a Estados Unidos como a la Entidad Sionista. Este mensaje estaba relacionado con la autopercepción de la República Islámica como una entidad política eminentemente antiimperialista y anticolonial. La historia de Irán está marcada por el orgullo nacional y la resistencia contra los numerosos intentos de cambiar el régimen, al menos desde 1953. El ataque contra Israel, después de las amenazas y advertencias de Washington, fue una declaración de que Irán no se sometería a la visión política occidental por temor a una posible respuesta. Este acto dejó claro que, si Israel y Estados Unidos creían que podían amenazar a Irán, el ataque demostró que esto no era posible.
El último destinatario del mensaje iraní fueron los países de la región que habían optado por lo que se conoce como “procesos de normalización” con Israel. Desde la perspectiva iraní, estos países habían puesto en riesgo uno de los principios básicos de la política regional, tal como la entiende la República Islámica, y especialmente el gobierno del presidente Raisi. Para Irán, la región y sus problemas deben ser abordados a través de la diplomacia intrarregional, enmarcada en el discurso de la buena vecindad y sin ninguna intromisión extranjera.
Es importante recordar que al no reconocer a Israel como un estado legítimo y al considerarlo una extensión del colonialismo de asentamientos de origen occidental, la normalización con Israel representa un riesgo para toda la región, como se demostró con el ataque al consulado iraní en Damasco el pasado 1 de abril.
La Operación “Promesa Verdadera” también sirvió para cuestionar la narrativa predominante en Occidente, donde la República Islámica es representada en términos de irracionalidad y comportamiento imprevisible. Desde el triunfo de la Revolución Islámica en 1979, los medios occidentales han promovido la narrativa de que Irán está dirigido por un grupo de fanáticos religiosos que carecen de consideración por la vida humana, atribuyendo esto en parte a la tradición del martirio en el Islam y, en particular, en el chiísmo.
Falsa narrativa para defender al sionismo
Las acusaciones de “irracionalidad” contra el gobierno iraní están estrechamente vinculadas a afirmaciones de que busca exportar su revolución por la fuerza en todo el Muslimmistán, y que su preferencia regional es el caos. Dentro de este mismo discurso, se encuentra la narrativa de los “mullahs locos” que conspiran mientras trabajan para adquirir armas nucleares que supuestamente serán utilizadas para dominar toda la región.
Todo este discurso que intenta asociar a la República Islámica con la violencia y la irracionalidad se vio desafiado por la forma en que se desarrolló la respuesta iraní. En un momento de máxima tensión regional, generado por el comportamiento totalmente provocador de Israel, Irán ha demostrado una contención y una visión estratégica regional que merecen ser destacadas.
A pesar de toda la propaganda en este sentido, la República Islámica ha sido un actor racional desde su fundación. Por ejemplo, el gobierno iraní no desató una guerra santa contra Irak en la década de 1980; más bien, luchó por defender al pueblo iraní contra una brutal invasión iraquí, la cual recibió apoyo directo de muchos de los vecinos de Irán, así como de potencias occidentales, incluidos los Estados Unidos.
Durante el curso de esa guerra, cuando Irán fue blanco de años de ataques con armas químicas, el Imam Jomeini, fundador de la República Islámica, y sus asociados optaron por no utilizar las reservas de agentes químicos de Irán como armas, una medida que habría permitido responder de manera similar. Además, durante años, los líderes políticos y religiosos más prominentes de la República Islámica han rechazado tanto la adquisición como el uso de armas nucleares, argumentando razones tanto estratégicas como religiosas, ya que consideran que estas armas no son compatibles con los principios islámicos.
Lo mismo se puede afirmar sobre la reacción iraní en estos momentos. La respuesta de la República Islámica no ha sido ni irracional ni brutal, sino que siempre se ha mantenido dentro de los límites del derecho internacional en cuanto a la autodefensa.
Por último, es importante señalar que debido a la actitud desestabilizadora de Israel, la República Islámica ha abandonado su tradicional doctrina de “paciencia estratégica” para adoptar una “disuasión activa”. Esto significa que a partir de este momento, cualquier acción contra su personal militar o instalaciones recibirá una respuesta directa.
En este sentido, es importante recordar las palabras del Comandante en Jefe de del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica de Irán, Hosein Salami, quien declaró en una entrevista días después de la operación “Promesa Verdadera”: “Hemos decidido establecer una nueva dinámica con Israel”.
La nueva fase de “disuasión activa” no implica un cambio en la racionalidad de la República Islámica en su visión político-militar regional. Lo que esta nueva fase indica es que Irán sigue interpretando la región en términos de estabilidad, pero sin asumir pasivamente los constantes ataques israelíes a su soberanía.
(*) Xavier Villar es doctor en Estudios Islámicos e investigador que reparte su tiempo entre España e Irán.