Estelí. Por Stephen Sefton, Consejo de Comunicación y Ciudadanía.
Las numerosas iniciativas de integración económica en curso en el mundo mayoritario presentan dos aspectos principales.
Por un lado, constituyen mecanismos de reconocimiento de la importancia central de la paz, el respeto mutuo y la cooperación de buena fe para lograr el bien común entre los países y los pueblos a escala regional e internacional.
Por otro lado, es también un reconocimiento de la mayor fortaleza y resistencia que posibilita la unidad frente a las imposiciones de las élites norteamericanas y europeas y sus homólogas de la región del Pacífico. Quizá el mejor ejemplo de ello haya sido cómo Rusia, gracias en gran parte a sus relaciones estratégicas con China y la India, entre otros países, ha podido superar con facilidad el feroz asalto económico de Estados Unidos y la Unión Europea contra Rusia desde 2022.
Es común encontrar referencias a la experiencia de la Unión Europea en las discusiones del tema de la integración económica. Pero lo que casi siempre se omite es que se impulsó como una expresión política de la alianza militar de la Organización del Tratado de Atlántico Norte. Desde sus orígenes después de la Segunda Guerra Mundial, la Unión Europea ha tenido la doble función de servir como la cara política de la OTAN y de promover a nivel internacional los intereses de los poderosos sectores corporativos de la empresa privada europea.
El caso ejemplar del BRICS+
Aun con sus periódicas y no poco frecuentes rivalidades económicas, las élites occidentales siempre han cerrado filas alrededor del imperativo fundamental de carácter político-militar de mantener su dominio y poder alrededor del mundo. Desde el fin de la Guerra Fría (1990), ha habido repetidos ejemplos de esta realidad: Serbia en 1999, Libia, Siria y la Costa Marfil en 2011, y ahora Ucrania y Palestina.
En el caso de las diversas iniciativas de integración en el mundo mayoritario, la lógica fundamental es otra. Altos funcionarios de los países asociados del grupo BRICS han reiterado desde el inicio que su formación y desarrollo no se dirige contra ningún país: ni contra Estados Unidos ni contra sus aliados. Sin embargo, de hecho, los dirigentes occidentales lógicamente observan con recelo el desarrollo de los BRICS, porque la democratización de las relaciones internacionales necesariamente disminuye el poder de Estados Unidos y sus aliados.
Hace más de 15 años en 2008, Celso Amorim, en aquel entonces y ahora también asesor del presidente de Brasil Lula da Silva, resaltó este aspecto de los BRICS cuando comentó: “Deberíamos promover un orden mundial más democrático garantizando la máxima participación de los países en desarrollo en los órganos de toma de decisiones”. El año pasado, Anil Sooklal, embajador de Sudáfrica ante los BRICS, confirmó la centralidad de este tema cuando dijo “lo que sí buscamos es avanzar en la agenda del Sur Global y construir una arquitectura global más inclusiva, representativa, justa y equitativa”.
La ampliación del grupo BRICS en la Cumbre en Sudáfrica del año pasado con la inclusión de Arabia Saudita, Egipto, Emiratos Unidos Árabes, Etiopía e Irán, va a promover mayor interacción entre los diferentes esquemas de integración regional en el mundo mayoritario. Este es un eje declarado de la presidencia de la Federación Rusa del grupo BRICS durante 2024.
Desde hace mucho tiempo, el mundo se ha dado cuenta que el sistema neocolonial occidental de comercio y de finanzas impuesto sobre el mundo desde 1945, nunca va a permitir a los países del mundo mayoritario realizar a plenitud su potencial económico. Así que la ampliación del grupo BRICS abre no solamente mayores posibilidades de integración económica y de inversión en infraestructura sino también una visión mucho más democrática del comercio y la cooperación para el desarrollo para el mundo mayoritario.
Por ejemplo, la iniciativa de los países del BRICS+ aprovecha los avances de China y los países de Asia del Sur con la Asociación Económica Integral Regional (RCEP por sus siglas en inglés) y también las respectivas iniciativas regionales de los países africanos junto con el Área de Libre Comercio Continental Africana. La Unión Económica Euroasiática también se consolida progresivamente, desarrollando sus relaciones con la India, con MERCOSUR y la Asociación de Naciones de Asia Sur-Este.
Todos estos procesos crean un contexto económico que permite fortalecer el alcance y membresía las instituciones del grupo BRICS, por ejemplo del Nuevo Banco de Desarrollo y la incorporación de sistemas de pago independientes.
Por su parte, las naciones de América Latina y el Caribe mantienen varias iniciativas de integración como ALBA, SICA, CARICOM, Pacto Andino, MERCOSUR, la Alianza Pacífica y UNASUR, y la más ambiciosa, la CELAC.
Sabotaje occidental a la CELAC
El pasado primero de marzo los jefes de gobierno y de estado de la CELAC sostuvieron su octava cumbre en Kingstown, capital de San Vicente y las Granadinas. La Cumbre volvió a proclamar los principios fundamentales de la CELAC: es una zona de Paz comprometida con los principios de Naciones Unidas de No agresión y No intervención. Pero como en la cumbre anterior en Buenos Aires en 2023, la diversidad de visiones ideológicas de los gobiernos miembros limitó la ambición de las aspiraciones enunciadas en la declaración final.
En relación a la integración internacional, la declaración de Kingstown reconoció la importancia del Foro China-CELAC que debe realizarse este año, la profundización de relaciones con la Unión Africana y la renovación de relaciones con la Unión Europea. Pero la declaración no hizo referencia a la posible ampliación en el futuro del grupo BRICS+ y tampoco mencionó el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) del cual Perú tiene la presidencia pro tempore este año. Estas curiosas omisiones de la declaración final junto con su ratificación de la propuesta de la ONU para una intervención en Haití, indica como la influencia neocolonial occidental frena y sabotea los esfuerzos de los países miembros de la CELAC para avanzar hacia sus objetivos.
