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China tiene un arma milagrosa para defenderse de los aranceles

Moscú. Por Nikolai Vavilov (*), RT en ruso

China tiene un arma milagrosa para defenderse de los aranceles Moscú. Por Nikolai Vavilov (*), RT en ruso

Trump aumentó los aranceles sobre todos los productos chinos al 104%, y China respondió aumentando sus aranceles al 84%. Al parecer, la respuesta de China enfadó tanto a la Casa Blanca que más tarde los aranceles de Washington contra Pekín aumentaron al 125%.

Si consideramos que el mercado global único de los últimos 50 años se ha construido sobre el fortalecimiento de los vínculos entre Estados Unidos y China y la integración de China en la economía global estadounidense, entonces de hecho este primer paso firme hacia la ruptura de los lazos económicos directos, es también un paso hacia la transformación del mundo que conocimos durante medio siglo.

China intentó hacer entrar en razón a Estados Unidos imponiendo aranceles sectoriales antes de abril de este año, pero, ante la furia arancelaria de Trump, no encontró otra opción que recurrir a una escalada sin precedentes en el deterioro de las relaciones con Washington. Esta estrategia casi se convirtió en una política económica fundamental de China, que ya había previsto lo que ocurriría si Trump volvía a ser elegido.

China optó por construir su propio sistema global de suministros sin depender de EEUU (desarrollo autosuficiente), algo que Washington ha calificado como aislamiento. ¿Cómo podría afectar esto al comercio chino-estadounidense?

En primer lugar, los aranceles perjudicarán gravemente las exportaciones de bienes de consumo ligero (los estadounidenses podrían quedarse sin ropa, calzado o adornos navideños, que representan hasta un tercio de las exportaciones chinas). Sin embargo, la mayor parte de las exportaciones de China son productos electrónicos, y prescindir de dispositivos tecnológicos es más complicado. ¿Está dispuesto Estados Unidos a pagar el doble por estos productos debido a las medidas comerciales de Trump?

Desde luego, la situación parece un tiro en el propio pie para EEUU.

Primero, los aranceles del 84% impuestos por China a productos estadounidenses golpearán duramente las exportaciones de materias primas de EEUU: China tiene alternativas para reemplazar el petróleo, gas, madera, granos y maíz provenientes de América.

Segundo, corporaciones como Boeing y otros gigantes tecnológicos verán reducida su competitividad frente a sus equivalentes chinos. Por extraño que suene, los aranceles han sido una bendición para los fabricantes nacionales chinos de alta tecnología: aunque su calidad sea inferior, se quedarán con la cuota de mercado que antes ocupaban las empresas estadounidenses. No descarto que hayan sido ellos mismos los lobistas de esta respuesta tan radical por parte de China. De hecho, el lobby industrial es la base del nacionalismo económico y político chino.

China no tiene otra opción: necesita mercados para sustentar a sus miles de millones de trabajadores.

En tercer lugar, China se volverá más influyente entre los países del Sur Global. En lugar de materias primas estadounidenses, llegarán al mercado chino recursos de Brasil, Indonesia, África y también de Rusia. Se intensificarán los suministros intermedios a través de estos mismos países hacia EEUU. El Sur Global agradecerá a China por estos flujos.

Por supuesto, quien pagará nuevamente por todo este festín será Estados Unidos, o más precisamente, toda la guerra comercial de Trump se financia a costa del saqueo a la clase media estadounidense y enriquece a la clase media china.

China cuenta además con un arma milagrosa: la devaluación del yuan, a la que no ha recurrido en décadas. Cada recorte en sus exportaciones lo compensará debilitando el tipo de cambio del yuan, haciendo que sus productos sean más competitivos en todo el mundo.

China, literalmente gracias a Trump, ganará esta guerra comercial y se apoderará de aún más mercados globales, incluso con una pérdida formal del 50% en el comercio bilateral, aunque en realidad será de alrededor del 20-30%, ya que los suministros continuarán a través de terceros países.

Por eso no hay gran pánico en China, y sus acciones son rápidas y contundentes.

No se puede decir que no habrá estrés para la economía china. Decenas de millones de trabajadores del sector resultarán afectados, pero China, al parecer, se ha preparado para este escenario, incluso a nivel político: en el país reina una unidad sin precedentes entre las élites respecto a la necesidad de resistir a Estados Unidos.

(*) Académico, analista y experto en asuntos de China. Autor del libro “El poder chino”.

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