Se ve claramente que hay dos clases o dos modelos de integración en juego. Por un lado una integración basada en las aspiraciones y necesidades de los pueblos, especialmente la reducción de la pobreza, y por otro una integración que prioriza las ventajas y beneficios de las élites corporativas. Esta contradicción es evidente entre la visión solidaria de los países del ALBA y el programa neoliberal de los países de la Alianza del Pacífico y PROSUR.
En este contexto, Estados Unidos y sus aliados regionales intentan impedir que los procesos de integración incorporen una visión socioeconómica más amplia y solidaria para así frenar una integración que responde a las necesidades de los pueblos. De hecho, Estados Unidos ya está interviniendo militarmente en Ecuador y Perú; mantiene sus bases militares en Colombia y extiende su cooperación militar con Argentina y Paraguay.
Aunque Guyana y Venezuela han acordado buscar una solución pacífica a su disputa sobre el territorio de Esequibo, Estados Unidos y sus aliados pueden provocar un incidente bélico en cualquier momento.
Los países de CARICOM e influyentes interlocutores como Brasil alientan otra intervención armada en Haití aun sabiendo los desastrosos resultados contraproducentes de las repetidas intervenciones de los pasados 30 años. Argumentan que hay que intervenir para promover elecciones democráticas cuando ese es precisamente el objetivo que persigue la población haitiana después de más de 15 años de elecciones amañadas dirigidas por intereses extranjeros.
En otro frente de ataque, los aliados locales de las élites occidentales siguen abusando de los sistemas de justicia penal de sus respectivos países para hostigar a dirigentes de movimientos progresistas.
Chantaje financiero y embestida política
Por otro lado, Estados Unidos y sus aliados siguen abusando de su control de las instituciones financieras multilaterales para negar recursos a países que desafían sus dictados.
En ese sentido, Nicaragua acaba de tener que responder a unas falsas declaraciones irrespetuosas de la nueva presidenta del BCIE y exigir respeto, honestidad e integridad administrativa del Secretariado del Fondo Clima Verde. El Banco Mundial y Banco Interamericano desde hace varios años han negado nuevos créditos a Nicaragua.
Los gobiernos occidentales siguen aplicando sus ilegales medidas coercitivas unilaterales contra Venezuela y Nicaragua. Estados Unidos insiste en extender su jurisdicción extraterritorial para amedrentar a terceros países a mantener estas medidas y –en el caso de la agresión contra el pueblo cubano– para seguir aplicando con el mayor alcance posible su genocida bloqueo.
Un propósito claro de todo el conjunto de estas políticas y medidas de intervención que se aplican por Estados Unidos y sus aliados regionales es para fomentar divisiones e incoherencias en la CELAC y las organizaciones de integración de la región. América Latina y el Caribe es la región donde son más evidentes la intervención y el sabotaje de sus procesos de integración por las élites norteamericanas y europeas.
Pero los gobiernos occidentales y sus aliados regionales actúan de manera parecida en todo el mundo mayoritario. Por ejemplo, en el caso de la Unión Económica Eurasiática, Estados Unidos y sus aliados trabajan constante y sigilosamente para desestabilizar los países vulnerables de Asia Central. Por ejemplo, el fallido intento de golpe en Bielorrusia entre 2020 y 2021, al cual siguió su intento de cambio de régimen en Kazajstán entre fines de 2021 e inicios de 2022.
En el caso de las estructuras como la Organización de Cooperación de Shanghai, Estados Unidos busca cómo provocar mayor división y conflicto entre India y China y cómo manipular al gobierno de Pakistán. Ha hecho lo mismo entre los países de Asia Sureste por medio de su interferencia en las disputas relacionadas con el Mar Meridional Chino, su intervención neocolonial en las elecciones del año pasado de Tailandia y su apoyo a las fuerzas insurgentes en Myanmar desde 2021.
La probable ampliación del BRICS+
En el caso de África, aunque Francia –el antiguo poder colonial– ha sido forzada a retirar sus fuerzas de Mali, Burkina Faso y Níger, su poder económico y financiero en la región sigue siendo muy influyente mientras Estados Unidos intenta sustituir las fuerzas militares francesas en la región.
Junto con sus aliados europeos, Estados Unidos hostiga a otros países africanos independientes como Eritrea o Etiopía y ahora ha impuesto nuevas medidas coercitivas unilaterales contra Zimbabue.
Sin embargo, vale la pena anotar que Nigeria, el país de mayor población de África, explora unirse a Egipto y Sudáfrica en el BRICS+ luego de la visita a Rusia a inicios de este mes de Yusuf Tuggar, el canciller de Nigeria, quien acordó con su homólogo ruso profundizar los vínculos económicos y políticos entre ambos países. Es probable que importantes países regionales como Argelia y Nigeria en África o Indonesia en Asia se integren este año o el próximo al grupo de países de BRICS+.
Pero es de igual o mayor importancia que se desarrolle un intercambio de experiencias y lazos institucionales entre los países asociados del BRICS+ y las demás iniciativas de integración regional, para ir abriendo nuevas alternativas a la mano muerta del neocolonialismo que estrangula el potencial de los pueblos del mundo mayoritario.
En los años por venir, Estados Unidos y sus aliados seguirán sus esfuerzos para sabotear estos procesos de integración. Las élites gobernantes occidentales nunca aceptarán la democratización de las relaciones internacionales basado en la integración de los pueblos, porque estos procesos fijan límites al libre desarrollo de la avaricia del capitalismo occidental llevando mayor justicia y equidad al comercio y finanzas internacionales.